Hoy me desperté cantando “Anybody seen my baby”, de The Rolling Stones. Inesperadamente, Samuel se levantó de su cama y cantó conmigo. A decir verdad, daba la impresión de que su único propósito era el de tapar mi voz con la suya, porque, en lugar de cantar, gritaba como un condenado. Sospecho que la explicación de su conducta se encuentra en el significado de la letra de la canción, pero con todo este asunto de la desaparición de Vicky, no tengo ni ganas ni tiempo como para pasarla por el traductor de Google.
Me sentía mareado y todavía me dolía la cabeza por el golpe que me habían dado en el Lugar Especial. Mi estado ameritaba que visitara la guardia de un hospital, pero si no tenía tiempo para traducir la letra de una canción en Google, tampoco lo tenía para ocuparme de mi salud. Teniendo en cuenta que él tiene una mejor relación con el padre de Vicky, le pedí a Samuel que lo llamara y le preguntara si su hija había regresado.
—No contesta el teléfono —me dijo Samuel tras varios intentos fallidos.
—Bueno, vamos hasta la casa —le dije y salimos.
Estacioné en la esquina y le pedí que fuera solo, porque no quería que mi presencia condicionara al padre de mi amada. Desde allí pude ver cómo, durante diez minutos, Samuel insistía con el timbre, golpeaba la puerta y hacía palmas sin que nadie lo atendiera. Cuando ya se había resignado y estaba dando los primeros pasos rumbo a la furgonetita, sucedió algo que lo hizo regresar sobre sus pasos. Alguien había abierto la puerta de la casa de Vicky. Desde mi ubicación no llegué a distinguir quién había sido y me pasé las horas siguientes preguntándome si habría sido Vicky o habría sido su padre.
Samuel regresó a las dos horas llevando un sándwich a medio comer en una mano y un puñado de caramelos en la otra.
—¿Y? —le pregunté con desesperación.
—¡Qué buen hombre el ascendiente de Vicky! Cada vez que vengo, me atiende como si fuera su hijo. No me dejó irme sin que comiera algo y me regaló estos caramelos. ¿Querés uno?
—¡Pero, decime una cosa! ¿A vos te hicieron una lobotomía? ¿Caramelos me convidás? ¿Dónde está Vicky? ¿Le preguntaste por Vicky?
—No sabe —me dijo.
—¿No sabe? —le pregunté y, por los nervios, aceleré la furgonetita a fondo— ¿No sabe dónde y vos te pasaste dos horas boludeando ahí adentro en lugar de venir a decirme lo que te había dicho?
—¡Eh! Andá más lento que vamos a chocar —me dijo—. No hay de qué alarmarse. La Victoria es así. A veces se va sin avisar y unos días más tarde vuelve.
¿La Victoria es así? ¿A veces se va sin avisar y unos días más tarde vuelve? Hay algo extraño en la pasividad de Samuel y en la indolencia de su padre. Me niego a quedarme cruzado de brazos esperando a que vuelva, más sabiendo que desapareció luego de haber descubierto lo que realmente sucede en el Lugar Especial.
Natalio! Está vez si que la cosa está difícil, se prudente, SUERTE
ResponderEliminarMuchas gracias, Anó. Trataré de manejarme con prudencia.
EliminarSaludos!
¿Y si hay alguna relación entre La Victoria y la Sidra, que no necesita de una ocasión especial para desaparecer?
ResponderEliminarNo conozco a esa tal Sidra, Fernando, pero seguiré la pista.
EliminarSaludos!