Hoy me desperté cantando “Cabecita calesita”, de Luis Alberto Spinetta. Finalmente había llegado el día del primer
entrenamiento boxístico en la preparación de la revancha de Vicky contra “La
Mole Moni” y me levanté contento y lleno de energías. Debido a que mi primo
Luján, de Luján, ya no está viviendo con nosotros, Samuel y yo solemos dormir
hasta después del mediodía, en parte para no ser conscientes de la triste
realidad de que ya nadie nos prepara el desayuno. Sin embargo, como nos quedan
cuatro días de trabajo antes del pesaje, me vi obligado a levantarme muy
temprano y, a falta de desayuno, descongelé uno de los táperes que nos dejó
Luján y desayuné un exquisito guiso de lentejas. Dejé las sobras para que
almorzara Samuel y me llevé un segundo táper para almorzar con Vicky en el
gimnasio. Al ritmo que vamos, las provisiones que nos dejó Luján se agotarán en
menos de cuarenta y ocho horas.
No eran las siete cuando la
levanté a Vicky en la puerta de su casa. Camino al gimnasio casi no
intercambiamos palabra. Habíamos charlar mucho el día anterior y tuve la
sensación de que no había nada de qué hablar. Mejor, porque ella suele estar de
muy mal humor cuando se despierta tan temprano. Además, fue grato descubrir que
podemos permanecer varios minutos juntos sin que el silencio del otro nos
incomode. Llegamos y Arnoldo Jorge Negri, que acababa de abrir el local, nos
recibió con mate. Mientras indicaba a Vicky los ejercicios de elongación, ella
le contó, con lujo de detalles, una serie de cosas que le sucedieron durante la
noche anterior y que, por algún motivo, omitió comentar conmigo en nuestro
viaje hasta allá. De todos modos, no quise que los celos me ganaran desde tan
temprano. Seguramente, Vicky había esperado a que estuviéramos con Arnoldo para
no tener que contar dos veces las mismas historias y, muy probablemente, lo miraría a él mientras
hablaba para no levantar sospechas respecto al noviazgo secreto que nos une.
Cuando terminaron con los
ejercicios de precalentamiento, Arnoldo nos dejó solos para que trabajáramos
con mayor tranquilidad y se fue a atender a los demás clientes. El silencio
volvió a reinar entre mi pupila y yo, y sólo nos hablábamos cuando yo le daba
alguna indicación o cuando ella me requería alguna especificación en relación a
lo que yo le había indicado.
Aunque me duela hacerlo,
debo reconocer que Arnoldo hizo un buen trabajo en todos estos días en los que
estuve ausente, porque la resistencia, la agilidad y la movilidad de Vicky
mejoraron de manera ostensible. Así, si damos con la estrategia adecuada,
tendrá, al menos, una remota chance de ganar la pelea.
Y no me tienen fe? Decía Olmedo en su genial marchanta, saludos
ResponderEliminarY ¿qué le respondían, Anó?
EliminarSaludos!
¡Táperes es genial!
ResponderEliminar¿Táperes, Fernando? ¿Where?
EliminarSaludos!
Tá ahí. Pero se esconde bien. Por eso no lo vemos. Y por eso es genial
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