miércoles, 29 de mayo de 2013

Día 149 - La mosca que tumbó al gigante

Hoy me desperté cantando “Girls and boys”, de Blur. Anoche Vicky y yo nos abrigamos bien, salimos de recorrida y recuperamos a cinco pelotudos: Luis, que no tolera que el volumen del televisor quede en números impares; Mabel, que confunde y utiliza indistintamente las palabras “factura” y “empanada”; Lorenzo, que no sabe andar en bicicleta; Aníbal, que no sabe qué nombre le pondrá a su hijo si algún día tiene uno, y Lucrecia, que a los quince años perdió una pieza de un rompecabezas que hoy, veintitrés años después, aún no encuentra. Todos ellos fueron invitados a asistir esta noche a la primera sesión del Grupo de Contención y Rehabilitación para Ex Asistentes a Grupos de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos.

Mientras cantaba, comencé a sentir un leve ardor en la garganta, calor en la cabeza y mucho frío en las piernas. Le pedí a mi primo Luján, de Luján, que fuera a comprar un termómetro. Efectivamente, cuando volvió descubrí que mi temperatura ascendía a 38,5. Sabía que mi salud sufriría las consecuencias, pero no podía dejar pasar otro día sin resolver la continuidad de los entrenamientos de Vicky. Después de tomar la sopa caliente que Luján me preparó como almuerzo, pasé por su casa en la furgonetita y fuimos al gimnasio de mi antiguo barrio. Cuando íbamos a entrar, el Gigante Musculoso que me había negado la entrada la primera vez y que luego había querido llevarse mi escaladora, colmó la puerta con su gran humanidad y me detuvo extendiendo la palma de una de sus manos contra mi pecho.
—¿Qué hacés por acá? —me preguntó.
Su voz era extremadamente aguda y contrastaba tanto con el tamaño de su cuerpo que tuve que esforzarme para contener la risa.
—Nada —le dije—. Vengo a entrenar con mi pupila.
—No sos bienvenido —me dijo.
—¿Y vos quién te creés que sos para decirme a mí si puedo o no puedo entrar? —le pregunté, algo alterado.
—El dueño del gimnasio —me dijo.
Al parecer la fiebre estaba afectando mi juicio. ¿Quién era él para decirme si podía o no podía entrar? ¿Realmente le había preguntado eso? ¿Quién creía yo que era para creer que sobreviviría a un enfrentamiento con esa montaña de músculos?
Intenté pasar de todas formas. El Gigante Musculoso me tomó de la campera con la misma mano con la que había detenido mi avance, corrió la otra hacia atrás, giro levemente el torso y cerró el puño dispuesto a darme un golpe en la cara. Antes de que sus nudillos impactaran con mi rostro, un objeto extraño pasó a toda velocidad por delante de mí, le dio en la mandíbula y lo arrojó al piso. Por un momento me ilusioné con la idea de que había sido yo quien lo había tumbado —quizá la fiebre me había provisto del valor que nunca había tenido—, pero en seguida me di cuenta de que Vicky había sido la responsable de haberlo mandado a la lona. Al notar que el Gigante se proponía pegarme, se anticipó y le aplicó su  mortífero cross de derecha.
El tipo me miraba desde el piso, tomándose la mandíbula, sin comprender aún lo sucedido. Envalentonado, me aproxime unos pasos y mirándolo desde arriba le dije:
—La que acaba de golpearte es la futura campeona del mundo de peso supermosca. Necesitamos un lugar donde entrenar y un preparador físico. De vos depende decidir si querés que en adelante se la asocie con tu gimnasio o que vayamos a buscar otro.

Le extendí la mano para ayudarlo a levantarse y nos invitó a pasar a un cuartito al que se refería como su “oficina”. Allí acordamos que el Gigante con voz de pito sería el preparador físico de Vicky y que, a cambio de promoción en la indumentaria durante los combates, podríamos hacer uso ilimitado de las instalaciones de su gimnasio.

5 comentarios:

  1. Don Natalio, creo notar cierta posible categorización de problemas pelotudos. Por caso, tenemos:
    a) de lenguaje: tanto Samuel (que no utiliza vocablos con la letra que va entre la o y la q), como Mabel (que además de rimar con Samuel, confunde y utiliza términos de manera indistinta)
    b) de pérdida de objetos: Lucrecia, que ha perdido una pieza de un rompecabezas, y este otro chico que había perdido el control remoto (y no recuerdo el nombre, pero igual no conozco ningun nombre de hombre que rime con Lucrecia).

    En fin, tal vez sea una pelotudez encontrar parecidos en los problemas pelotudos, pero en una de esas sirve para formar distintos grupos con problemas similares.

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    1. Es una gran idea, Fernando. La voy a implementar.
      Muchas gracias.
      Saludos!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. "Grupo de Contención y Rehabilitación para Ex Asistentes a Grupos de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos."
    Esto me parece lo mejor del relato es muy muy gracioso. ¿Como sería posible que existiera un grupo semejante? es muy loco...

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    1. Muchas gracias, beaescribe. Fue un gran grupo y cumplió con una gran misión social en un momento crítico para los Pelotudos de la ciudad.
      Saludos!

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