Hoy me desperté cantando “Madness”, de Muse. Había arreglado con Vicky, la loca de los guantes de cocina, para, a primera hora, encontrarnos en la esquina del conventillo e ir a buscar un lugar en el cual pudiéramos continuar con nuestro entrenamiento, porque desde que los secuaces de Héctor “Bicicleta” Perales nos habían espiado, mi gimnasio-dormitorio había dejado de ser un lugar seguro. Mientras esperaba a mi pupila, trataba de pensar adónde la llevaría.
—¿Qué vamos a hacer? —me preguntó al llegar.
—Vení, seguime —le dije y comencé a caminar sin saber adónde estaba yendo.
—Decime adónde vamos —me dijo, algo desconcertada— ¡Ya caminamos como cuarenta cuadras! ¿Por qué no vamos a tu departamento?
Por alguna razón, no quería que supiera que me habían desalojado ni que el gimnasio en el que habíamos entrenado era, en realidad, mi habitación de conventillo.
—Quedate tranquila —le dije—, que te estoy llevando a un lugar mucho mejor preparado.
Cerca del mediodía, cuando Vicky había comenzado a desconfiar y yo ya no sabía qué excusa poner, sonó mi celular. Era el taxista abogado. Al oírlo me ilusioné pensando que tendría novedades respecto a mi desalojo, pero no. Llamaba para informarme que tenía que ir de inmediato a la estación de GNC, porque, debido a que el viernes sería feriado, habían decidido adelantar la Asamblea de Socios del proyecto turístico El Pasea Porros. Fue la excusa perfecta. Creyendo que se impresionaría al verme interactuar con mis socios, le pedí a Vicky que me acompañara.
Ingresamos al pequeño restorán de la estación y ahí estaban los cuatro, sentados a la mesa de siempre, embarcados en un debate mediante el cual se habían propuesto determinar la naturaleza del amor. El taxista freudiano, que además de taxista era escribano, sostuvo que el hombre, avergonzado de su parte animal, había inventado el amor para darles un aire de complejidad a sus más bajos instintos; el taxista contador disintió fervientemente y enumeró hasta cinco especies de animales que mostraban comportamientos universalmente identificados con el amor; el taxista escribano expuso una teoría que conciliaba las posturas de sus dos predecesores, indicando que el amor había surgido como una invención del hombre, pero que con el transcurrir de los años había cobrado una entidad que superaba, incluso, a la especie que lo había creado; por último, el taxista culinario compartió la receta del que según sus palabras era el plato más afrodisíaco del mundo: un flan hecho a base de huevos de colibrí. Vicky miraba con asombro a los cuatro disertantes. Estaba tan maravillada que no quise ser menos que mis socios y, con el objetivo de impresionarla, dije:
—El amor es dulce y traicionero, como un terrón de azúcar en la boca de un jilguero.
Nadie entendió la frase. Ni siquiera yo. Más que impresionada, Vicky me miró como quien trata de descifrar si lo que acaba de oír fue dicho con seriedad o en tono de broma. Para salir del apuro, compartí con mis socios las buenas nuevas: había conseguido una furgonetita Volkswagen a buen precio y en buen estado. Todos estuvieron de acuerdo en que debíamos comprarla y me encomendaron la tarea. Cuando ya nos habíamos puesto de pie para marcharnos, el taxista abogado me llamó y caminó hasta un sitio apartado. Supuse que en el ínterin entre su llamado y mi llegada habría tenido novedades en relación al caso de mi desalojo. Pero no. Me había llamado para decirme que mi frase habría sonado más convincente si en lugar de decir “boca” hubiera dicho “pico”.
El amor es dulce y traicionero, como un terrón de azúcar en el pico de un jilguero.
Yo no estoy muy seguro pero este capítulo está como repetido, o bien tengo deja vus (si acaso ese es el plural), porque me parece que leí varias veces lo mismo.
ResponderEliminarEn cualquier caso, te diría que yo no estoy muy seguro pero este capítulo está como repetido, o bien tengo deja vus (si acaso ese es el plural), porque me parece que leí varias veces lo mismo.
No sé, a veces tengo la sensación de que yo no estoy muy seguro pero este capítulo está como repetido, o bien tengo deja vus (si acaso ese es el plural), porque me parece que leí varias veces lo mismo.
Error subsanado. Por un momento temí que hubieras probado el "Cafenabbis Colombiano".
EliminarSaludos!
Todo salió pipí cucu, chiste alemán, Jajajajaaaaa
ResponderEliminarVos, Anó, sí debés estar bajo los efectos de algún alucinógeno.
EliminarSaludos!