Hoy me desperté cantando “Provócame”, de Chayanne. Me levanté de un salto y, vestido en calzoncillo y musculosa, acompañé el canto con el baile característico de la canción. Vicky, que está viviendo conmigo porque se peleó con su padre, me miraba asombrada desde la puerta de la habitación que tan amablemente le cedí y acompañaba mis movimientos negando con la cabeza y contrayendo los labios. Creo que a cada minuto que pasa, su respeto hacia mí disminuye. Ya lo decidí: mientras ella viva en mi departamento, voy a dormir vestido.
Ni bien concluí mi coreografía, me indicó que quitara las sábanas y guardara el colchón en el que había dormido. Al principio me ilusioné con la idea de que su pedido se debía a que a partir de la próxima noche dormiríamos juntos, pero mi ilusión fue despedazada por la pregunta que me haría unos segundos más tarde:
—¿Las sábanas están limpias?
—Sí… no sé… qué se yo… Sí —le respondí mientras las olía.
—Bueno, entonces doblalas y dejalas a mano así volvés a usarlas esta noche.
Cuando terminé con el colchón e iba a sentarme a perder el tiempo buscando en la internet información acerca de la Sociedad Argentina de Swingers, se acercó y me dijo:
—¿Qué hacés? Sacá la basura antes de ponerte a boludear con la computadora. Y ya que salís, pasá por el supermercado y traé esto —al parecer, había confeccionado una lista— así preparo el almuerzo. De paso, pasá por un Easy y comprá el repuesto así arreglás el baño, que está perdiendo.
Salí a la calle, compré todo lo que me había pedido y volví, exhausto, a mi departamento.
—¿Por qué tardaste tanto? —me preguntó, en un tono amable con el que pretendía disfrazar un reproche.
Sin darme tiempo a contestar, me pidió que antes de arreglar el baño le alcanzara la aspiradora, y que después sacara las ventanas del living para que pudiera limpiarlas y que corriera la escaladora para que pudiera pasarle un trapo al piso y que tirara la pila de revistas viejas que había sobre mi mesa de luz y que volviera a sacar la basura y que, ya que bajaba, volviera a pasar por el supermercado para comprar una serie de productos de limpieza: jabón para ropa blanca, jabón para ropa oscura, jabón para ropa verde, lustra muebles de pino, lustra muebles de roble, lustra muebles de caoba, líquido para pisos, líquido para vidrios, líquido para esquineros y una lista interminable de etcéteras. Debo haber gastado alrededor de dos mil pesos en una sola mañana. No quiero pecar de desagradecido. Pletórica de entusiasmo, Vicky está convirtiendo mi departamento en un lugar habitable, pero, sobre todas las cosas, está convirtiendo mi departamento en Su departamento. ¿Nos casamos hace cuarenta años y nadie me avisó? ¿Acaso estoy pagando las consecuencias del desgaste de una relación que en realidad no existe sin haber gozado de ninguno de los beneficios inherentes a los comienzos de la vida en pareja?
Lo peor de todo es que el día todavía no termina. Esta noche asistiremos juntos a una nueva sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos. Quizá podamos aprovechar la ocasión para hacer terapia de pareja. Bueno, termino acá, porque Vicky me está llamando para que cuelgue la ropa que acaba de lavar. Ella no puede hacerlo, porque el contacto con la ropa le humedecería los guantes de cocina que usa para inhibir la tentación de comerse las uñas.
Natalio, este capítulo es indescifrable. Espero que no termine por echarte de tu departamento de ella.
ResponderEliminarAl ritmo que vamos, Fernando, me parece que voy a terminar yéndome por propia voluntad... Aunque, pensándolo bien, también mi voluntad parece ser de ella.
EliminarSaludos!