lunes, 1 de julio de 2013

Día 182 - La estrategia adecuada

Hoy me desperté cantando “Cabecita calesita”, de Luis Alberto Spinetta. Finalmente había llegado el día del primer entrenamiento boxístico en la preparación de la revancha de Vicky contra “La Mole Moni” y me levanté contento y lleno de energías. Debido a que mi primo Luján, de Luján, ya no está viviendo con nosotros, Samuel y yo solemos dormir hasta después del mediodía, en parte para no ser conscientes de la triste realidad de que ya nadie nos prepara el desayuno. Sin embargo, como nos quedan cuatro días de trabajo antes del pesaje, me vi obligado a levantarme muy temprano y, a falta de desayuno, descongelé uno de los táperes que nos dejó Luján y desayuné un exquisito guiso de lentejas. Dejé las sobras para que almorzara Samuel y me llevé un segundo táper para almorzar con Vicky en el gimnasio. Al ritmo que vamos, las provisiones que nos dejó Luján se agotarán en menos de cuarenta y ocho horas.

No eran las siete cuando la levanté a Vicky en la puerta de su casa. Camino al gimnasio casi no intercambiamos palabra. Habíamos charlar mucho el día anterior y tuve la sensación de que no había nada de qué hablar. Mejor, porque ella suele estar de muy mal humor cuando se despierta tan temprano. Además, fue grato descubrir que podemos permanecer varios minutos juntos sin que el silencio del otro nos incomode. Llegamos y Arnoldo Jorge Negri, que acababa de abrir el local, nos recibió con mate. Mientras indicaba a Vicky los ejercicios de elongación, ella le contó, con lujo de detalles, una serie de cosas que le sucedieron durante la noche anterior y que, por algún motivo, omitió comentar conmigo en nuestro viaje hasta allá. De todos modos, no quise que los celos me ganaran desde tan temprano. Seguramente, Vicky había esperado a que estuviéramos con Arnoldo para no tener que contar dos veces las mismas historias y,  muy probablemente, lo miraría a él mientras hablaba para no levantar sospechas respecto al noviazgo secreto que nos une.
Cuando terminaron con los ejercicios de precalentamiento, Arnoldo nos dejó solos para que trabajáramos con mayor tranquilidad y se fue a atender a los demás clientes. El silencio volvió a reinar entre mi pupila y yo, y sólo nos hablábamos cuando yo le daba alguna indicación o cuando ella me requería alguna especificación en relación a lo que yo le había indicado.

Aunque me duela hacerlo, debo reconocer que Arnoldo hizo un buen trabajo en todos estos días en los que estuve ausente, porque la resistencia, la agilidad y la movilidad de Vicky mejoraron de manera ostensible. Así, si damos con la estrategia adecuada, tendrá, al menos, una remota chance de ganar la pelea.

5 comentarios:

  1. Y no me tienen fe? Decía Olmedo en su genial marchanta, saludos

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  2. Respuestas
    1. ¿Táperes, Fernando? ¿Where?
      Saludos!

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    2. Tá ahí. Pero se esconde bien. Por eso no lo vemos. Y por eso es genial

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