Hoy me desperté cantando “Somos novios”, versión de
Luis Miguel. Anoche el mimo y Luján se quedaron cuidando a Samuel y Vicky y yo
salimos de recorrida y recuperamos a tres Pelotudos: Víctor, cuyo Problema
Pelotudo consiste en la incapacidad de silbar el Himno; Leonel, que no puede
reprimir el deseo de morder los caramelos que son para chupar, y Estefanía, que
bosteza cada vez que, tras el estornudo de un extraño, un tercero pronuncia la
palabra “salud”. A los tres los invitamos a asistir, el miércoles por la noche,
a la primera sesión del Grupo de Contención y Rehabilitación para Ex Asistentes
a Grupos de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos.
Cada día que pasa es un día perdido en el
entrenamiento de Vicky; un día en el que su estado físico se deteriora.
Seguramente aún conserve su derecha demoledora, pero este último mes perdió
algo de masa muscular y no es, ni por asomo, la mitad de la boxeadora que, en
la terraza del conventillo de Héctor “Bicicleta” Perales, noqueó a la temible
Mole Moni. Por eso, porque estaba preocupado por el futuro de su carrera
boxística, le pedí que me acompañara a un lugar. Como habían anunciado la caída
de granizo, fuimos caminando, porque nosotros podríamos refugiarnos fácilmente
debajo de un toldo, pero si salíamos en la furgonetita y nos agarraba el granizo
a mitad de camino, ¿dónde íbamos a meterla?
No sabría definir actualmente cuál es mi relación
con Vicky. No somos novios, de eso estoy seguro, pero también estoy seguro de
que nos une un vínculo más fuerte que la amistad. Mientras caminábamos rumbo al
lugar al que quería llevarla, nos tomamos de la mano y recorrimos así cuatro o
cinco cuadras. Después de tanto tiempo de haber estado cubiertas por guantes de
cocina, es lindo sentir el contacto con la piel de sus manos. Yo me había
puesto un pantalón algo ajustado y en una esquina cualquiera un hombre que
pasaba hizo un comentario elogioso y un tanto ordinario respecto a mi culo de
Jessica Cirio. No me ofendió. A esta altura, estoy acostumbrado. Pero,
llamativamente, Vicky soltó mi mano, se dio vuelta, alcanzó al piropeador y,
tomándolo del cuello, lo obligó a que me pidiera disculpas. Su reacción fue
violenta y eso es algo que tendremos que hablar, pero debo reconocer que me
hizo sentir bien con mi costado femenino. Mi culo se sintió cuidado y
contenido. A los pocos minutos se desató una tormenta furiosa. Intentamos
refugiarnos debajo de un toldo, pero el viento hacía que nos mojáramos de todas
formas. Cuando comenzaron a caer las primeras piedras, nos metimos en un
edificio cuya puerta había quedado mal cerrada y nos quedamos ahí hasta que el
clima se recompuso. Estábamos empapados, pero, de todos modos, seguimos
caminando hasta llegar al gimnasio de mi antiguo barrio, aquel del que me había
expulsado el Gigante Musculoso. Evidentemente, hay una fuerza superior que se
opone a que pueda desarrollar alguna actividad dentro de un gimnasio, porque
siempre que me propongo ir a uno, algo sucede. Esta vez un desperfecto en el
techo y la lluvia conspiraron para que el lugar se llenara de agua.
Acompañé a Vicky hasta su casa, caminé hasta el
monoambiente y me di una ducha caliente. Si ninguno de los dos se enferma como
consecuencia de habernos sometido al frío con el cuerpo mojado, volveremos
mañana.
Qué dulzura! Caminar bajo la lluvia de la mano de tu amada, saludos
ResponderEliminarSí, Anó, todo muy romántico, pero la gripe no me la quita nadie.
EliminarSaludos!
Don Natalio, ¿el Grupo de Contención y Rehabilitación para Ex Asistentes a Grupos de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos atiende por obra social?
ResponderEliminarNo todavía, Fernando. Por ahora sólo atiende por obra nuestra.
EliminarSaludos!