Hoy me desperté cantando “Like a virgin”, de Madonna. Congregados en la puerta de mi dormitorio, los sesenta inquilinos del conventillo trataban de abrirse espacio para verme bailar emulando los movimientos de la Reina del Pop. Las mujeres cuchicheaban entre ellas tratando de adjudicarle defectos inexistentes a mi culo femenino y perfecto, y los hombres chiflaban y se empujaban comportándose como animales en celo. Sí, soy un hombre hecho y derecho, pero mis nalgas esculturales me dan un aire de femme fatale que, en determinadas circunstancias, me convierte en una criatura tan exótica como irresistible. No por nada fui elegido Primera Princesa del Concurso Miss Cola Reef Verano 2013.
Al
concluir la coreografía estaba tan trans… tan transpirado, que si bien anoche
me había bañado para asegurarme de no llegar tarde a mi segundo día de trabajo,
tuve que volver a hacerlo. Con el objetivo de recuperar parte del tiempo
perdido, me puse la calza azul y la remera blanca que componen el uniforme, me
privé del arroz con leche del desayuno y salí a las apuradas rumbo a la
estación de GNC. Se ve que, a pesar del poco tiempo transcurrido desde mi
llegada, los muchachos del conventillo se encariñaron conmigo, porque me
escoltaron hasta la esquina caminando no a la par, sino detrás de mí.
Llegué
sobre la hora y noté cómo mis dos compañeras intentaban disimular la decepción
que las había invadido al verme. Supongo que se habrían ilusionado con la idea
de que llegara tarde para verme recibir la reprimenda del jefe. Contrario a lo
que esperaban, el encargado me dio la bienvenida mediante un apretón de manos y
me pidió que comenzara a trabajar. Debo ser bueno en esto, porque no tuve ni un
segundo de descanso hasta mucho después del mediodía. Uno tras otro los autos
pasaban por mi puesto y formaban una fila interminable. Preferían someterse a
una espera superior a los cuarenta minutos antes que ser atendidos por alguna
de mis compañeras, quienes, embargadas por el desprecio, me observaban en
silencio con los brazos cruzados y las colas apoyadas contra la pared. A las
tres de la tarde paré para almorzar y treinta minutos más tarde volví a mi
puesto para enterarme de que ninguno de los clientes había querido que nadie
que no fuera yo los atendiera. Sí, soy un hombre hecho y derecho, pero mis
nalgas esculturales me dan un aire de femme
fatale que, en determinadas circunstancias, me convierte en una criatura tan
exótica como irresistible.
A
las seis de la tarde, tras más de diez horas de ardua labor, anuncié que los
próximos cinco serían los últimos clientes a los que atendería en el día. La
fila, que se extendía a lo largo de más de sesenta metros, daba la vuelta a la
esquina. Los hombres manifestaron su descontento.
—Tranquilos,
caballeros, mantengan la calma —les dije—. Aquí están mis compañeras; ambas
están más que capacitadas para satisfacer sus demandas.
La
silbatina fue tan ensordecedora que el encargado se sintió en la obligación de
intervenir y los tranquilizó invitándolos a volver el próximo domingo. Tal como
había anunciado, atendí a uno, dos, tres, cuatro autos… Estaba exhausto, pero
me infundí valor diciéndome que sólo faltaba uno. Vaya sorpresa me llevé
cuando, tras levantar la vista, descubrí que mi último cliente del día sería ni
más ni menos que una furgonetita Volkswagen. ¡No sabía que estas gloriosas
máquinas eran compatibles con el GNC! Esto abre un nuevo mundo y convierte mi
nuevo trabajo en un puesto estratégico para la consecución del vehículo
necesario para iniciar el proyecto de El Pasea Porros. Lamentablemente, el
dueño no tenía pensado venderla, pero no importa. A partir del próximo domingo
voy a registrar un inventario con cada furgonetita que pase por la estación.
Hay
quienes sostienen que cada ser humano nace para cumplir una función
determinada. De ser cierta esta hipótesis, puedo inferir que mi misión en esta
vida consiste en reponer GNC. Las cuantiosas propinas refuerzan la teoría y
compensan, en alguna medida, la humillación a la que debo someterme vistiendo
estas calzas azules y ceñidas.
cuidado, las mujeres celosas pueden ser muy peligrosas y mas si juntas hacen causa comun.Bss
ResponderEliminarMuchas gracias, Isaboa. Tendré muy en cuenta tu consejo, porque, si debo ser sincero, tengo que admitir que acerca de mujeres sé poco y nada.
EliminarSaludos!
Natalio, las furgonetitas VW andan hasta con café con leche!
ResponderEliminarPerfecto. Será cuestión de comparar los índice precio/rendimiento para el GNC y el café con leche.
EliminarSaludos!