Hoy me desperté cantando “Desapariciones”, de Maná. A más de cuarenta y ocho horas de su desaparición, no hemos recibido noticias acerca del paradero de Vicky. La vi por última vez en la madrugada del domingo. Estaba sentada en el Lugar Especial, en el cuartito en el que nos lavan la cabeza. Gracias a mi intervención, no había consumido bebidas en toda la noche, por lo que su organismo estaba libre de las drogas que utilizan para que no nos resistamos ni recordemos nada que tenga que ver con el SPAM (Sistema de Persuasión Automatizante y Masiva). ¿Qué hizo Vicky luego de descubrir la verdad? No lo sé, porque me durmieron de un golpe en la cabeza y desperté varias horas después, tirado y ensangrentado en la parte trasera de mi furgonetita.
¿Tendría que llamar a la policía y denunciar su desaparición? A decir verdad, no creo que sea ni productivo ni prudente. No sería productivo porque su padre no está preocupado por su ausencia, la considera un hecho habitual, y ni bien lo llamen para preguntarle, desistirán de buscarla. No sería prudente porque, de acuerdo a lo que pude inferir de mi conversación con Daniel Amoroso, esta organización tiene un alcance mucho más grande del que puedo imaginar y no sería extraño que la policía estuviera involucrada. Mejor sería que la buscáramos nosotros. Para aumentar nuestras chances de obtener algún resultado, tendríamos que organizarnos. Mientras desayunábamos, diseñamos un plan de acción: Samuel visitaría a amigos y familiares de Vicky para saber si alguien se había contactado con Vicky a partir de la madrugada del domingo; el mimo recorrería las plazas de la ciudad y recabaría información entre los artistas callejeros; Luján buscaría a sus amigos de la murga itinerante “Los Piantavotos de Ituizangó” y organizaría un rastrillaje de todo el conurbano bonaerense; yo recorrería las calles dejándome arrastrar por el instinto y la intuición. Estoy convencido de que a Vicky y a mí nos une un vínculo que excede la categoría de compañeros del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos, y excede la relación entre un entrenador y su pupila, y excede los lazos existentes entre un locador y un locatario. Esa magia inexplicable que nos une alimentó en mí la ilusión de que siguiendo mis pálpitos la encontraría.
Manejando mi furgonetita Volkswagen, pasé dos o tres veces por la puerta del Lugar Especial, estacioné a la vuelta y, tras inspeccionar la manzana, trepé un tapial y me metí en un terreno baldío que conectaba con la parte trasera del boliche. Allí encontré una entrada trasera cuya cerradura no pude forzar y una ventana de vidrio roto que era demasiado pequeña como para yo la atravesara. En caso de considerarlo necesario, regresaré con el mimo o mi primo Luján. Estoy seguro de que sus cuerpos, que son mucho más pequeños, cabrían en el hueco de la ventana. Luego de recorrer la ciudad sin un plan definido y antes de volver al monoambiente, estacioné en la esquina de la casa de Vicky y permanecí allí durante unos cuarenta minutos. La indolencia de su padre me resultaba sumamente sospechosa y quería ver si detectaba algún movimiento extraño. Cerca de las diez de la noche se encendió la luz de la entrada. El padre de Vicky salió y, mirando repetidamente hacia ambos costados, apoyó contra un árbol una bolsa de residuos gigantesca. Luego volvió a entrar y apagó la luz.
Es casi medianoche y estoy solo en el monoambiente, sentado en medio de un montón de basura inservible. Sí, me traje la bolsa que sacó el padre de mi amada y la vacié en mi departamento para analizar el contenido, pero no sirvió de nada. Cáscaras de banana, latas de choclos en grano, cáscaras de huevo, vidrios rotos, pedazos de cartón y un montón de otros desechos que conforman lo que parece la basura de un mes. Luján abre la puerta y entra al departamento. Se lo ve muy cansado. Lo miro a los ojos y, con un gesto, le pregunto si tuvo suerte.
—Nada —me responde y camina hasta el baño sorteando residuos.
Entra Samuel. La secuencia se repite. Su respuesta es la misma: “nada”. Detrás de él entra el mimo, lo miro, me mira y, comprimiendo los labios, sacude la cabeza en signo negativo.
Don Natalio, sí el padre no está preocupado seguramente es porque ha pasado otras veces, yo lo vigilaría, él debe saber algo, ah me olvidaba, cuando revuelva basura póngase alcohol en gel y desinfecte con un antibacterial, saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Anó. Lamentablemente, con la desesperación que tenía, no tomé ninguna de esas precauciones. Espero no haberme infectado.
EliminarSaludos!
Es un alivio saber que en la basura había solamente basura. Juro que por un instante, mientras el padre de Vicky sacaba la bolsa, se me vinieron a la cabeza pensamientos que mejor no exteriorizar.
ResponderEliminarSí, Fernando, yo también imaginé lo peor.
EliminarSaludos!