sábado, 25 de mayo de 2013

Día 145 - Como dos enamorados

Hoy me desperté cantando “Dos en la ciudad”, de Fito Páez. Finalmente, anoche Vicky decidió quedarse a dormir para estar cerca de Samuel por si sufría alguna crisis. Fue una noche larga y difícil, porque Samuel se despertaba a cada rato y, exaltado, intentaba llegar hasta el afiche para arrancar la persiana de la que nos habíamos valido para cubrirlo. Los esfuerzos conjuntos de Luján, el mimo y yo apenas bastaban para contenerlo. Después de cada uno de sus arrebatos, Vicky se sentaba junto a su cama y, poniéndole una mano en la frente, lo consolaba hasta que se dormía. En más de una ocasión, con Samuel dormido, Vicky y yo nos miramos largamente, como dos enamorados.

A la mañana Vicky, Luján, el mimo y yo estábamos muy cansados. Casi que no habíamos pegado un ojo en toda la noche. Samuel, en cambio, estaba lleno de energías y nos alentaba a salir de paseo.
—¡Vamos! ¡Es 25 de Mayo! ¡Salgamos a celebrar el día de la Nación! —nos dijo.
Después de desayunar los pastelitos que Luján había preparado para la ocasión, fuimos hasta la furgonetita y partimos rumbo a Plaza de Mayo. En seguida, ni bien estacionamos, Samuel salió disparado y se perdió entre la multitud. Recién estaba comenzando su rehabilitación y no era conveniente que estuviera solo, por lo que nos organizamos, nos separamos en dos grupos y comenzamos a buscarlo. Vicky y yo íbamos por un lado, Luján y el mimo por el otro. Tras varias horas de caminar y caminar volvimos a encontrarnos. Nada, ninguno de los cuatro había visto nada. Los festejos habían terminado, la gente había comenzado a desconcentrarse y no había rastros de Samuel. Con el sabor de la resignación mezclándose en nuestros paladares con el almíbar de los pastelitos, subimos a la furgonetita y volvimos al monoambiente con la esperanza de que Samuel hubiera vuelto antes nada más que para recostarse a contemplar el afiche de Daniel Amoroso, pero no había sido así. No había nadie en el monoambiente y no había nada que pudiéramos hacer. Le dije a Vicky que la llevaría a su departamento y volvimos a salir.

No sé si fue un pálpito o el instinto o una mera casualidad, pero en lugar de tomar el camino más directo, me desvié y tomé la Avenida Corrientes. En la esquina en la que habían colocado un afiche gigantesco de Daniel Amoroso, un centenar de Pelotudos había cortado la calle y lo contemplaban sin reparar en el peligro al que se estaban exponiendo. Estacionamos y descubrimos que entre esos Pelotudos se encontraba Samuel. Vicky se acerco a él caminando lentamente, lo tomó por el brazo y se sentó junto a él en la parte trasera de la furgonetita. Cuando llegamos al monoambiente, Luján preparó una sopa caliente para Samuel. Yo la llevé a Vicky a la casa. En el camino decidimos que, hasta no estar seguros de que estuviera completamente recuperado, Samuel no podría quedarse solo ni por un segundo.

4 comentarios:

  1. Perdón Natalio, ayer pase por el cartel de corrientes, no pude más que reírme, saludos

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    1. Cuidado, Anó, no vaya a ser cosa que tu risa sea producto del lavado de cerebro.
      Saludos!

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  2. Se me ocurre que el problema pelotudo de Samuel tiene que tener una solución pelotuda.

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    1. Suena lógico, Fernando. Habría que analizarlo.
      Saludos!

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