jueves, 11 de julio de 2013

Día 192 - El interrogatorio

Hoy me desperté en la comodidad de mi celda cantando “Pensé que se trataba de cieguitos”, de Los Twist. No creo haber sido el primer preso al que se le dio por cantar una canción; si imagino que mis antecesores habrán optado por canciones más emparentadas con la tristeza, la melancolía o la nostalgia y me atrevo a creer que el carácter festivo de la que seleccionó el dj en mi cabeza fue el motivo por el que los oficiales Sánchez y González me miraron debatiéndose entre la sorpresa y el desconcierto. Cuando terminé de cantar me ofrecieron, por la módica suma de doce pesos, trasladarme a una celda desde la que podía verse el amanecer. Tenía algún que otro metro cuadrado menos que aquella en la que estaba, pero valió la pena. La imagen me llenó de energía, pero me recordó, también, lo duro que es esto de estar privado de la libertad.
Después de desayunar, González me puso las esposas y me sentó sobre una silla en un cuartito oscuro. Salió, cerró la puerta y me dejó solo ahí. ¿O había alguien conmigo? No podía saberlo; no veía nada por delante de mi nariz. De repente, una luz potentísima se encendió y dio de lleno en mi cara. Una voz similar a la de Pancho Ibáñez me preguntó mi nombre. El encandilamiento me impidió responder.

—¡Apellido y nombre! —insistió la voz.
—Eh… ¿A mí? Eh… Gris, Don Natalio —dije.
—¿”Don”? “Don” no es un nombre —dijo.
—¿Cómo no? ¿Y Don King, Don Johnson, Don Omar? —le pregunté en tono de protesta.
—Gris, Natalio —dijo mientras presionaba las teclas de una máquina de escribir—. Edad.
—Veintinueve años.
—Estado civil.
—Soltero.
—Ocupación.
—Empresario turístico y entrenador de boxeo.
—Gustos de helado preferidos.
—Eh… ¿Cuántos puedo elegir?
—Dos.
—¿No pueden ser tres?
—No, dos.
—Bueno. Eh… Dulce de leche granizado y melón.
—Identifique la opción correcta. Usted golpea a las mujeres porque: a) sufre de complejo de inferioridad; b) la violencia le produce placer; c) tiene un Edipo mal resuelto; d) sufre de eyaculación precoz; e) no se atreve a asumir su homosexualidad; f) todas las opciones anteriores son ciertas.
—¡No! ¡Yo no golpeo a las mujeres! ¡Nunca golpeé a una! Por el contrario, varias veces fui víctima de la violencia de género. Opción “g”: ninguna opción es correcta —le dije.
—No sea infantil, señor. Esa opción no está en la lista.
—Bueno, entonces déjelo en blanco. No sabe / no contesta.
—Mire, esto es sencillo, si no elige tengo que marcar la que yo considere más apropiada y para mí usted tiene cara de “c” con un poco de “a” y otro poco de “d”.
—¡No! Bueno, márqueme la “e”, pero que quede claro que me obligaron a elegir una opción.

Después de cuatro horas de interrogatorio, durante el cual respondí a infinidad de preguntas de opción múltiple, fui devuelto a mi celda. ¿Cómo estará Vicky? Todavía no recibí respuesta del mail que le envié. ¿Se habrá levantado? ¿Estará buscándome? Lamentablemente, no lo sé.

2 comentarios:

  1. Que carcelero, pero al parecer no la pasas tan mal. Saludos, y sigue encantàndome tu escritura. Nos vemos

    ResponderEliminar