Hoy me desperté cantando “Maravillosa esta noche”, versión de JAF. Anoche fui a buscarla a Vicky para asistir a una nueva sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Supuse que, tras lo sucedido en el Lugar Especial, el moderador no se presentaría, pero debía asegurarme. Además, estaba preocupado por Julio, Hernán y Pato. ¿Cómo sobrellevarían, en caso de producirse, la ausencia de su líder espiritual? Antes de salir, traté de convencer a Samuel de que viniera conmigo, pero estaba muy dolorido como consecuencia de su visita al dentista y, según dijo, lo único que calmaba su dolor era recostarse a mirar el afiche de Daniel Amoroso. No tenía tiempo para distraerme en sus caprichos, por lo que me fui.
Diez minutos antes de la hora pautada, estacioné en la esquina de la casa de Vicky y, sentado al volante de nuestra furgonetita, esperé a que saliera. Verla recorrer el trayecto que nos separaba fue una experiencia hermosa. Todavía se la veía algo frágil, pero su rostro había recuperado el color y la expresión. Subió a la furgonetita, me besó en la mejilla y emprendimos viaje. En el camino hablábamos como imagino que hablarían dos personas que fueron muy cercanas y vuelven a verse después de muchos años. Ella me hablaba con la timidez de las primeras veces y yo estaba tan nervioso como el día aquel en el que le había roto la boca de un beso y ella había roto mi mandíbula con un certero cross de derecha. Le conté acerca del golpe que el mimo, Luján y yo habíamos dado en el Lugar Especial; de la horda de Pelotudos que habían salido a las calles en busca de algún tipo de ayuda; del estado delicado en el que había caído Samuel. Ella me dio a entender que no la había pasado del todo bien durante los días en los que había estado desaparecida, pero no quiso entrar en detalles. Presumo que pasará mucho tiempo hasta que se atreva a contarme, por ejemplo, cuáles eran las imágenes que habían usado para lavarle la cabeza.
Llegamos al sitio en el que se llevaban a cabo las sesiones del Grupo, estacioné en la puerta e ingresamos. Sentados en sus respectivas sillas sobre el escenario, Hernán, Julio y Pato aguardaban en silencio. Cuando Vicky se acercó y les preguntó por el moderador, Pato saltó de su silla y se abalanzó hacia ella y la abrazó con fuerza. Julio estaba pálido y temblaba. Hernán miraba hacia el costado tratando, inútilmente, de contener las lágrimas. Esta gente necesita ayuda. Ellos y todos los Pelotudos que andan perdidos por la ciudad. Tendremos que hacer un relevamiento para averiguar cuántos grupos como el nuestro funcionaban en toda la ciudad y cómo están sobrellevando el abandono los Pelotudos de cada zona. Iba a compartir mis pensamientos con Vicky, a plantearle la necesidad de comenzar a recorrer la ciudad para asistir a esta gente, pero al parecer los últimos acontecimientos y el habernos distanciado acentuaron la conexión que desde el primer día existe entre nosotros, porque antes de que pudiera pronunciar una palabra, consoló a Pato, la ayudó a sentarse, se quitó los guantes y, arrojándolos al piso, dijo:
—¡Manos a la obra!
Me alegra que los asuntos con Vicky hayan tomado otro tinte. Bueno por ti. Sigo pendiente. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, María Eugenia. Me alegra que te alegres.
EliminarSaludos!
Bien por Vicky Natalio, es la persona indicada, saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Anó.
EliminarSaludos!
Don Natalio, ¿será que en esos días en que estuvo desaparecida, a Vicky le inculcaron o inocularon algo para que ayude a los pelotudos carentes de lider?
ResponderEliminarNo lo sé, Fernando. Pero ¿quién? ¿La gente de Amoroso o algún alma bondadosa? ¿Vos te enteraste de algo?
EliminarSaludos!
Yo no me enteré de nada. Supongo eso a partir de la actitud que tomó Vicky así de pronto.
EliminarOjo, lo que decís sobre la conexión que tienen puede influir también, y acaso lo mío sea una visión conspirativa de las cosas.
Ah, menos mal! Me había asustado. Todo puede ser, Fernando, pero confío en Vicky más que en mi madre, que no es mucho decir, pero bueno... Algo es algo.
EliminarSaludos!