Hoy me desperté cantando “Amigos”,
de Cebollitas. Mala señal. Ni bien terminé de cantar, Vicky me besó en la
mejilla y me dijo feliz día. ¿Debería interpretarlo como que además de su novio
me considera su amigo o en realidad me está dando a entender que quiere ponerle
fin a nuestra relación amorosa? No lo sabía ni estaba en condiciones de pensar
con claridad, porque además del día del amigo era el día en el que tendría
lugar la ceremonia de inauguración del CCRGPP. Después de desayunar, me afeité,
me bañé y volví a ponerme la ropa de gala. Vicky, en cambio, se había vestido
con yoguin, buzo, remera y zapatillas.
—¿Qué hacés así? —le
pregunté.
—¿Así cómo?
—¡Así vestida, Victoria! ¡En
media hora tenemos que estar en el conventillo y vos todavía no te pusiste el
vestido!
—No, olvidate —me dijo—. Yo
dos días seguidos no me empilcho al pedo. Voy así.
—Está bien. Como vos quieras
—le dije y salimos.
En la puerta del
conventillo, uno de los secuaces de Bicicleta, que vestía un traje rojo digno
del botones de un hotel o de un soldado de la Guardia Imperial, me pidió la
llave de la furgonetita Volkswagen para estacionarla. ¡No podía creer que
hubieran puesto servicio de Valet Parking! En la puerta, otro de los muchachos,
vestido con un traje igual al anterior, nos recibió con una reverencia y
subimos los dos pisos que nos separaban de la planta más alta caminando sobre
una alfombra roja. El lugar estaba repleto de gente, todos miembros de los
estratos más altos de la sociedad porteña. Al vernos llegar, Bicicleta hizo una
broma que nos hizo saber que nos estaban esperando para dar comienzo a la ceremonia
y, acto seguido, inició su discurso. Mientras hablaba, Vicky se acercó a mi
oído y, enfurecida, me reprochó que la hubiera dejado ir así vestida a un evento
tan importante.
—¡Pero si yo te dije que te
pusieras el vestido! —le respondí.
No hubo caso. Dio media
vuelta y bajó las escaleras rumbo a la puerta de calle. Héctor “Bicicleta”
Perales dijo que quería aprovechar el día del amigo para saludarme, ya que se
atrevía a considerarme no sólo un amigo, sino también un hermano en la lucha
contra las injusticias y la desigualdad. Los muchachos, sus muchachos, vestidos
todos con sus llamativos trajes rojos, cantaban y lo vitoreaban al ritmo del
bombo.
—Sín más preámbulos —dijo
Bicicleta—, permítanme presentarles al hombre en quien recaerá el honor de
cortar la cinta inaugural; un hombre que no necesita presentación, porque no
existen palabras que le hagan justicia. ¡Con ustedes, el honorable, el
respetable, el magnánimo Daniel Amoroso!
¿Daniel Amoroso? ¿Qué estaba
pasando? De repente, Héctor “Bicicleta” Perales, que me había tratado como al
peor de sus enemigos, me consideraba su hermano y Daniel Amoroso no sólo acudía
a inaugurar nuestra obra, sino que tomaba la palabra y tenía palabras más que
elogiosas hacia mi persona. Luego de un discurso en el que nos felicitó por la
iniciativa, cortó la cinta y dio por inaugurado el Centro de Contención y
Reinserción para Gente con Problemas Pelotudos.
¡Mi sueño se había vuelto
realidad! Finalmente teníamos un lugar en el que alojar a los Pelotudos que,
como consecuencia de sus problemas, se habían quedado en la calle. Luego de
volver al monoambiente, pedirle disculpas a Vicky y pensar durante un buen
rato, concluí que los seres humanos somos esencialmente buenos, y que si Daniel
Amoroso apoyaba nuestro proyecto era porque habría recapacitado y se habría
dado cuenta de que no le hacía ningún bien a este mundo con su Sistema de
Persuasión Automatizante y Masiva.
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