domingo, 14 de abril de 2013

Día 104 - Nuestra primera excursión

Hoy me desperté cantando “Circo Beat”, de Fito Paez. Anoche, después de despedirme del mimo de Plaza Francia, volví al departamento que me prestó Vicky, me bañé, me puse mis mejores pilchas y partí rumbo al boliche Amerika —aquel que algunos identifican como el Lugar Especial— con la intención de recabar la información que me permitiera descubrir qué había sucedido en mi última visita y a quién pertenece el rostro que, desde aquel día, invade recurrentemente mis sueños y mis pensamientos. Antes de estacionar, pasé frente al boliche para chusmear cómo estaba vestida la gente que estaba ingresando. Por las dudas, había cargado en la furgonetita la túnica y la capucha blancas, pero no me hicieron falta, porque la gente que, formada en la vereda, esperaba que la hicieran pasar, estaba vestida con ropas normales.
Estacioné a la vuelta y me sumé a la fila. De un lado debían formarse los hombres y del otro las mujeres. Haciendo valer mi culo femenino y perfecto, me formé del lado de las chicas, cuya fila, a diferencia de la de los hombres, avanzaba a gran velocidad. Cuando llegó mi turno, los patovicas me mandaron a formarme del otro lado.
—Dale, chabón. No te hagas el pillo —me dijo uno.
Al parecer, la celulitis me despojaba de todos los privilegios que, hasta ahora, me había granjeado mi culo de Jessica Cirio. No tuve más remedio que hacer la fila donde me correspondía. Si en las dos horas siguientes avancé algún puesto, no fue porque los de adelante ingresaran, sino porque, hartos de esperar, se iban a la mierda. Tras tres horas y veintiocho minutos de espera, me permitieron pasar. El lugar era el mismo de la última vez, pero en esta ocasión, donde antes había encapuchados al estilo Ku Klux Klan, había infinidad de personas que, a medio desvestir, se besaban y acariciaban sin discernir edad, género o cantidad de participantes. Es cierto que mis épocas de salidas nocturnas forman parte de un pasado remoto, pero creo que, en aquellas épocas, éramos un poco más tranquilos. Al menos yo no recuerdo haber besado a nadie.
De todos modos, no estaba ahí para hacer un análisis sociológico. Estaba ahí para despejar algunos interrogantes. Recorriendo el lugar, di con el pasillo en el que me había metido la última vez, justo antes de perder la conciencia. Me adentré unos pasos. La oscuridad me impedía ver a más de unos centímetros de distancia. Avancé hasta toparme con la puerta del cuartito dentro del cual no recordaba qué había sucedido, accioné el picaporte y entré. Adentro no había absolutamente nada. Era un cuartito de paredes blancas, tímidamente alumbrado por un foco colgante. Revisé las paredes procurando encontrar un pasadizo secreto o algo por el estilo. Creo que he visto demasiadas películas. Estaba a punto de resignarme cuando alguien me llamó desde atrás, tocándome el hombro.
—¿Qué haces acá? ¡Tomatelás! —me dijo uno de los patovicas del boliche.
Asustado, me fui de ahí raudamente y, tratando de encontrar la salida, llegué a un lugar en el que un grupo de personas, extranjeros en su mayoría, dialogaban y bebían echados en unos sillones. El volumen de la música estaba demasiado alto, por lo que no pude escuchar lo que estaban diciendo. De todos modos, de haberlos oído, mi monolingüismo no me habría permitido comprender. Me acerqué a una barra y le pregunté a una de las empleadas si hablaba otros idiomas. Me dijo que sí. Le pregunté si sabía si entre los clientes había alguno que fuera holandés. Me dijo que creía que había un grupo de holandeses, pero que tuviera cuidado, porque eran sadomasoquistas.
—¡Mejor! —le dije yo— Es exactamente lo que estoy buscando.
Me miró con extrañeza. Le di unos pesos y le pedí que hiciera de interlocutora. Nos acercamos al grupo y le conté, para que ella tradujera, en qué consistía mi proyecto turístico y le pedí que los invitara a una excursión gratuita para la tarde del lunes.
—¿Gratis? —dijo la traductora que había dicho el holandés— Seguro.
Mañana al mediodía nos juntaremos con Vicky, Samuel y el mimo de Plaza Francia para definir algunos detalles antes de pasar a buscar a los turistas que participarán en nuestra primera excursión.

4 comentarios:

  1. Gratis nada Natalio, lo que cuesta vale, saludos

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    1. Y bueno, Anó, pero de alguna forma tenemos que hacernos conocer. Además, hay cosas que tenemos que probar.
      Saludos!

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  2. Primero me asusté, cuando un patovica dijo "pillo". Pero después las cosas volvieron a su lugar con el "tomatelas"

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    1. A mí también me llamó la atención, Fernando, pero daba la impresión de ser un patovica de la vieja escuela. Menos anabólicos y más anacronismos.
      Saludos!

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