Hoy
me desperté en la parte de atrás de mi furgonetita Volkswagen, cantando “América”,
de Nino Bravo. Tengo que conseguir un lugar para vivir, y debo hacerlo de
manera urgente, porque dudo que mi cuerpo tolere una noche más durmiendo en
estas condiciones. Al dolor de cintura habitual, está mañana se sumaron un
dolor de cabeza intensísimo, mareos y nauseas, todas consecuencias de mi
primera visita al sitio cuyo nombre no debería pronunciar, pero, como ya me
cansé de tantas prohibiciones y misterios, voy a pronunciar de todas formas: el
Lugar Especial.
Las
vivencias se suceden en mi memoria como imágenes aisladas que no respetan su
orden cronológico. No es mucho lo que recuerdo y hasta temo que en algún
momento de la noche alguien me haya dado una bebida contaminada con burundanga o alguna droga semejante. Recuerdo, sí, que estacioné mi furgonetita a la
vuelta de la casa de Vicky, la loca de los guantes de cocina, porque habíamos
acordado que pasaría a buscarla. A los pocos minutos, dos personas cubiertas
por túnicas y capuchas blancas subieron a la parte trasera de mi furgonetita.
En un principio, sentí miedo, pero después vi que una de ellas llevaba puestos
guantes de cocina y oí que la otra, que se había quedado rezagada, le pedía a
la primera que la “aguardara”. Solamente Vicky sería capaz de combinar guantes
de cocina con una túnica y una capucha blancas y sólo Samuel utilizaría el
verbo “aguardar” en lugar de “esperar”, al menos en Buenos Aires.
—¿Y
tu disfraz? —me preguntó Vicky.
No
supe qué responder. Lo había olvidado.
—Sabía
que esto iba a pasar. Tomá —me dijo y me arrojó lo que parecía una sábana
blanca.
Manejé
hasta la dirección que me habían indicado, estacioné, me puse mi túnica, cubrí
mi cabeza con la capucha y caminamos una o dos cuadras hasta la puerta del
Lugar Especial. Si bien nunca había entrado, ya conocía el sitio.
—¡Esto
es Amerika! —le dije a Vicky.
—¡Callate,
Nino Bravo! ¿O querés que nos echen a la mierda? —me dijo ella.
Sentí
tanto miedo como desconcierto. Por lo que tenía entendido, Amerika era un
boliche dentro del cual todo estaba permitido. En la puerta, dos patovicas negaban el ingreso a aquellos cuya túnica no luciera un blanco inmaculado. Por
suerte, las nuestras estaban impecables. Adentro sonaba música tecno a un volumen
muy alto y me impresionó la multitud de encapuchados que, colmando la pista de
baile, seguían el paso propuesto por un encapuchado que bailaba sobre un
escenario. Por un momento pensé que algún productor de Hollywood habría
decidido filmar en Argentina un musical acerca del Ku Klux Klan. Vicky y Samuel
me arrastraron hasta la pista de baile. El ejercicio, el traje y la muchedumbre
me producían mucho calor. A mí y a todos los demás. Por suerte, las bebidas
eran gratuitas y muchas mozas desfilaban por la pista ofreciéndonos una variedad
inagotable de tragos. Creo que bebí demasiado y comencé a marearme. Las luces
de flash aumentaban mi confusión. No recuerdo mucho más. Sé que en algún
momento caminé a través de un pasillo completamente oscuro; sé que muchas manos
pellizcaron mi culo femenino y perfecto; sé que el pasillo concluía en una
puerta roja; sé que atravesé esa puerta, pero no tengo registro de lo que
ocurrió después. Sólo recuerdo que desperté en la parte de atrás de mi
furgonetita, aún vestido con la túnica y la capucha blancas, cantando la
canción de Nino Bravo. Lo más extraño de todo es que tengo la impresión de
haber soñado con un rostro que me resulta familiar, pero que no logro
identificar; un rostro que, desde que desperté, invade todos y cada uno de mis
pensamientos. ¿Quién será ese sujeto?
Entonces el lugar especial está oculto en una discoteca y es tan especial que no quieren que te acuerdes de él. Se más listo que ellos la próxima vez, que ya quiero saber que tiene de especial además de tener que participar pareciendo del Ku Kux Klan.
ResponderEliminarMuchas gracias, Rompecabezas y Matices, pero me parece que me estás pidiendo demasiado al reclamarme que sea más listo.
EliminarSaludos!
Que cosa extraña, Don Natalio, lo que relatás en este capítulo. Verdaderamente extraño.
ResponderEliminarSí, Fernando, el secreto que esconden parece ser mucho más profundo de lo que había imaginado.
EliminarSaludos!
No leí los anteriores, Natalio, pero este me ha dejado con mucha intriga.Esperó la continuación.
ResponderEliminarMuchas gracias, Alberto Osvaldo.
EliminarSaludos!
No te habrás cruzado con tu padre?
ResponderEliminarLo desconozco, Anó. ¿Por qué lo preguntás? ¿Te enteraste de algo?
EliminarSaludos!
Intuición, tal vez el mimo lo vio y le contó de vos, y te conoce porque te vio fe lejos, y te siguió al boliche, no sé, es intuición, saludos
ResponderEliminarAh, no sabría decirte, porque no está permitido quitarse la capucha, pero tampoco me atrevería a contradecir tu intuición.
EliminarSaludos!