lunes, 10 de junio de 2013

Día 161 - Entre su pupila y la mía

Hoy me desperté cantando “Bongiorno, my love, te amo”, de Pablito Ruiz. Mi relación con el mimo se vuelve cada vez más tensa. Ya no nos hablamos. En realidad, él no habla con nadie desde antes de que lo conociéramos, pero ahora yo tampoco le hablo. Me gustaría echarlo del monoambiente, pero, en primer lugar, el departamento en el que vivimos le pertenece a Vicky y tomarme semejante atribución podría despertar sospechas en torno a nuestro romance; en segundo lugar, vivir con él es la mejor manera de tenerlo vigilado para que se acerque lo menos posible a mi madre. Además, estoy convencido de que él me proveerá la clave para hallar a mi padre o conocer, al menos, el verdadero motivo de su partida.
Samuel y mi primo Luján, de Luján, asumieron mi regreso con discreta alegría. Quizá como consecuencia de un mecanismo de defensa por la angustia que les habría producido mi partida, actuaban como si nunca me hubiera ido. Durante mi ausencia ninguno (ni siquiera el mimo, que dormía en el baño) ocupó mi cama. ¿Debía interpretarlo como una muestra de respeto o como una prueba más de que soy prescindible para ellos?

Después de que almorzamos los chorizos a la pomarola que había preparado Luján, Vicky entró al departamento y me saludó como si fuéramos hermanos: con un beso en el que sus labios apenas hicieron contacto con su mejilla. Temí que estuviera enojada por algo que yo hubiera hecho e hice un repaso minucioso de los últimos días tratando de rastrear algún comportamiento que fuera merecedor de su frialdad. Por fortuna, pronto recordé su deseo de mantener nuestra relación en secreto para proteger a Samuel. Ese era el motivo por el que se mostraba tan distante conmigo y tan afectuosa con él.
En un momento en el que mis convivientes se habían distraído jugando al “Dígalo con mímicas”, Vicky se acercó a mí y, susurrando, me dijo:
—¿Así que me estás organizando la revancha con “La Mole Moni”?
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Quién te dijo eso? —le pregunté, desconcertado.
—Arnoldo —me respondió.
—¿Y cuándo lo viste a Arnoldo?
—Está mañana. Me pasó a buscar para que saliéramos a correr. Supuse que vos sabrías y que era parte del entrenamiento.
—Eh… Sí, sí. Claro que estoy al tanto —le dije para no perder autoridad como coordinador de su entrenamiento.
La verdad era que el gigantón la había pasado a buscar por su cuenta, que la corrida matutina no era parte del programa de ejercicios y que la revancha con “La Mole Moni” había sido un invento mío para hacer que Arnoldo, cuya fisonomía era similar a la de La Mole, fuera sparring de Vicky y recibiera la golpiza que yo no le podía dar.
—Buenísimo. No veo la hora de volver a pelear —me dijo.
—Sí, no quería decirte nada hasta que no estuviera confirmado, pero bueno, Arnoldo se adelantó —le dije yo mientras masticaba la bronca que me había producido la indiscreción del boludo de Arnoldo.

Ahora voy a tener que inventar una excusa para dar de baja la pelea o, en su defecto, tendré que acudir a Héctor “Bicicleta” Perales y convencerlo de organizar la revancha entre su pupila y la mía.

6 comentarios:

  1. Cuidado con Arbolado, los bo... Son peligrosos porqué al no tener lógica no podés prever dónde va a saltar el sapo, saludos

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    1. No entiendo nada, Anó. ¿Habrá un mensaje cifrado dentro de tu comentario? ¡Qué misterio!
      Saludos!

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  2. No quise decir arbolado, quise decir « Arnoldo », nombre de viejo, éste TE me tiene patilludo, dónde me descuido, hace lo que quiere, Jajaja, saludos

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    1. No sé con exactitud cuál es el té al que hacés referencia, Anó, pero me imagino.
      Saludos!

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  3. No quise decir arbolado, quise decir « Arnoldo » nombre de viejo si los hay, este TE me tiene patilluda cuando me descuido escribe lo que quiere, Jajaja, saludos

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    1. Y sí... La reiteración por pérdida de memoria es uno de los primeros síntomas.
      Saludos!

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