Hoy
me desperté cantando “Quieren matar al ladrón”, de Cacho Castaña. En falsete,
mi primo Luján, de Luján, me acompañaba haciendo los coros. El mimo había
salido del baño vistiendo una remera a rayas horizontales, negras y blancas, y
un pasamontañas. Mientras duró la canción hizo de cuenta que cargaba, detrás de
uno de sus hombros, una bolsa gigantesca en la iba guardando distintos
elementos que simulaba robar de la casa. La letra me recordó a Samuel, que se
había robado a Vicky y no había regresado. Lo había esperado hasta que, a eso
de las cuatro de la mañana, me quedé dormido. Triste porque su ausencia
confirmaba la sospecha de que los unía un vínculo más fuerte que la amistad,
terminé de cantar y me senté sobre mi cama. En el mismo instante en el que apoyé
mi culo celulítico sobre el colchón, oí el ruido de una llave que trataba de
ser embocada en la cerradura.
¡Era
Samuel! Tras varios intentos, consiguió abrir la puerta e ingresó al
departamento sobre pasos vacilantes, vistiendo una túnica blanca y una capucha
del mismo color. ¡Eso significaba que Vicky y Samuel no habían pasado la noche
en un hotel de mala muerte, sino que habían ido al Lugar Especial! Y como yo
había faltado a la última sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas
Pelotudos, y estaba prohibido hablar del Lugar Especial cuando no se estaba
ahí, se habían mostrado misteriosos en relación al destino al que se dirigían.
Antes
de que pudiera advertirlos acerca de la identidad del recién llegado, mi primo
Luján y el mimo se abalanzaron sobre él y, sujetando sus manos y sus piernas,
lo inmovilizaron. Con la intención de calmar los ánimos y poner fin a la
escaramuza, me aproximé a ellos y despojé a Samuel de su capucha. Una capa de
sudor frío recubría su frente, sus ojos mostraban sólo la parte blanca y, como si fuera la de un perro rabioso, su
boca largaba espuma.
—¡Rápido!
—dijo Luján, que al parecer había hecho algún curso de primeros auxilios—
¡Traiganme un almohadón y un repasador o algo para limpiarlo!
El
mimo y yo salimos disparados rumbo a la cocina. Al notar que los dos estábamos
yendo hacia el mismo lugar, dimos la vuelta y avanzamos rumbo a las camas.
Volvimos a detenernos, volvimos a girar y otra vez a detenernos, hasta que,
sacudiéndolo por los hombros, le dije que fuera a buscar el trapo, que yo me
ocuparía del almohadón. Luján puso a Samuel de costado, apoyó su cabeza sobre
el almohadón y se valió del repasador para quitarle la espuma que chorreaba su
boca.
—Miren
el estado de sus pupilas. Este hombre consumió algún tipo de droga y fue
expuesto a luces muy intensas —nos explicó Luján.
Samuel,
que había recobrado la conciencia pero no el conocimiento, intentaba hablar. El
mimo hizo un montoncito con una de sus manos y la sacudió, preguntándome si
entendía lo que Samuel intentaba decirnos.
—Amoroso…
amoroso… amoroso… —repetía, una y otra y otra vez, el hombre sin “p”.
—¿Amoroso?
—preguntó Luján.
Por
las dudas, me hice el desentendido, pero Samuel estaba repitiendo el mismo
adjetivo que comencé a utilizar luego de mi primera visita al Lugar Especial.
Cuando Luján logró estabilizarlo, lo cargamos hasta la cama. El mimo y yo nos
fuimos a Plaza Francia, porque, mientras él hacía su espectáculo, yo
aprovecharía para invitar a los turistas a la primera excursión oficial de
nuestro proyecto turístico “El Pasea Porros”, la que, si todo marcha bien, será
realizada el primero de mayo. Mi primo Luján, que dominaba el inglés e iba a
acompañarnos, se quedó en el monoambiente cuidando a Samuel.
Ahora,
mientras espero que Luján termine de preparar la cena, pienso que hay varias
preguntas para las que aún no encuentro respuesta. ¿Qué es lo que nos hacen en el
Lugar Especial para que regresemos a nuestras casas en ese estado de confusión
e inconsciencia? ¿Cómo estará Vicky? ¿Habrá logrado llegar a la casa de su
padre? ¿Habrá presentado los mismos síntomas que Samuel? Por ahora es mejor que
sea prudente y no la llame hasta mañana.
Bueno, a tener muy en cuenta, porque si le pasa esto en el medio de un tur (recordemos que se consumen drogas y las luces se tornan intensas), puede llegar a ser una situación bastante desagradable.
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando, por la advertencia. La tendremos en cuenta.
EliminarSaludos!
Natalio, eres un genio!
ResponderEliminarMuchas gracias, Clyo, pero temo que me confundiste con otra persona, porque no recuedo haber hecho nada genial en lo que va de mi vida.
EliminarSaludos!
Tengo que reconocer que me tienes intrigada con el famoso grupo de apoyo y el lugar especial. Muy buena redacción.
ResponderEliminarMuchas gracias, Lumy. A mí también me produce mucha intriga ese tema.
EliminarSaludos!