Hoy me desperté cantando “La marcha de la bronca”, de Pedro y Pablo. Bronca es lo que siento en este momento. Antes
de las ocho de la mañana ya estaba bañado y afeitado, y caminaba rumbo a la
estación de GNC en la que trabajo los domingos y los feriados. Llegué y el
encargado nos reunió a mí y a mis dos compañeras para anunciarnos las que según
su parecer eran dos grandes noticias.
—En primer lugar —nos dijo—, les
voy a hacer entrega de los nuevos uniformes.
Tras hacer el anuncio, hizo una pausa.
No sé si esperaba que tiráramos cañitas voladoras o que hiciéramos una ola por
una novedad para nada beneficiosa.
—Pero eso no es todo. Además —agregó—,
van a tener la oportunidad de hacer unas horitas extra.
¿Qué le pasa a este tipo? ¿Se le
subió la plata a la cabeza? ¿Lo enloqueció la codicia? Trabajamos doce horas
corridas ¿y todavía pretende que hagamos “unas horitas extra”? Después de darnos
las dos buenas noticias, fue hasta la piecita en la que suele pasar la mayor
parte del tiempo, viendo televisión y tomando mate, y volvió con tres bolsas
transparentes dentro de las cuales estaban nuestros nuevos uniformes: una
remera amarilla y unas calzas rojas mucho más ceñidas que las azules que
teníamos puestas. Es muy incómodo trabajar así, porque son de las que se te
meten hasta el fondo del culo.
Anoche asistí a una nueva sesión
del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Por primera vez, nadie
habló acerca de sus pelotudeces, sino que la hora completa fue dedicada al
repaso de las normas de conducta que debíamos respetar una vez que estuviéramos
en el Lugar Especial, lugar al que iban a llevarme por primera vez en la noche
de hoy, jueves. El moderador remarcó una, dos, tres y hasta mil veces que era
fundamental que fuéramos puntuales. No debíamos llegar ni un minuto antes ni un
minuto después de las diez de la noche.
Como la pelea de Vicky contra “La
Mole Moni” es el sábado y nos queda poco tiempo para entrenar, al concluir la
sesión le pedí que viniera a la estación después de almorzar así pulíamos
algunos detalles y luego íbamos juntos al lugar especial. La sola idea de que
Vicky me viera usando calzas de mujer me avergonzaba, pero debía priorizar su
salud y, así como mi conciencia me impedía dejar que perdiéramos un día de
entrenamiento, mi situación económica me impedía perder un día de trabajo.
Cuando llegó Vicky y le informé al encargado el motivo por el cual estaba ahí,
me dijo que podía hacer lo que quisiera, que no le molestaba que continuara
usando los guantes de cocina, pero si quería estar en la estación debía, como
las demás, ponerse las calzas rojas. ¡Ah!, que me miren el culo a mí lo tolero
y hasta he aprendido a disfrutar de un buen piropo, pero que los hijos de Onán que, con la excusa de cargar gas, vienen a la estación a recrear la vista,
posaran sus ojos libidinosos en las nalgas de mi amada Vicky… No podía
tolerarlo. Para preservarla, le indique que ensayara las distintas
combinaciones de golpes que le había enseñado, pero sin despegar la espalda de
la pared.
—Así aprendés a no perder el
equilibrio mientras atacás —le dije a modo de excusa.
Alrededor de las ocho de la noche
se acercó y me preguntó si tenía para mucho más ahí, porque se hacía tarde y
ambos teníamos que prepararnos para asistir al Lugar Especial.
—No te olvides de que tenemos que ir
vestidos con una túnica y una capucha blancas —me dijo.
Me acerqué al encargado y le pregunté
si había pasado algo con nuestros reemplazos, porque mis compañeras y yo ya
habíamos cumplido nuestros turnos y todavía seguíamos ahí.
—No hay reemplazos este fin de
semana —me respondió—. Ya les dije que iban a tener la oportunidad de hacer
unas horitas extra.
Al ver mi gesto adusto y antes de
que pudiera poner un pero, agregó:
—Quien se vaya antes de las doce,
puede considerarse despedido, así tenga el culo de Catherine Fulop o de Jessica
Cirio.
Desbordado por la bronca, le expuse
a Vicky la situación y le pedí que se fuera.
—Bueno, voy a ver qué puedo
inventar para justificarte —me dijo antes de irse.
—¡Tené cuidado! —le grité a la
distancia—, ¡que no es bueno que sepan que estuviste conmigo!
—¡Quedate tranquilo, Don Natalio! —respondió—
¡Algo se me va a ocurrir!
¡La puta que lo parió al encargado
de la puta estación de GNC! Por culpa suya perdí la oportunidad de conocer el
Lugar Especial y dar un paso más hacia el desmantelamiento de la secta que se
esconde detrás del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Vaya a
saber si alguna vez tendré una nueva oportunidad.
—Ey, mostri —le dije al encargado—,
por lo menos preparame un chegusán de milanga, porque tengo una lija tremenda.
—¡Marcha, 1, 2! —gritó, desde su piecita, el encargado y salió caminando rumbo a la cocina.
Túnica blanca, capucha blanca, tendrán tendrán antorchas? no sé pero me recuerda a algo tenebroso, brrrrr
ResponderEliminarSí, Anó, a mí también me da un poco de miedo el klub del klan, pero los tiempos cambiaron.
EliminarSaludos!
Pensé q sabría cual es el lugar especial...
ResponderEliminarYo también, Fam, pero no puedo arriesgarme a perder mi única fuente de ingresos. De todos modos, no pierdo la fe. En una de esas, la semana que viene... Quién sabe.
EliminarSaludos!
Yo tengo la sospecha de que el encargado de la estación de GNC tiene alguna vinculación secreta con el líder del GAGPP.
ResponderEliminarEsperemos que así no sea, Fernando. Serían dos rivales muy poderosos como para enfrentarlos juntos.
EliminarSaludos!