Hoy
me desperté en el departamento que me prestó Vicky cantando “Aprender a volar”,
de Patricia Sosa. Anoche, luego de definir vagamente las condiciones de nuestra
sociedad, fuimos con Vicky y Samuel a una nueva sesión del Grupo de Ayuda para
Gente con Problemas Pelotudos. Estacioné a la vuelta y, para que no nos vieran
llegar juntos, les sugerí que fuéramos llegando de a uno.
—Andá
vos primero —le dije a Samuel. Quería evitar que Vicky y él se quedaran solos.
—No,
andá vos —me respondió.
—Andá
vos que yo siempre llego último. Sería sospechoso si llego antes que ustedes.
—No,
andá vos, así yo llego entre Vicky y vos. Si no el moderador va a creer que
estaban juntos.
—Gracias,
sos muy amoroso, pero no te preocupes. Mejor andá vos, porque…
Antes
de que pudiera desarrollar un nuevo argumento, Vicky, harta de nuestra
discusión sin sentido, comenzó a caminar rumbo al lugar en el que se reunía el
Grupo. Entonces sí, dos minutos después, Samuel arrancó. Dejé pasar unos
minutos y arranqué yo también. Ingresé y mis compañeros, que ocupaban sus
respectivas sillas, dispuestos en ronda sobre el escenario, comenzaron a cantar
el feliz cumpleaños. ¡Era el cumpleaños de Julio!, el Pelotudo que no es capaz
de manipular los palitos chinos. Tras ocupar mi silla, me uní a la celebración
y saludé al agasajado con un abrazo. No me explicaba por qué, pero él parecía
estar angustiado.
—Bueno
—dijo el moderador—, como es nuestra costumbre en cada cumpleaños de un
miembro, hoy vamos a celebrar enfatizando su Problema Pelotudo.
A
los pocos minutos, un chinito entró al lugar y le dejó al moderador varios paquetes. Moviéndose con resignación, Julio colocó su silla en el medio
de la ronda. El moderador nos sirvió a los demás un plato de “chau min” o “chau
fan” o “chop suei” o “chun li” y nos entregó un par de palitos chinos. ¡Qué
amoroso! Ahora, yo me pregunto: ¿qué clase de terapia justificaría este tipo de
perversión? ¿Íbamos a comer comida china delante de este pobre tipo para
deprimirlo todavía más el día de su cumpleaños? ¿No era suficiente ya el que su
mujer lo hubiera abandonado para irse con el tipo que le estaba enseñando a
manipular los palitos chinos? ¿Qué se suponía que haríamos cuando cumpliera
años Vicky? ¿Nos comeríamos las uñas delante de ella? ¿Y cuándo cumpliera
Samuel? ¿Diríamos palabras con “p”? ¿Y cuándo fuera mi cumpleaños?
No
puedo interpretar esto sino como un nuevo mecanismo orientado a destruir el
autoestima de los participantes del grupo. Nos debilitan para manipularnos.
Tengo que actuar y tengo que hacerlo pronto. Sí, está decidido. Este sábado voy
a volver a visitar el Lugar Especial. Tengo que descubrir qué sucedió ahí, cuál
es el motivo por el que, desde entonces, no puedo dejar de utilizar el adjetivo
“amoroso” y a quién pertenece ese rostro familiar que invade todos mis sueños y
cada uno de mis pensamientos.
Don Natalio, hace un tiempo habíamos discutido algo sobre los chinos, las monedas y los palitos pero no logro recordar muy bien.
ResponderEliminar¡Cuidado! La mafia de los taxis y la mafia china pueden ser reoontra peligrosas juntas.
¡Salud!
Muchas gracias, Fernando. Ahora que lo decís, creo no haber visto taxistas chinos en Buenos Aires. Pero ya llegará el día.
EliminarSaludos!