Hoy me desperté cantando “Persiana americana”, de
Soda Stereo. Ahora temo que, en lugar de conmigo, Vicky tenga una conexión
especial con el dj en mi cabeza. A primera hora de la mañana irrumpió en el
monoambiente y me dijo que, antes de ayudar a los Pelotudos que deambulan por
las calles de la ciudad, tendríamos que rehabilitar a Samuel y recuperarla para
la causa. Vicky no estaba usando los guantes de cocina. El suyo parecía un
problema superado, pero, por las dudas, para corroborar que sus uñas no
estuvieran comidas, tomé una de sus manos y se la besé a modo de saludo.
—¡Dale, boludo! —me dijo y me dio una bofetada que
interpreté como un gesto amistoso pero que, a causa del peso de su mano, hizo
que me doliera hasta el alma.
Me tranquilizó descubrir que sus uñas no habían
sufrido mordidas de ningún tipo.
—Está bien —le dije— ¿Qué se te ocurre para ayudar a
este Pelotudo?
—Había pensado que podríamos poner una persiana
americana delante del afiche y permitir que lo vea por un tiempo determinado,
que vaya disminuyendo día a día.
—De acuerdo —le dije—, pero decíselo vos, porque si
se lo digo yo me va a mandar a la mierda.
Mientras Vicky se acercaba a Samuel, que clavaba una
mirada hipnótica en el rostro de Daniel Amoroso, lo llamé a mi primo Luján y le
di indicaciones para que comprara los elementos necesarios para instalar la
persiana. Salió en seguida y el mimo se fue con él. Vicky se había sentado en
la cama junto a Samuel. Le acariciaba la cabeza y, a medida que avanzaba en sus
explicaciones, sus palabras se tornaban confusas, sus ideas iban dispersándose
y sus ojos se desviaban en dirección al afiche de Daniel Amoroso. A los pocos
segundos los dos lo contemplaban como unos descerebrados. De tanto en tanto
Vicky se llevaba un dedo a la boca pero, por el momento, no se mordía las uñas.
Movido un poco por los celos pero sobre todo por la
indignación que me había producido la debilidad de mi pupila, caminé hacia
ellos y me senté en mi cama decidido a informarle a Samuel que ya no podría
pasarse el día entero mirando el afiche, pero, al igual que Vicky, fui víctima
del influjo amoroso y me quedé mirando la imagen en silencio hasta que, unas
horas más tarde, Luján y el mimo regresaron e instalaron la persiana.
Vicky lleva varias horas tratando de hacerle
entender a Samuel que lo que estamos haciendo es por su propio bien, pero no
hay caso. Aunque no lo diga, sé que me culpa por todo el asunto de la persiana.
Quizá sea conveniente que Vicky se quede esta primera noche y lo ayude a
superar la abstinencia.
¿Me parece a mí, o el primo Luján, de Luján, y el Mimo tienen algo especial?
ResponderEliminarSí, Fernando, tu percepción es correcta. Tienen una amistad súper especial.
EliminarSaludos!
Difícil situación Natalio, pero a no desfallecer, ya vendrá el tiempo de calma, saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Anó, pero entre fallecer y desfallecer me quedo con la segunda opción.
EliminarSaludos!