domingo, 30 de junio de 2013

Día 181 - Vicky la Loca

Hoy me desperté cantando “Sábado a la noche”, de Juana la Loca y, como el dj en mi cabeza se pasó la semana haciéndome cantar una canción relacionada con el día en el que estábamos viviendo, di por hecho que era sábado. Me levanté cerca del mediodía, descongelé comida para Samuel y para mí, y lo desperté para que almorzáramos. A las trece y cuarenta y siete sonó mi celular. Era Vicky. Atendí.
—Decime una cosa, pelotudo —me dijo— ¿pensás hacerme esperar mucho tiempo más?
—¡Epa! ¿Qué pasa? ¿Por qué tan enojada? —le pregunté.
—¡Ah! ¿Encima de que te olvidás del almuerzo me tomás el pelo?
—¿Eh? ¡No! ¿Qué? ¿Cómo me voy a olvidar, corazón? Pero habíamos quedado para mañana, domingo.
—¡Corazón las pelotas! ¡Hoy es domingo, pelotudo! ¡Vení rápido a buscarme u olvidate de mí! —dijo y me cortó.

Mientras pensaba que quizá Juana no fuera la única loca, me duché a toda velocidad, saqué del frízer uno de los tuppers que nos había dejado mi primo Luján y salí. Ya en la furgonetita, me lamenté por haber caído en la trampa del dj en mi cabeza, quien seguramente había estado paladeando este momento durante toda la semana.
A las catorce y veintinueve estacioné frente a la puerta de la casa de Vicky. Antes de que pudiera tocar timbre, ella abrió la puerta y, sin siquiera saludarme, subió a la furgonetita. Mi plan inicial consistía en llevarla a comer a algún restorancito de San Telmo o Puerto Madero para, después de almorzar, caminar un rato por cualquiera de los dos barrios, pero la confusión me había quitado tiempo para prepararme y tuve que improvisar: manejé hasta la plaza más cercana, puse una manta en el piso y le pedí a Vicky que se sentara mientras yo buscaba la comida. Saqué el tupper de la guantera y entré en pánico al notar que el contenido seguía congelado. Por suerte, me sobrevino la imagen de alguna película o dibujito animado en la que alguien cocinaba un huevo frito en el motor de un auto y seguí el ejemplo: encendí el motor de la furgonetita y a los quince minutos la comida estaba lista. En un supermercado chino que había frente a la plaza, compré platos, vasos y cubiertos descartables, una gaseosa y un vino de caja. Cuando llegué a donde había dejado la manta, Vicky estaba haciendo sombra frente a un árbol cercano. Le pedí que olvidara la pelea por unas horas, nos sentamos y serví la comida.
—¿Quién preparó esto? —me preguntó.
—¿Por qué? ¿Qué tiene? —le dije algo asustado.
—Nada. Está muy rico.
—Ah. Lo preparé yo. Es una vieja receta familiar.

Con el correr de las horas, su enojo fue cediendo. Hablamos, como hacía mucho no lo hacíamos, durante toda la tarde y a la tardecita la llevé hasta su casa. Si bien no estábamos oficialmente peleados, es muy positivo que nos hayamos amigado, porque la etapa exclusivamente física de su preparación ya terminó y mañana comenzaremos con el entrenamiento boxístico.

4 comentarios:

  1. ¡Qué lindo cuándo la mujer te recuerda las cosas amablemente!

    ¡Salud! Y buena semana con el entrenamiento.

    PD: Me gusta el término frizer. Pero me gustaría que también se dijera táper.

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    1. Será "táper" de ahora en adelante. Muchas gracias, Fernando.
      Saludos!

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  2. Natalio, te doy un consejo como si fueras mi hijo, no te dejes maltratar, saludos

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    1. Anó, no te contesto como si fueras mi madre, porque temo que Don Google decida sancionarme.
      Saludos!

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