Hoy me desperté cantando “Preguntas”, de El Canto del Loco. Ni bien terminé de desayunar, la llamé a Vicky y le pedí que fuera a
la plaza que está a dos cuadras del monoambiente, donde nos juntaríamos a
entrenar.
—Pero había quedado con Arnoldo en que iría al
gimnasio para fortalecer piernas —me dijo.
Ni bien oí el nombre del Gigante Musculoso, me vino
a la mente la imagen de su zunga abultada y, sin proponérmelo, dejé escapar un
grito:
—¡No!
—¿No qué? —preguntó Vicky.
—No, que no quiero que fortalezcas las piernas.
Necesito que estés ágil —le dije.
—Pero ya habíamos quedado —insistió.
—Decime una cosa, Victoria: ¿quién coordina tu
entrenamiento? —le pregunté.
—Vos.
—Bueno, entonces confiá un poco más en mí. Se
aproxima una pelea difícil. Pelear contra una boxeadora a la que ya le ganaste,
que va a subir al ring cargada de bronca, que te duplica en peso y te triplica
en tamaño, no va a ser para nada sencillo. Tenemos que buscar la manera de
explotar tus ventajas, y una de esas ventajas es tu movilidad. Necesito que,
antes de continuar con cualquier tipo de entrenamiento, discutamos la
estrategia y delineemos una rutina que concuerde con el plan de pelea.
—Pero, entonces —me preguntó— ¿la pelea ya está
confirmada?
—Sí —le dije—. Sólo falta definir la fecha, el
lugar, la cantidad de rounds, el límite de peso para cada una, quiénes serán
los jueces, quién será el árbitro, cómo será el reparto del dinero de las
entradas, a quién le daremos la concesión del puesto de choripanes y alguna cosita más, pero, en líneas
generales, ya está todo arreglado.
—¡Buenísimo! Voy para allá.
Nos encontramos en la plaza y, sin siquiera
saludarme, Vicky me recibió con una pregunta:
—¿Por qué el miércoles no viniste a la sesión del
Grupo de Contención y Rehabilitación para Ex Asistentes a Grupos de Ayuda para
Gente con Problemas Pelotudos?
—Eh… porque… porque… porque Samuel y Luján
estuvieron jugando en el baño y tuve que quedarme limpiando.
—¡Ah! ¿Y por qué no limpió Luján?, que es el que
siempre se ocupa de esas cosas.
—Porque me enojé con ellos por estar haciendo
semejante chiquilinada y les dije que dejen, que limpiaba yo —le dije, rogando
que no se diera cuenta de que le estaba mintiendo.
—¡Ah! ¿Y el mimo dónde estaba mientras ellos
jugaban? —me preguntó.
—Eh… El mimo… El mimo no estaba.
—¿Por qué no estaba?
—Porque se había ido.
—Pero ¿adónde se había ido?
—Afuera del monoambiente… ¿Por qué no vamos al
gimnasio? Estaba pensando en el plan de pelea y me parece que lo mejor va a ser
que fortalezcas las piernas.
Uffff. Ese fue el primer interrogatorio al que me
sometió Vicky desde que somos novios. Creo haber salido airoso, pero tengo
experiencia suficiente en fracasos amorosos como para andar confiándome.
De tanto mentir te vas a meter en lios, saludos
ResponderEliminar¡Mentira!
EliminarEstá complicado, Don Natalio, yo creo que tenés que decirle algo a Vicky sobre el Mimo. No sé, que lo mandaste de espía al entrenamiento de la Mole Moni, o algo así.
ResponderEliminarBueno, bueno, bueno... No es mala idea, Fernando, la de pedirle al mimo que espíe los entrenamientos. Eso sí, Vicky no tendría que enterarse, porque no le va a gustar que saquemos ventajas ilícitas, pero tomaré los recaudos para hacerlo sin que ella lo sepa.
EliminarMuchas gracias por la idea.
Saludos!