Hoy me desperté cantando “Perdóname”, de Camilo Sesto.
Anoche, luego de que Samuel se recompuso del ataque que le había provocado el
ver a Isabel Sarli en la pantalla de la computadora, Vicky se quedó unas horas para
cuidarlo. Antes de irse, se despidió de Samuel, del mimo y de Luján. A mí no me
saludó. De todos modos, la seguí hasta la puerta y le ofrecí llevarla hasta su
casa en la furgonetita. No me respondió, por lo que la seguí hasta la calle y
caminé junto a ella insistiéndole con el ofrecimiento a lo largo de tres o cuatro
cuadras, pero no hubo caso. Vicky estaba ofendida conmigo y se negaba a
hablarme.
Si bien soy consciente de no haber hecho nada malo,
necesito que me perdone antes de que esta noche vayamos al Lugar Especial. Ni
bien terminamos de desayunar, subí a la furgonetita y manejé hasta su casa.
Toqué timbre. El padre de Vicky abrió la puerta.
—¡Victoria no quiere verte! —me dijo asomando la
cabeza y, sin darme tiempo a decir nada, volvió a cerrar la puerta.
Regresé al monoambiente. Cuando llegué, mis
convivientes se preparaban para almorzar, por lo que puse un plato más y comí
con ellos. Al terminar, le pedí a mi primo Luján, de Luján, que me acompañara a
hacer algunas cosas.
—¿Qué es lo que tenemos que hacer? —me preguntó
después de que puse en marcha la furgonetita.
Le conté lo que había pasado con Vicky y le dije que
necesitaba que la convenciera de que al menos escuchara lo que tenía para
decirle.
—Es que, la verdad, Natalio, te fuiste al carajo —me
dijo—. ¿Cómo vas a festejar que le haya dado un ataque a tu socio, conviviente
y amigo?
—Mirá, Luján, hay cosas que están pasando que, por tu
seguridad, yo no puedo contarte, pero te pido que confíes en mí. Yo no estaba
festejando que a Samuel le haya dado un ataque. Si todo sale bien, algún día te
vas a enterar.
Estacioné a la vuelta de lo de Vicky para que no me
vieran cuando abrieran la puerta y Luján bajó. A las dos horas regresó con
Vicky.
—Va a venir con nosotros para ver cómo sigue Samuel —me
dijo y me guiñó un ojo.
En el camino, supongo que como una excusa para
dejarnos solos, Luján me pidió que lo dejara en una esquina determinada porque,
según dijo, tenía una reunión con la gente de la murga itinerante “Los
Piantavotos de Ituizangó”. Sabía que no podía contarle la verdad a Vicky,
porque no iba a creerme si no tenía pruebas para presentarle. Como necesitaba
que nos amigáramos antes de ir al Lugar Especial, opté por mentirle en relación
a los motivos que me habían llevado a celebrar el ataque que había sufrido
Samuel. Le dije que desde que habíamos rescatado a Luján del conventillo, cada
día se acercaba un poco más a Samuel y se alejaba un poco más de mí; que los
celos me habían llevado a caer en la infamia de celebrar la desgracia de un
amigo.
Vicky aceptó mis disculpas. Sin embargo, me doy cuenta
de que la confesión del motivo la decepcionó profundamente. Ninguno de los dos
volvió a hablar hasta que llegamos al monoambiente. Allí saludó al mimo y se
acercó a Samuel, que se había recostado con el objetivo de reponer fuerzas.
Estoy contento porque me perdonó, pero soy consciente de que tendré que
esmerarme, y mucho, para que algún día pueda verme a los ojos sin recordar todo
esto.
Errar es humano, dijo el pato y se bajo de la gallina, perdonar es divino, dijo la gallina y salio corriendo atras del pato
ResponderEliminarMuchas gracias, Anó, por la enseñanza, pero no veo cómo el que errar sea humano justificaría la equivocación de un pato.
EliminarSaludos!
Don Natalio, celebro que Vicky te haya perdonado.
ResponderEliminarPero te recomiendo FERVIENTEMENTE que anotes esto que le dijiste. En tu celular, que te hagas un tatuaje como el tipo de la película Memento, que te hagas un nudo en la oreja derecha o algo.
Porque, pasada una semana, vos te vas a olvidar, pero ella NO.
Y será tremendo, TREMENDO, el resultado.
Muchas gracias, Fernando. Trataré de recordar tu consejo.
EliminarSaludos!