viernes, 14 de junio de 2013

Día 165 - El interrogatorio

Hoy me desperté cantando “Preguntas”, de El Canto del Loco. Ni bien terminé de desayunar, la llamé a Vicky y le pedí que fuera a la plaza que está a dos cuadras del monoambiente, donde nos juntaríamos a entrenar.
—Pero había quedado con Arnoldo en que iría al gimnasio para fortalecer piernas —me dijo.
Ni bien oí el nombre del Gigante Musculoso, me vino a la mente la imagen de su zunga abultada y, sin proponérmelo, dejé escapar un grito:
—¡No!
—¿No qué? —preguntó Vicky.
—No, que no quiero que fortalezcas las piernas. Necesito que estés ágil —le dije.
—Pero ya habíamos quedado —insistió.
—Decime una cosa, Victoria: ¿quién coordina tu entrenamiento? —le pregunté.

—Vos.
—Bueno, entonces confiá un poco más en mí. Se aproxima una pelea difícil. Pelear contra una boxeadora a la que ya le ganaste, que va a subir al ring cargada de bronca, que te duplica en peso y te triplica en tamaño, no va a ser para nada sencillo. Tenemos que buscar la manera de explotar tus ventajas, y una de esas ventajas es tu movilidad. Necesito que, antes de continuar con cualquier tipo de entrenamiento, discutamos la estrategia y delineemos una rutina que concuerde con el plan de pelea.
—Pero, entonces —me preguntó— ¿la pelea ya está confirmada?
—Sí —le dije—. Sólo falta definir la fecha, el lugar, la cantidad de rounds, el límite de peso para cada una, quiénes serán los jueces, quién será el árbitro, cómo será el reparto del dinero de las entradas, a quién le daremos la concesión del puesto de choripanes  y alguna cosita más, pero, en líneas generales, ya está todo arreglado.
—¡Buenísimo! Voy para allá.
Nos encontramos en la plaza y, sin siquiera saludarme, Vicky me recibió con una pregunta:
—¿Por qué el miércoles no viniste a la sesión del Grupo de Contención y Rehabilitación para Ex Asistentes a Grupos de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos?
—Eh… porque… porque… porque Samuel y Luján estuvieron jugando en el baño y tuve que quedarme limpiando.
—¡Ah! ¿Y por qué no limpió Luján?, que es el que siempre se ocupa de esas cosas.
—Porque me enojé con ellos por estar haciendo semejante chiquilinada y les dije que dejen, que limpiaba yo —le dije, rogando que no se diera cuenta de que le estaba mintiendo.
—¡Ah! ¿Y el mimo dónde estaba mientras ellos jugaban? —me preguntó.
—Eh… El mimo… El mimo no estaba.
—¿Por qué no estaba?
—Porque se había ido.
—Pero ¿adónde se había ido?
—Afuera del monoambiente… ¿Por qué no vamos al gimnasio? Estaba pensando en el plan de pelea y me parece que lo mejor va a ser que fortalezcas las piernas.

Uffff. Ese fue el primer interrogatorio al que me sometió Vicky desde que somos novios. Creo haber salido airoso, pero tengo experiencia suficiente en fracasos amorosos como para andar confiándome.

4 comentarios:

  1. De tanto mentir te vas a meter en lios, saludos

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  2. Está complicado, Don Natalio, yo creo que tenés que decirle algo a Vicky sobre el Mimo. No sé, que lo mandaste de espía al entrenamiento de la Mole Moni, o algo así.

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    1. Bueno, bueno, bueno... No es mala idea, Fernando, la de pedirle al mimo que espíe los entrenamientos. Eso sí, Vicky no tendría que enterarse, porque no le va a gustar que saquemos ventajas ilícitas, pero tomaré los recaudos para hacerlo sin que ella lo sepa.
      Muchas gracias por la idea.
      Saludos!

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