Hoy
me desperté en la parte de atrás de mi furgonetita Volkswagen, cantando “Total eclipse of the heart”, de Bonnie Tyler. Me quedé recostado hasta mucho después
de haber concluido la canción. Llevaba más de tres días sin bañarme y, además
de roñoso, me sentía triste y deprimido. Como suele pasarme últimamente, la
tristeza me condujo al recuerdo de mi padre y a preguntarme por dónde andará.
El mimo de Plaza Francia, que dijo haberlo conocido, había respondido, al ser
preguntado por su paradero, dibujando un triángulo con el movimiento de sus
manos. ¿Qué me habría querido decir? Tenía que averiguarlo.
Invertí
una parte del poco dinero que me quedaba en comprar pinturas para la piel, me
pinté la cara de blanco y me dibujé una sonrisa roja e invertida de payaso
triste. Debo haber asustado a más de uno manejando por las calles porteñas con
ese aspecto, pero, como el mimo se negaba a hablar, necesitaba interactuar con
él en su propio lenguaje. Estacioné cerca de la plaza y caminé hasta
encontrarlo. Cuando me acerqué, estaba entreteniendo a un grupo de turistas. Le
toqué el hombro y de alguna manera me las arreglé para preguntarle por mi
padre. Debe haberme entendido, porque sus manos repitieron el gesto que habían
hecho la primera vez. Traté de reproducir el gesto que hizo y, haciendo un
montoncito con una de mis manos, le pregunté qué me había querido decir.
Entonces movió los brazos, imitando, tal vez, el aleteo de un ave. ¿Sería una
cigüeña? ¿El triángulo representaba la Torre Eiffel? ¿Mi padre se había ido a
Paris? Para corroborarlo, puse mis brazos de modo que pareciera que estaba
meciendo a un bebé, pero él respondió con una negación rotunda y encadenó una
serie interminable de pantomimas que no conseguí descifrar. Insistí unos
minutos más pero no hubo caso. No pude entender lo que quería decirme y tuve
que dejarlo ahí, porque necesitaba encontrar un lugar para bañarme y vestirme para,
esta misma noche, acompañar al moderador y a mis compañeros del Grupo de Ayuda
para Gente con Problemas Pelotudos al sitio cuyo nombre no debe ser
pronunciado.
Recordé
que en la estación de GNC de la que me habían despedido había un baño pequeño
que tenía una ducha. Estacioné a unas cuadras y me acerqué caminando. Desde la
esquina de enfrente, procuré llamar la atención de mis ex compañeras agitando
mis brazos en el aire. No había fila de clientes, sino que recibían un auto de
tanto en tanto, pero, aunque estaban desocupadas y daba la impresión de que me
habían visto, las pinturas que cubrían mi rostro les habrían impedido
reconocerme. Escondiéndome detrás de los autos que pasaban me acerqué hasta los
surtidores y les pregunté si el encargado estaba por ahí. Me reconocieron y
quisieron fundirse conmigo en un abrazo, pero al descubrir lo mugriento que
estaba cambiaron de opinión. Sin necesidad de que les pidiera permiso para
hacerlo, me sugirieron que tomara una ducha en el bañito de la estación.
—¿Y
el encargado? —volví a preguntarles.
—Nos
dijo que tenía que irse más temprano, pero dejó en claro que no nos diría
adónde iba. Está actuando raro últimamente.
Finalmente
pude bañarme y, de algún modo, el agua aplacó la tristeza que me embargaba.
Ahora estoy sentado al volante de mi furgonetita Volkswagen, estacionado a la
vuelta de la casa de Vicky, la loca de los guantes de cocina, aguardando a que
venga para irnos al Lugar Especial… Perdón, al sitio cuyo nombre no debería
haber mencionado.
No estés triste Natalio, saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Anó.
EliminarSaludos!
Aha! Ya me temía yo que este encargado tenía algo que ver con el líder del GAGPP. (El de los problemas pelotudos, claro, porque también está el GAGPP de los pasea porros)
ResponderEliminarYo ya no sé qué creer.
EliminarSaludos!