Hoy me desperté cantando “Celoso”, de Cienfuegos.
Ayer pasé el día con Vicky. Paseamos por toda la ciudad, un poco para
seleccionar nuevos puntos de interés para futuras excursiones de nuestro
proyecto turístico “El Pasea Porros”, pero sobre todo para estar juntos.
Estábamos estacionados frente a la Torre Monumental cuando me dijo que le
gustaría que volviera al monoambiente, que los demás me extrañaban y que no
creía que estuvieran preparados para arreglárselas sin mí. Al parecer mi
negativa no le gustó demasiado, porque se mostró ofendida y me pidió que la
llevara a la casa. Yo me había ilusionado con que volviéramos a pasar la noche
juntos, pero se excusó diciéndome que su padre se preocuparía.
Hoy, después del mediodía, pasé a buscarla y fuimos
al gimnasio para una jornada de arduo entrenamiento. Ni bien llegamos, Arnoldo
la recibió como si en lugar de conocerse hace apenas unos días, fueran amigos
de toda la vida: tomándola por la cintura con ambas manos, la levantó, le dio un
beso en la mejilla y volvió a dejarla en el piso. A mí me saludó con
indiferencia. Tuve ganas de hacerle saber que la mujer a la que había tomado
por la cintura era mi novia, pero estaba seguro de que Vicky se enojaría si
revelaba nuestro amor secreto, por lo que no tuve más remedio que reprimir el
impulso.
—Andá a ponerte los guantes que hoy vamos a empezar
con la bolsa —le dije.
—Primero tenemos que hacer la entrada en calor —dijo
Arnoldo y, tomándola de la mano, la llevó al sector de las máquinas.
Cada
vez que le indicaba un nuevo ejercicio, le colocaba la mano sobre el músculo
que estaba ejercitando y le daba una explicación resumida acerca de cómo
funcionaba esa parte de la anatomía humana. A mí me ponía sumamente nervioso
ver a esa montaña de músculos metiéndole mano a mi novia, pero qué se suponía
que hiciera, si a Vicky parecía no molestarle y Arnoldo desconocía la relación
que había entre nosotros.
Finalmente
terminaron con los ejercicios de calentamiento, hicimos unos minutos de bolsa y
después, con la intención de vengarme de Arnoldo, le dije que existía la
posibilidad de una revancha contra “La Mole Moni” y que como él tenía una
contextura física similar a la de la última rival de Vicky sería de mucha ayuda
si se colocaba unos guantes y hacía las veces de sparring. Mi intención era que
Vicky le pusiera una buena mano en la mandíbula; que lo castigara por haberse
sobrepasado durante la explicación de sus ejercicios, pero el plan no resultó,
porque Arnoldo aprovechó el entrenamiento para abrazarla una y otra vez, y
Vicky, que ya se había encariñado con él, se rehusó a pegarle con el peso
habitual de sus golpes. Desesperado al borde del cuadrilátero, le grité que le
pegara, que pusiera en práctica las combinaciones que veníamos ensayando. No
hubo caso. Ellos no hacían más que abrazarse y reírse. Fue tan grande mi
frustración, que tuve que suspender el entrenamiento.
—Es todo por hoy —les dije.
Necesito
que los demás sepan acerca de mi relación con Vicky, porque si las cosas siguen
como hasta ahora, los celos van a terminar por enfermarme.
No quisiera estar en tus zapatos, Don Natalio.
ResponderEliminarYo tampoco, Fernando. Por eso ando en pantuflas.
EliminarSaludos!
mejor pajaro en mano que cien volando
ResponderEliminarTemo que no estoy de acuerdo, Anó. Salvo que sean palomas con diarrea, creo que cien pájaros volando componen un espectáculo más lindo que un pájaro en la mano, que además puede transmitirte enfermedades.
EliminarSaludos!