Querida Vicky (te digo “querida” no en el sentido en el que suelen hacerlo esas tías abuelas que lo único que pretenden es menospreciar tu opinión por no haber vivido setecientos cuarenta y ocho años, sino simplemente porque te quiero):
Hoy me desperté cantando “Zamba para olvidar”, versión de Mercedes Sosa, y decidí escribirte esta carta. En otro momento le hubiera pedido a mi primo Luján, de Luján, que fuera a comprarme un lindo papel y un sobre a tono, pero, no sé si ya te habrás enterado, mi relación con los demás no estaba pasando por su mejor momento y decidí abandonar el monoambiente cuyas puertas me fueron abiertas por tu generosidad. Me hubiese gustado despedirme de vos personalmente, pero no creo tener el valor para mirarte a los ojos sabiendo que será esa la última vez que lo haga. Prefiero evitar el momento doloroso y conservar el recuerdo de los momentos felices que compartimos.
Ya la primera vez que te vi, con toda tu timidez y tus guantes de cocina, pensé que eras una Pelotuda hermosa. Al poco tiempo de haberte conocido, comencé a darme cuenta de que me había enamorado de vos (ahora que ya no volveremos a vernos no tengo miedo de confesarlo). Cada vez que, en días de humedad, siento un pequeño dolor en la mandíbula, me invade el recuerdo de aquel, nuestro primer beso. Algo similar me sucede cuando me corto las uñas de los pies y mi conciencia se extravía recreando las imágenes de la primera y única noche que pasamos juntos. ¿Te acordás del día que, pensando que estábamos yendo a un velorio, caímos en una fiesta swinger? ¿Y de la hermosa velada en la que le ganaste esa pelea antológica a “La Mole Moni”? Esa noche nos dimos nuestro segundo beso.
Te pido, si es que tengo derecho a pedirte algo, que nunca dejes de entrenar. En los más de veinte años que llevo siguiendo el boxeo y estudiando los movimientos y las características de los grandes campeones, nunca vi un cross de derecha tan potente como el tuyo. Seguramente Arnoldo conozca a algún entrenador que pueda continuar con mi trabajo. No te preocupes por mí. Yo soy prescindible, Vicky, tanto en tu carrera profesional, como en tu vida, como en la vida del mimo, Samuel y Luján.
Me llevé la furgonetita, pero te prometo que voy a encontrar la manera de juntar la plata para devolverles su parte a vos y a Samuel. Para compensar la molestia, te cedo los derechos intelectuales de “El Pasea Porros” así como mi parte de la sociedad. Fue un honor haber peleado con vos, codo a codo, contra la organización comandada por Daniel Amoroso y haber rescatado a tantos Pelotudos. Espero que encuentres la manera de continuar con esa obra. Dudo que algún día volvamos a vernos, por lo que te deseo una vida repleta de amor y felicidad.
Siempre tuyo,
Don Natalio Gris.
Don Natalio, en un comentario anterior te decía que no era para tanto, pero pensándolo mejor, me parece que dejar el monoambiente y todos sus integrantes es lo que te conviene.
ResponderEliminarDespués de todo, son una manga de perdedores que se han colgado de tu iniciativa.
1) El primo Luján, de Luján, era un cuasi esclavo de Burger King que si no fuera por vos no hubiera tenido el éxito que tuvo con los piantavotos de Ituzaingó.
2) Pablo es un negado que tuvo que elegir un nombre indigno como Samuel porque no se anima a pronunciar su propio nombre
3) El mimo, bueno, sin palabras.
4) Y Vicky, no quisiera herir tus sentimientos porque sé que es tu amada, pero si no fuera por vos, hoy por hoy estaría todavía con los guantes de cocina en vez de ser una probable campeona de boxeo y lider de los pelotudos olvidados por Amoroso.
Te felicito.
Muchas gracias, Fernando, por tratar de levantarme el ánimo, pero no creo ser merecedor de tanto reconocimiento.
EliminarSaludos!