sábado, 27 de abril de 2013

Día 117 - Brownies adulterados


Hoy me desperté cantando “La mia storia tra le dita”, de Gianluca Grignani. Samuel, Luján y el mimo me miraron con mala cara. No sólo porque los había despertado, sino porque a esta altura piensan que hablo inglés, italiano, portugués… Se niegan a creer que yo no controlo mi voz cuando despierto cantando y les da bronca que me niegue a utilizar mi presunto plurilingüismo a favor de nuestro proyecto turístico. Por momentos pienso que sin importar lo que haga, van a malinterpretarlo.
Mi primo Luján, de Luján, preparó el desayuno, el almuerzo y unos brownies que llevamos a Plaza Francia cuando, a eso de las dos de la tarde, acompañamos al mimo para promocionar “El Pasea Porros” entre los turistas que presenciaban su número. Como mis tres convivientes no me hablan, la llamé a Vicky para convencerla de que nos acompañara y pasamos a buscarla en la furgonetita.

Después de estacionar a unos metros de la plaza, caminamos los cinco rumbo al sitio en el cual se concentraba la mayor cantidad de turistas. Luján, el mimo y Samuel correteaban delante de Vicky y de mí, que los seguíamos a unos cuantos pasos de distancia, hablando acerca de cómo lo veíamos a Luján y planteando estrategias para que se recuperara definitivamente de sus días de cautiverio en el conventillo. De los tres, él era el que más nos preocupaba, porque además de ser el de mayor potencial, era por lejos el más sensible.
El mimo comenzó con su rutina y el resto nos distribuimos entre los turistas. Yo no había almorzado bien, porque las miradas de desprecio de mis compañeros me habían incomodado. Por eso me ilusioné cuando Luján le entregó un recipiente con brownies a Samuel y dos recipientes a Vicky. Vicky se acercó hasta donde yo estaba y me entregó uno. Desesperado, le quité la tapa, tomé una porción y ya me disponía a morderlo cuando Vicky me detuvo.
—¿Qué hacés? —me dijo y detuvo mi mano con uno de sus guantes de cocina—. Son para los turistas. Los diseñó Luján inspirándose en las galletas chinas. ¿No son amorosos? Tienen marihuana y un papel en el centro, en el que se detallan el mail y los números para contactarnos.
¡Menos mal que no llegué a probar el brownie! El adjetivo “amoroso” me recordó que esta noche visitaremos el Lugar Especial y debo asegurarme de no consumir nada para mantenerme lúcido y descubrir qué es lo que sucede detrás de la puerta al confín del pasillo.

4 comentarios:

  1. Bueno, bueno ya hasta en la cocina estáis experimentando. Eso es tener visión de empresarios. Un saludo.

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