Hoy me desperté cantando “Pizza conmigo”, de Alfredo
Casero. Tomando la canción como una sugerencia, ni bien terminó de preparar el
desayuno, mi primo Luján, de Luján, se puso a amasar las pizzas que comeríamos
en el almuerzo. El miércoles descubrí que las imágenes de Nicolas Cage no
producen ningún efecto en Vicky y en Samuel, por lo que sospecho que, para
lavarnos la cabeza, en el Lugar Especial utilizan un video distinto para cada
uno, con imágenes que nos remiten a momentos felices y placenteros. Para
corroborar mi hipótesis, me propuse dedicar el día entero a averiguar qué es lo
que produce en mis socios el mismo efecto que producen en mí las películas del
mejor actor del mundo.
Ni bien terminamos de desayunar, la llamé a Vicky y,
con la excusa de ajustar algunos detalles relativos a nuestro proyecto
turístico, le pedí que viniera a cenar. Después de cortar, me senté cerca de
Samuel, de modo que él pudiera ver la pantalla y, uno tras otro, me puse a ver
videos de temáticas variadas. Comencé con la música, y vi videos de todos y
cada uno de los artistas que me vinieron a la mente, pero, a excepción de algún
comentario casual, ninguno de ellos provocó reacción alguna en mi conviviente.
Empecé, entonces, a ver fragmentos de películas en las que aparecieran los
actores más famosos de Hollywood, pero no tuve éxito. George Clooney, Brad
Pitt, Matt Damon, Marlon Brando, Johnny Depp, Susan Sarandon, Tim Robbins, Julia
Roberts, Scarlet Johansson y muchos, muchos más. Ninguno de ellos le movería un
pelo. Pensé en las imágenes lindas de la infancia y busqué dibujitos animados
de la época en la que él había sido niño, pero no tuve éxito. Pensé, entonces,
en el cine nacional: Porcel y Olmedo, Tristán, Rolo Puente, Sandrini, los
Exterminator… pero nada.
Tras seis horas de búsqueda infructuosa, me ganó la
resignación. Dejé la computadora sobre la mesa y me recosté en mi cama. Tantas
horas frente a la pantalla habían hecho que me doliera la cabeza y me ardieran
los ojos. Necesitaba descansar unos minutos. De repente, un golpe seco y
estrepitoso hizo que me reincorporara. Samuel, que se había sentado frente a la
computadora, en la silla que yo acababa de abandonar, había caído al piso. Su
cuerpo temblaba, tenía los ojos en blanco y largaba espuma por la boca. Luján y
el mimo corrieron hasta donde él estaba para asistirlo y yo me acerqué para descubrir
qué le había producido el ataque. En la pantalla corría una escena de la
película “Carne”, protagonizada por Isabel “La Coca” Sarli. Así que Samuel era
un fanático de “La Coca”. Fue tal la emoción que me invadió tras el
descubrimiento, que, como Silvio Soldán cuando en Feliz Domingo encontraban la llave que abría el cofre, me puse a dar saltos de felicidad. Cuando Vicky entró
al monoambiente, se encontró con esa escena: Samuel sufriendo un ataque, Luján
y el mimo haciendo lo imposible para asistirlo y yo celebrando como un
estúpido. Sin darme oportunidad de explicarle lo que había sucedido, me
insultó, me apartó de un empujón y se agachó para sostenerle la cabeza mientras
volvía en sí.
—¿Qué sucedió? —preguntó Samuel.
—Nada, nada, tranquilo —le dijo Vicky y le acarició la
frente.
¡Qué suerte la mía! ¿Cómo voy a hacer para que Vicky
me perdone por esto?
Don Natalio, lo mejor para que Vicky te perdone es contarle la verdad. Es decir, que vos estabas soñando que ella ganaba la corona del mundo por knock out en el cuarto round, y que vos empezaste a saltar de alegría, pero, en realidad, el que había caído era Samuel y vos no entendías muy bien qué le había pasado.
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando, por el consejo. Como dice el poeta: "Una mentira que nos haga zafar puede más que una verdad que nos hunda de por vida".
EliminarSaludos!