martes, 21 de mayo de 2013

Día 141 - El agua contaminada

Hoy me desperté cantando “Qué quiere la Chola”, de Los Palmeras. Antes de levantarme, permanecí varios minutos en la cama contemplando el afiche de Daniel Amoroso que Samuel y yo habíamos colgado. Ese rostro tiene un poder hipnótico sobre mí y el haberlo mirado durante tanto tiempo me produjo mareos y un dolor de cabeza leve. Después de desayunar le pedí a mi primo Luján, de Luján, que acompañara a Samuel a un dentista para que lo revisaran por el diente que había perdido en la gresca del Lugar Especial y salí a caminar porque el mareo hacía que no fuera prudente que manejara.
A las pocas cuadras una mujer me detuvo colocando la palma de una de sus manos en mi pecho y me dijo que estaba desesperada, que tenía un problema y ya no quedaba nadie que pudiera ayudarla.
—Pero ¿qué te pasa? —le pregunté.
—No tolero los auriculares que se meten adentro del oído. Es como si mi cuerpo los rechazara.
Le sugerí la posibilidad de comprarse esos auriculares que, en lugar de meterse en el oído, envuelven la oreja, pero me respondió que nadie la entendía y siguió caminando.
Dos cuadras más adelante un joven me mostró sus manos. Las uñas de la izquierda mostraban una longitud normal; las de la izquierda eran sumamente largas, como si no hubieran sido cortadas en los últimos cuatro meses. Sin que le preguntara nada, me hablo como si estuviera confesando un pecado:
—No tengo fuerza en la mano izquierda y me es imposible cortarme las uñas de la mano derecha.
Tuve miedo de que me cortara la yugular con una de sus uñas descomunales, saqué de mi bolsillo las pocas monedas que llevaba conmigo, se las di y seguí caminando. Doblé en la esquina y me topé con tres personas de aspecto desmejorado que, según dirían más tarde, se llamaban Luciano Martín, Cristián Gonzalo y Lorena Hernán.
—¿Qué les pasa? ¿Qué hacen acá tirados? —les pregunté.
—Nada —respondió uno de ellos—. Los tres tenemos apellidos que parecen nombres y ya no hay nadie que nos ayude.
¿Qué estaba pasando? ¿Habían contaminado el agua de la ciudad? Por precaución, iba a llamar a Luján para que, al menos hasta que se supiera algo, no ingirieran ni bebidas ni alimentos, pero de repente, mientras a mi derecha un hombre soplaba con todas sus fuerzas lamentándose por ser incapaz de silbar y a mi izquierda una mujer intentaba, sin éxito, abrir un sobrecito de mayonesa de esos que dan en los lugares de comida rápida y un joven parado delante de mí volcaba arroz en una taza y me pedía que lo ayudara a calcular cuántos granos de arroz debía cocinar para que se alimentaran dos adultos y dos menores… de repente, tuve la impresión de estar familiarizado con la naturaleza de los problemas que agobiaban a esa gente. ¡Eran Problemas Pelotudos! Seguramente, nuestro golpe al Lugar Especial había hecho que los moderadores de los distintos Grupos de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos desaparecieran, se escondieran o se fugaran de la ciudad. En consecuencia, todos estos Pelotudos a los que les habían dinamitado la confianza para que se volvieran maleables quedaron desamparados y, despojados de la asistencia y la contención que les habían generado dependencia, están siendo desbordados por sus Problemas Pelotudos.
¿Y ahora? ¿Quién podrá ayudarlos? ¿Cómo estarán sobrellevando la situación mis compañeros de grupo: Hernán, Julio y Pato? ¿Y Vicky? ¿Cómo se sentirá mi amada? ¿Seré yo, Don Natalio Gris, el encargado de asistir a tanto Pelotudo suelto?

6 comentarios:

  1. Y bueno Natalio, seguramente algún ¿Oscuro? designio, hizo que vos fueras inmune a todo ese circo, tal vez puedas hacer algo, saludis

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    1. No te creas, Anó, que soy inmune a todo esto. Tal vez mi paranoia y el haber sido el último en incorporarse al Grupo me resguardaron un poco.
      Saludis!

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  2. Y bueno Natalio, seguramente algún ¿Oscuro? designio, hizo que vos fueras inmune a todo ese circo, tal vez puedas hacer algo, saludis

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    1. Sabias palabras, Anó. Creo que alguien, no hace mucho, me dijo algo muy parecido.
      Saludis!

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  3. ¿Escribir 2 veces el mismo comentario puede ser considerado un problema pelotudo?

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    1. Yo creo que sí, Fernando, pero no me atrevería a confirmarlo.
      Saludos!

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