Hoy me desperté cantando “Cinéma vérité”, de Serú Girán. No sé si esa habrá sido la intención del dj en mi cabeza, pero el nombre de la canción me sugirió una idea. El miércoles primero de mayo haremos la primera excursión oficial de nuestro proyecto turístico “El Pasea Porros”. Aprovechando que mi relación con Samuel, el mimo de Plaza Francia y mi primo Luján no pasa por su mejor momento, organicé una jornada de cine en la que veríamos la película World Trade Center, que nos permitiría reflexionar acerca del trabajo en equipo. En realidad, toda esa historieta del “trabajo en equipo” no era más que una excusa para saber cómo reaccionaban Vicky y Samuel al ver a Nicolas Cage en la pantalla y tratar de que recuperaran, de algún rincón del subconsciente, el recuerdo de lo sucedido en el cuartito del Lugar Especial en el que se dedicaban a lavarnos el cerebro.
Cuando llegó Vicky, Luján ya había preparado seis baldes de pochoclos, cada uno de una variedad distinta: salados, dulces, mixtos, acaramelados… El mimo y Samuel habían corrido la cama marinera y habían dispuesto los colchones en torno al televisor. El entusiasmo que todos mostraban me colmó de ilusión respecto a la posibilidad de que la jornada de cine cumpliera con su propósito apócrifo y terminara uniéndonos. En lo que fue interpretado como un gesto amistoso, invité a Vicky y a Samuel a sentarse en el colchón del centro. Fue un gran sacrificio, porque sabía que, como llevaba puestos sus guantes de cocinia, Vicky le pediría a Samuel que le diera los pochoclos en la boca, pero necesitaba que estuvieran frente al televisor para recrear de la mejor manera las condiciones del cuartito del Lugar Especial. Yo me senté a un costado, entre el mimo y Luján. Ya habíamos apagado las luces, ya habíamos cubierto nuestras piernas con frazadas, ya habíamos iniciado la película, ya se dejaba oír el ruido de dientes triturando pochoclos, ya había terminado la presentación de Paramount Pictures cuando Samuel habló:
—¿Cómo se llama el film?
—World Trade Center —le respondí aliviado. Por un momento había temido que me dijera que, a causa de su inconveniente con la letra “p”, se rehusaba a ver cualquier película distribuida por la Paramount.
—¿Quién la protagoniza? —preguntó Vicky.
Tras tomar aire y sentir que el orgullo colmaba mis pulmones e inflaba mi pecho, le dije:
—¡El único, el inigualable, el grandísimo Nicolas Cage!
De manera inmediata, como si la pronunciación del nombre del mejor actor de Hollywood hubiera activado un eyector en los colchones, Samuel, Vicky, el mimo y Luján se pusieron de pie y, entre voces de queja y fastidio, se fueron a jugar al “Dígalo con mímicas” en la otra punta del monoambiente.
¡Qué se jodan! Yo no iba a perderme la oportunidad de ver una obra maestra. Tomé dos baldes de pochoclo y me pasé al colchón del centro para gozar de mayor comodidad. Vestido de bombero, luciendo unos bigotes que dotaban de mayor sensibilidad a su rostro multiexpresivo, el gran Nicolas Cage apareció en escena. No recuerdo nada más. Cuando recuperé el conocimiento Luján estaba golpeándome la cara con la palma de una mano y Vicky me arrojaba agua para que reaccionara.
—¿Qué pasó? —les pregunté.
—Nada —me dijo Vicky—. De repente te empezaste a sacudir. Nos dimos cuenta porque pateaste la mesa del televisor y lo tiraste a la mierda. Cuando nos acercamos, tenías los ojos en blanco, largabas espuma por la boca y repetías incansablemente la misma palabra: “amoroso, amoroso, amoroso, amoroso, amoroso”. ¿Qué es lo amoroso? —me preguntó.
—Debo haberlo dicho por Nicolas Cage —le dije para salir del paso.
Por precaución, habían llamado a emergencias. El médico que vino me revisó y me indicó reposo por veinticuatro horas. ¡Qué susto me llevé! Lo bueno es que Vicky se quedó unas horas para cuidarme y que mis convivientes me están tratando con mucho afecto y consideración.
Don Natalio querido, no se preocupe que conozco mucha gente que al ver films de Nicolas convulsiona, enloquece, pierde el sentido y se desmaya. Igual hágale caso al medico y quédese en su camita por 24 horas no vaya a ser que le pase como a Nicolas en Hombre de Familia y viva una vida paralela.
ResponderEliminarMuchas gracias, Anó. Por lo que despierta en la gente, Nicolas debería ser considerado "el quinto Beatle". ¡Hombre de Familia! ¡Qué obra de arte! Sólo él es capaz de expresar con tanta precisión una gama tan amplia de matices.
EliminarSaludos!
Perdónalos, Don Natalio, no saben lo que se pierden.
ResponderEliminarAlgún día lo reconocerán como él se lo merece.
EliminarSaludos!