Hoy me desperté cantando “Aunque no sea conmigo”, versión
de Enrique Bunbury. Anoche mis convivientes y Vicky se fueron sin decirme
adónde. Cuatro o cinco horas después, ya pasada la medianoche, volvieron a
entrar al monoambiente caminando en puntas de pie. Seguramente pensaban que yo
ya estaba durmiendo, pero no era así. De espaldas a ellos, recostado sobre uno
de los laterales de mi cuerpo, agucé el oído para escuchar lo que decían.
—¡Qué bien que salió todo hoy! —dijo Samuel entre
susurros.
—Sí, sin dudas fue el mejor que tuvimos hasta ahora
—comentó Vicky, también entre susurros.
¿El mejor qué? ¿Orgasmo? ¿Habían ido a un hotel? Por
suerte, para mi tranquilidad, mi primo Luján, de Luján, fue el próximo que
habló. El que estuviera con ellos ahuyentó los fantasmas de un posible romance
entre Vicky y Samuel.
—Sí, la pasamos muy bien —dijo—. Siento que por
primera vez disfrutamos la experiencia.
¿O acaso habían hecho un trío? ¡No, por Dios, otra
vez no! Temía que estuviera repitiéndose la historia que puso fin a mi relación
con mi ex acompañante terapéutica. Dando un salto, me levanté de la cama.
—¿Qué mierda está pasando acá? —les pregunté. Mis
gritos pusieron fin a la seguidilla de susurros.
—¡Natalio! —dijo Vicky— ¿Estabas durmiendo? No
quisimos despertarte. ¿Cómo te sentís?
—¡No quieran desviarme el tema con preguntas
capciosas! ¡Díganme! ¿Dónde estaban ustedes cuatro?
Creyendo que no lo vería por estar semi oculto
detrás de Samuel, el mimo le hizo un gesto a Luján.
—Sí, debe haberle vuelto a subir la fiebre —le
respondió mi primo.
—¡Qué fiebre ni que ocho cuartos! —le dije— ¡Vamos,
déjense de secretitos y díganme dónde carajo estuvieron toda la puta noche!
—Natalio —me dijo Vicky acercándose a mí—, antes que
nada bajá un cambio. No hay motivos para que nos faltes el respeto. ¿Querés
saber dónde estábamos? Bueno, estábamos trabajando.
—¡Ah! Ahora resulta que la promiscuidad es un
trabajo —dije entre dientes.
—¿Qué decís? ¿Sos boludo o estás delirando por la
fiebre? —me dijo, algo ofendida—. Si seguís actuando de esta forma te voy a
tomar la temperatura, pero por vía anal, y en lugar de un termómetro voy a usar
un matafuegos.
Le pedí perdón. Temía que estuviera hablando en
serio. Cuando aceptó mis disculpas y se tranquilizó un poco volví a preguntarle
dónde habían estado.
—Tuvimos una excursión con nuestro proyecto
turístico “El Pasea Porros”, ¿te suena? No te avisamos porque estás enfermo.
Pero no te preocupes, porque salió todo bien.
—Y ¿quién manejó? ¿Quién me reemplazó? —le pregunté,
desesperado.
—Arnoldo —dijo Luján y pestañeó repetidamente como
un niño enamorado.
No aguanté más. Exploté.
—¿Alguien puede decirme quién carajo es Arnoldo?
—pregunté a los gritos.
—¿Cómo que quién es Arnoldo? —me preguntó Vicky— Mi
preparador físico, el dueño del gimnasio. Si vos lo conocés.
—¿El Gigante Musculoso? —dije sorprendido.
—Sí, el musculoso —intervino Luján—, Arnoldo Jorge
Negri. ¡Es un genio!
Así que me habían reemplazado por otro, así que
el Gigante Musculoso había ocupado mi lugar al volante de la furgonetita Volkswagen, así que se
llama Arnoldo Jorge Negri, así que él es el famoso Arnoldo que tomó a Vicky o a Luján por la cintura. Es evidente que
esta gente ya no me necesita. Soy prescindible para todos ellos. Bueno, quizá
haya llegado el momento de que Don Natalio Gris siga su propio camino... Quiero que sean felices, aunque no sea conmigo.
Don Natalio, me parece un poco exagerado pensar que ya no te necesitan.
ResponderEliminarPero no está mal estar prevenido.
Sí, reconozco que pude haber exagerado un poco, pero es que están todos tan enamorados de Arnoldo, que me cuesta encontrar mi lugar en el grupo.
EliminarSaludos!
Natalio no te vayas, hace la prueba si querés y verás que te van a buscar, además el pasea porros es tuyo, no hay derecho, saludos
ResponderEliminarLo lamento, Anó, pero tengo que irme.
EliminarSaludos!