jueves, 18 de julio de 2013

Día 199 - Antes del amanecer

Hoy me desperté cantando “Nadie es perfecto”, de Los Caligaris. Me levanté de inmediato, sin importarme si Vicky y yo estábamos abrazándonos o dándonos la espalda. Estaba preocupado por el trabajo que habíamos hecho ayer en la habitación del conventillo y sentí la necesidad imperiosa de ir a ver si el cemento y la pintura habían secado para continuar con la siguiente etapa. Mientras terminaba de cantar, me afeité, me di una ducha y salí a la calle sin despertar a mi amada.
Gracias a que llegué temprano al conventillo, no tuve inconvenientes ni para ingresar ni para subir las escaleras, porque los guardias que respondían a Héctor “Bicicleta” Perales, al igual que la mayoría de los inquilinos del conventillo, no se despertaban hasta después del mediodía.

Subí hasta la planta más alta, me paré en la puerta de nuestra habitación y vi que estaba siendo ocupada por un montón de personas que dormían sobre el piso recién colocado. Si Bicicleta no hubiera sido tan estricto y nos hubiera permitido circular con libertad por todo el conventillo, la invasión no me habría molestado, pero teniendo en cuenta la hostilidad con la que había sido tratado, decidí aprovechar la oportunidad para vengarme y los eché de ahí luego de despertarlos a los gritos. No me llevó mucho tiempo arrepentirme de lo que había hecho. Bastó con que los hombres que acababa de despertar me rodearan para que me diera cuenta de que había cometido un acto temerario, que sin Vicky ni Arnoldo no había nadie que pudiera defenderme. Por fortuna, mi primo Luján, de Luján, los convenció de que salieran sin hacerme daño.
Cuando estuvimos solos, le pregunté por la posibilidad de instalar un baño y una cocina en la habitación, porque si Héctor “Bicicleta” Perales no iba a permitirnos hacer libre uso de las instalaciones del conventillo, iba a ser muy complicado vivir con normalidad sin tener garantizados los medios para cubrir las necesidades básicas.
—Mirá —me dijo—, como ser posible, es posible, pero me parece que sería mucho más sencillo que Héctor y vos hablaran como dos personas civilizadas y se pusieran de acuerdo.
—Ay, Luján, vos sos joven todavía, pero algún día vas a crecer y vas a entender que en el mundo de los adultos los problemas no se resuelven hablando, sino doblando la apuesta. ¿Podrás tener todo listo para hoy? Me gustaría inaugurar la obra mañana.
—¿Terminar hoy? Trabajando yo solo, imposible —me dijo, negando con la cabeza.
—¡Pero, por favor, Luján! ¿Cómo solo? ¿Para qué te creés que vine si no es para ayudarte?

Trabajamos hombro a hombro y sin descanso durante varias horas, hasta ya entrada la noche. Ahora hicimos un receso y en unos minutos volvemos a trabajar. A mí me da la impresión de que no vamos a llegar a terminar a tiempo, pero Luján parece confiado y dice que si mantenemos el ritmo que llevamos, tendremos todo listo antes del amanecer. Por las dudas, la llamé a Vicky y le dije que lo más probable era que no volviera a dormir. No le preocupó en lo más mínimo, pero en lugar de alegrarme por tener una novia permisiva, me preocupó la posibilidad de que estuviera con otro. No veo la hora de terminar esta obra de mierda para ir y sorprenderla ahí, revolcándose con el otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario