Hoy me desperté cantando “Hacelo por mí”, de Attaque 77. Me sentía perdido. No sabía dónde estaba ni en qué
momento me había quedado dormido. Al oírme cantar, mi primo Luján, de Luján, se
asomó a través del vano de una puerta.
—¿Dónde estamos? —le
pregunté una vez que concluí la canción.
—En la habitación del
conventillo —me dijo—. Te quedaste dormido, pero no te preocupes, que me faltan
unos detalles y termino.
Entonces recordé que Luján y
yo habíamos pasado la noche trabajando para instalar un baño y una cocina.
—¿Cuánto tiempo dormí? —le
pregunté—. ¿Diez minutos, quince?
—Dormiste siete horas —me
dijo Luján.
¿Siete horas? Entonces mi
primo había hecho todo el trabajo solo. ¡Bien por él! Antes de volver al
monoambiente para ver si Vicky estaba engañándome con otro, le pregunté si le
molestaba ocuparse de ultimar los detalles sin mi ayuda.
—Quedate tranquilo. Creo que
voy a poder arreglármelas.
Me pareció detectar algo de
sarcasmo en su respuesta. Cuando me disponía a bajar la escalera, recordé que
Héctor “Bicicleta” Perales no me permitía usar los baños del conventillo, y teniendo
en cuenta el largo viaje que me separaba de mi casa y los cuatro termos de mate
que Luján había cebado antes de que me quedara dormido, decidí, por qué no,
hacer el pis bautismal en el inodoro recién instalado.
—¿Qué hacés, pelotudo? —me
preguntó Luján agarrándose la cabeza.
Nunca lo había visto tan
enojado.
—¿Por qué? ¿Qué hice? —le
pregunté mientras volvía a abrocharme los pantalones.
—¡Todavía no están
instalados los caños! ¡Ahora va a haber que limpiar esto de alguna forma!
—Bueno, encárgate vos de
eso. Yo estoy apuradísimo —le dije y me fui.
Al atravesar la puerta, me
llevé puesta la cinta inaugural. Como pude, le hice un nudo para que Luján no
notara el corte que le había hecho. El pobre estaba muy nervioso con todo esto
de la inauguración. Evidentemente, hay quienes sabemos manejar mejor las
situaciones de presión y estrés; otros se ahogan en un vaso de agua.
Entré al monoambiente abriendo
la puerta con énfasis. Quería que mi entrada fuera dramática y que Vicky y su
amante se llevaran un buen susto. Pero, contrario a lo que imaginaba, Vicky
estaba sola, recostada en la cama con la vista perdida en algún punto del
techo. Verla me tranquilizó, aunque pronto se me ocurrió que quizá había oído
el ascensor y había escondido a su amante en algún lugar del monoambiente. Fui al
baño, revisé la bañera, no había nadie ahí. Busqué en el ropero, en la
heladera, en el horno, pero por suerte no encontré a ningún amante. Vicky
estaba sola.
—¿Qué buscás? ¿Qué te pasa? —me
preguntó.
—Nada —le dije—. Mi traje. En
un rato inauguramos el CCRGPP en el conventillo y tenemos que ir bien vestidos.
¡Dale! ¡Levantate! ¡Vestite!
—¡Uh! Sabés que no me gusta
vestirme de gala y además tengo sueño.
Me costó, pero la convencí y
tres horas más tardes estábamos vestidos como dos novios antes de su
casamiento, listos para ir a la ceremonia de inauguración. Vicky ya había
abierto la puerta y yo estaba apagando las luces cuando sonó mi celular. Era Luján.
Me llamaba porque Héctor quería hablar conmigo.
—Pasamelo.
—Don Natalio querido —arrancó
diciendo Bicicleta—, no tenía idea de que iban a usar la habitación para una
obra tan noble. Acabo de ver el cartel y Luján me contó de que viene la cosa. Te
tengo que pedir un favor, Don Natalio.
Por primera vez desde que lo
conocía, Héctor “Bicicleta” Perales se permitía tutearme.
—Decime.
—Mirá, yo sé que ya tenían
programada la inauguración para hoy, pero te pido encarecidamente que la
pasemos para mañana. Algo de esta magnitud se merece un evento a la medida.
Bancame hasta mañana, y despreocupate, que yo me encargo de todo.
Acepté, principalmente
porque me convenía mantener una buena relación con el encargado del
conventillo. Le comuniqué a Vicky que la ceremonia se había suspendido y le
pregunté si quería aprovechar las ropas para salir a comer.
—¿Adónde? ¿A comer un
choripán en los puestos de la costanera? No, gracias. Yo paso —me dijo y, sin
cambiarse, volvió a meterse en la cama.
Supongo que, al igual que
Luján, estará un poco nerviosa por todo este asunto de la inauguración. Sí,
somos pocos los que podemos mantener la cordura en este tipo de situaciones.
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