Hoy
me desperté en el departamento que me prestó Vicky cantando “Pipí, papá”, de
Flavia Palmiero. No pude evitar pensar en mi padre. A decir verdad, primero fui
al baño y después sí, pensé en mi padre. Tenía que lograr que el mimo de Plaza
Francia que dice conocerlo me contara todo lo que sabe acerca de él. Pero
¿cómo? Si el muy turro se niega a hablar cuando está pintado y ya comprobé que
no soy bueno interpretando sus mímicas. Se me ocurrió que podría seguirlo hasta
su casa y quedarme ahí hasta que saliera con la cara despintada. Entonces
hablaría.
A
eso de las dos de la tarde estacioné mi furgonetita Volkswagen en las cercanías
de la plaza y me mezclé entre la muchedumbre para, sin ser visto por el mimo,
vigilar sus movimientos. Cuando lo identifiqué, me acosté boca abajo sobre el
pasto, entre dos grupos de jóvenes que, acompañados por la música de alguna
guitarra, cantaban y compartían el mate. Quizá porque tocaban música tranquila
o porque me había despertado temprano o porque, de tanto verlo, el número del
mimo ya me aburría, me quedé profundamente dormido. Tan profundamente dormido,
que desperté dos o tres horas más tarde, cantando “Surfin´ USA”, de The Beach
Boys. La gente había formado una ronda en torno a mí y reía a carcajadas de las
ocurrencias del mimo que, a costa mía, se dedicaba a entretenerlos vaya uno a
saber desde hacía cuánto tiempo. Al oírme cantar esa canción, saltó sobre mi
espalda y, como si mi cuerpo fuera una tabla, hizo de cuenta que estaba
surfeando. Mi plan de seguirlo hasta su casa ya no era viable, por lo que me vi
obligado a impresionar. Giré mi cuerpo hacia un costado para quitármelo de
encima, me puse de pie, le di un sopapo, lo cargué sobre mi hombro y lo llevé
hasta mi furgonetita. Dando una nueva muestra de profesionalismo, el mimo se
comportó como si todo aquello fuera parte del espectáculo y, mientras me lo
llevaba, lejos de resistirse, saludó al público que, enfervorizado, lo despedía
con un sentido aplauso.
Si
bien no tengo mucha fuerza en los brazos, no tuve inconvenientes para cargarlo,
porque se trata de un mimo peso pluma. Cuando llegamos a la furgonetita, abrí
la puerta trasera y lo dejé ahí. Fui hasta un kiosco, compré una botella de
agua mineral, me metí en la furgonetita y, tras humedecer un trapo mugriento
que tenía por ahí, le despinté la cara.
—Ahora
sí vamos a hablar —le dije, en tono amenazante.
—Está
bien. ¿Qué es lo que querés saber? —me preguntó.
—¿Adónde
está mi viejo? ¿En París, en El Bolsón, acá en Buenos Aires?
—¡Qué
sé yo adónde está? No lo veo hace un montón de tiempo —me dijo. Parecía
sincero.
—Entonces
—le pregunté— ¿qué significa ese triángulo que dibujaste con las manos las
veces que te pregunté por él?
—Trataba
de decirte que tu viejo se fue porque tenía la sospecha de que había un tercero
en su relación con tu madre… Un triángulo amoroso. ¿Entendés?
—¡Ah!
Y ¿quién es ese tercero? —le pregunté.
—¡Qué
sé yo! Probablemente, un producto de su imaginación. Tu viejo era un tipo muy
paranoico.
—En
eso no me le parezco. Salí más a la familia de mi vieja —le dije yo, con algo
de nostalgia.
Hablamos
un rato más. Me contó algunas anécdotas de papá, le pedí disculpas por haberlo
“secuestrado” y le ofrecí llevarlo hasta su casa, pero me dijo que no vivía
lejos y que prefería caminar. Unos segundos después de que se hubiera ido se me
ocurrió una idea, me acerqué a él con la furgonetita, bajé la ventanilla del
acompañante y, a una velocidad muy baja, avancé a la par de él.
—Decime
una cosa —le dije—. Tu lenguaje es universal y vi que tenés afinidad con los
turistas. ¿Te gustaría trabajar en un proyecto turístico?
—Siempre
y cuando no tenga que hablar, podés contar conmigo.
—Perfecto.
Lo comento con mis socios y otro día lo hablamos en detalle.
Sí
señores. Si Vicky y Samuel están de acuerdo, El Pasea Porros ofrecerá
excursiones que serán traducidas, en vivo y en directo, al lenguaje de señas.
Don Natalio, ¡qué buena idea!
ResponderEliminarMientras leía, pensé que podías ofrecerle hacer un espectáculo juntos en Plaza Francia. No es la primera vez que tienen gran respuesta del público.
No es mala idea, Fernando. Quizá podamos incluirlo en las excursiones.
EliminarSaludos!