Hoy me desperté cantando “Bongiorno, my love, te amo”,
de Pablito Ruiz. Mi relación con el mimo se vuelve cada vez más tensa. Ya no
nos hablamos. En realidad, él no habla con nadie desde antes de que lo
conociéramos, pero ahora yo tampoco le hablo. Me gustaría echarlo del
monoambiente, pero, en primer lugar, el departamento en el que vivimos le
pertenece a Vicky y tomarme semejante atribución podría despertar sospechas en
torno a nuestro romance; en segundo lugar, vivir con él es la mejor manera de
tenerlo vigilado para que se acerque lo menos posible a mi madre. Además, estoy
convencido de que él me proveerá la clave para hallar a mi padre o conocer, al
menos, el verdadero motivo de su partida.
Samuel
y mi primo Luján, de Luján, asumieron mi regreso con discreta alegría. Quizá
como consecuencia de un mecanismo de defensa por la angustia que les habría
producido mi partida, actuaban como si nunca me hubiera ido. Durante mi
ausencia ninguno (ni siquiera el mimo, que dormía en el baño) ocupó mi cama.
¿Debía interpretarlo como una muestra de respeto o como una prueba más de que
soy prescindible para ellos?
Después
de que almorzamos los chorizos a la pomarola que había preparado Luján, Vicky
entró al departamento y me saludó como si fuéramos hermanos: con un beso en el
que sus labios apenas hicieron contacto con su mejilla. Temí que estuviera
enojada por algo que yo hubiera hecho e hice un repaso minucioso de los últimos
días tratando de rastrear algún comportamiento que fuera merecedor de su frialdad.
Por fortuna, pronto recordé su deseo de mantener nuestra relación en secreto
para proteger a Samuel. Ese era el motivo por el que se mostraba tan distante
conmigo y tan afectuosa con él.
En
un momento en el que mis convivientes se habían distraído jugando al “Dígalo
con mímicas”, Vicky se acercó a mí y, susurrando, me dijo:
—¿Así
que me estás organizando la revancha con “La Mole Moni”?
—¿Qué?
¿Cómo? ¿Qué? ¿Quién te dijo eso? —le pregunté, desconcertado.
—Arnoldo
—me respondió.
—¿Y
cuándo lo viste a Arnoldo?
—Está
mañana. Me pasó a buscar para que saliéramos a correr. Supuse que vos sabrías y
que era parte del entrenamiento.
—Eh…
Sí, sí. Claro que estoy al tanto —le dije para no perder autoridad como
coordinador de su entrenamiento.
La
verdad era que el gigantón la había pasado a buscar por su cuenta, que la
corrida matutina no era parte del programa de ejercicios y que la revancha con “La
Mole Moni” había sido un invento mío para hacer que Arnoldo, cuya fisonomía era
similar a la de La Mole, fuera sparring de Vicky y recibiera la golpiza que yo
no le podía dar.
—Buenísimo.
No veo la hora de volver a pelear —me dijo.
—Sí,
no quería decirte nada hasta que no estuviera confirmado, pero bueno, Arnoldo
se adelantó —le dije yo mientras masticaba la bronca que me había producido la
indiscreción del boludo de Arnoldo.
Ahora
voy a tener que inventar una excusa para dar de baja la pelea o, en su defecto,
tendré que acudir a Héctor “Bicicleta” Perales y convencerlo de organizar la
revancha entre su pupila y la mía.
Cuidado con Arbolado, los bo... Son peligrosos porqué al no tener lógica no podés prever dónde va a saltar el sapo, saludos
ResponderEliminarNo entiendo nada, Anó. ¿Habrá un mensaje cifrado dentro de tu comentario? ¡Qué misterio!
EliminarSaludos!
No quise decir arbolado, quise decir « Arnoldo », nombre de viejo, éste TE me tiene patilludo, dónde me descuido, hace lo que quiere, Jajaja, saludos
ResponderEliminarNo sé con exactitud cuál es el té al que hacés referencia, Anó, pero me imagino.
EliminarSaludos!
No quise decir arbolado, quise decir « Arnoldo » nombre de viejo si los hay, este TE me tiene patilluda cuando me descuido escribe lo que quiere, Jajaja, saludos
ResponderEliminarY sí... La reiteración por pérdida de memoria es uno de los primeros síntomas.
EliminarSaludos!