jueves, 21 de marzo de 2013

Día 80 - El Lugar Especial


Hoy me desperté cantando "Balada para un loco" de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. Anoche, luego de dedicar la tarde entera a delinear la estrategia para la pelea del sábado anterior al domingo de Pascua, caminamos con Vicky, la loca de los guantes de cocina, rumbo a una nueva sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Desde muy temprano comencé a actuar de manera extraña (me comía las uñas, ataba y desataba mis cordones de manera compulsiva), porque, para ganarme la confianza del moderador y desmantelar la secta que se esconde detrás del grupo, necesito que tanto ella como los demás miembros crean que estoy siendo desbordado por mi Problema Pelotudo.

Cuando estuvimos a tres cuadras del lugar, le pedí que se adelantara, porque no era conveniente que nos vieran llegar juntos. En lo que concernía a su padre, ella había pasado la tarde con Samuel, el Pelotudo que se resiste a pronunciar la “p”. Esperé diez minutos durante los cuales, emulando a Rambo, me vestí para la batalla. Mi idea era un tanto osada: quería simular que los Problemas Pelotudos de mis compañeros de Grupo me estaban afectando. Me desaté los cordones en honor a Pato, cuyo Problema Pelotudo consiste en no poder hacerle el nudo a las bolsas de residuo; me puse un palito chino detrás de cada oreja en honor a Julio, el Pelotudo que se divorció por culpa de su incapacidad para manipularlos; tomé las llaves del departamento del que me desalojaron y las arrojé lo más lejos que pude para experimentar la sensación de ausencia que sentiría Hernán, el Pelotudo que desde el año ´98 no encuentra el control remoto del televisor; vestí mis manos con guantes de cocina en honor a Vicky, pero antes me pinté la cara de blanco, como si fuera un mimo, para, siguiendo el consejo de mi terapeuta amigo, superar la timidez que, de otro modo, hubiera quitado credibilidad a mi actuación.
Entré al lugar y ahí estaban todos, dispuestos en ronda sobre el escenario, ocupando cada uno su respectiva silla. Al verme, ninguno pudo disimular la sorpresa. Vicky estaba desconcertada. Había estado conmigo hasta unos minutos antes y de repente aparecía vestido como un loco. Tras mirarme con desconfianza de arriba hacia abajo, el moderador del Grupo me preguntó si aquello era una especie de burla a los problemas de mis compañeros.
—No, Don moderador —le respondí—. Estoy desbordado. No sólo mi Problema Pelotudo me supera, sino que comenzaron a afectarme los Problemas de los demás. Me como las uñas, ato y desato los cordones de mis zapatillas, paso horas evitando pronunciar una letra determinada…
—Bueno, tranquilo. Tomá asiendo —me dijo.
La sesión giró en torno a mí. Por momentos sentía que querían ayudarme, por momentos creía que intentaban corroborar la veracidad de mi relato, por momentos sospechaba que estaba siendo sometido a un examen de admisión para vaya uno a saber qué cosa. Tras un interrogatorio que se extendió unos minutos más allá de la hora reservada para la sesión, el moderador nos despidió hasta el próximo miércoles y, antes de que nos fuéramos, dijo:
—Pelotudos, feliciten a Don Natalio, quien el jueves que viene va a acompañarnos al Lugar Especial.
¿El Lugar Especial? Esto, definitivamente, esconde una secta y, lo que es mejor, mi plan para desmantelarla va por buen camino. Los demás Pelotudos se acercaron para abrazarme y, salvo por Samuel, que mostraba cierto recelo, los demás me colmaron de afecto. Exultante por el éxito de mi gestión, tomé, con mi mano enguantada, la mano enguantada de Vicky, la llevé a un lugar apartado y aproveché que me había pintado la cara para, sin miedo a sonrojarme, decirle todo lo que sentía.
—Vicky, yo te amo —dije posando mi guante izquierdo sobre mi corazón.
—¡Dale, Don Natalio, no seas payaso! —respondió y se fue.
Tras unos segundos de desconcierto, corrí rumbo a la vereda dispuesto a gritarle que no era un payaso, que era un mimo y que, si bien se suponía que debía expresarme mediante mímicas, lo que le había dicho era verdad. Pero cuando salí ella estaba subiendo al auto de su padre. No podía poner en riesgo toda la operación por dar lugar a un impulso. Menos ahora que me habían invitado al Lugar Especial. Silbando bajito, caminando con cautela para evitar pisarme los cordones, tropezar y clavarme un palito chino en el ojo, regresé al conventillo.

6 comentarios:

  1. Amo a Piazzolla y Ferrer, Balada para un loco es mi himno, mi hijo menor me regaló la versión del polaco Goyeneche, the best, te amo Natalio, sos único, Vicki te ama, estoy segura, saludos

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    1. Muchas gracias, Anó, por tanto optimismo. No sabía que tenías hijos.
      Saludos!

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    2. Anó parece tener personalidad múltiple, según deduzco de todos sus comentarios en este blog.

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  2. Hay que tener cuidado con lo que uno aparenta, porque no siempre los demás saben qué se esconde detrás de un simple maquillaje.

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    1. Palabras demasiado profundas, Fernando, y mi capacidad de comprensión usa flotadores.
      Saludos!

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    2. Para llegar a lo profundo, se empieza por la superficie, Don Natalio

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