Hoy
me desperté cantando “No me ames”, versión a dúo de Jennifer Lopez y Marc
Anthony. Yo cantaba las partes de Jennifer. “Mi primo Luján”, el Esclavito
Contento, Empleado del Mes Enero 2013, que ingresó al dormitorio cargando la
bandeja con el desayuno, cantaba las partes de Marc. Desde aquel día en el que
nos habíamos conocido, no había vuelto a saber de Christian con “h” muda, quien
iba a ser mi socio en el emprendimiento del salón de belleza en los velorios.
Lo llamé al celular y me dijo que estaba trabajando, que fuera a visitarlo al
tercer subsuelo de la morgue judicial. Acepté la invitación y le pedí que avisara
en la puerta que iba a ir junto a otra persona para evitar inconvenientes con
el guardia de turno. Antes de salir, le pregunté a Luján si el contrato que nos
vinculaba ponía algún reparo a posibles cambios de aspecto.
—No
—me respondió— ¿por qué?
—No
importa. Ya te vas a enterar —le dije—. Vení, acompañame, que vamos a visitar a
mi socio.
Llegamos
a la morgue, saludamos al guardia y bajamos los tres pisos en ascensor.
Christian nos estaba esperando en la salita lúgubre en la que lo había
conocido, sentado entre las dos camillas ocupadas por dos cuerpos cubiertos por
sendas sábanas blancas. Le presenté a mi primo Luján, de Luján, y le dije que,
considerando que él iba a ser el peluquero de la empresa, me gustaría tener una
muestra de sus habilidades.
—Con
todo gusto —me dijo—. Ayudame a desocupar una de las camillas.
Con
sumo cuidado, posamos uno de los cuerpos en el piso, asegurándonos de que la
sábana lo cubriera por completo.
—Bueno,
recostate acá —me indicó Christian.
—¡No!
—le dije— Necesito ver el proceso completo, no sólo el resultado. Además, me
pelé hace poco. Tengo el pelo muy corto. Mejor cortale a mi primo Luján.
Tardamos
varios minutos en convencer a Luján de que se recostara en la camilla sobre la
cual unos minutos antes había un cuerpo inerme.
—¿Por
qué, mejor, no me siento en la silla? —nos preguntó— Siempre me corto el pelo
sentado.
—No
—le explicó Christian—. Estoy acostumbrado a tratar con cuerpos recostados. Si
te sentás, te voy a hacer un desastre.
Sin
mucha convicción, Luján ocupó la camilla y Christian se puso a trabajar. Tardó
menos de veinte minutos en convertir a mi primo en una persona completamente
nueva. No sólo le había hecho un corte de cabello increíble, sino que además le
había maquillado la cara, ocultando todos y cada uno de los granos que ponían
en evidencia su virginidad. Estaba un poco pálido, sí, tal vez por la impresión
que le causaba el lugar en el que nos encontrábamos o quizá porque,
acostumbrado a convivir con cadáveres, Christian había omitido los colores.
Concluida
la faena, el Esclavito Contento se puso de pie. Parecía un personaje de Tim
Burton o un boy scout salido de una película de zombis. Al verlo, sentí que
había llegado el momento de que perdiera su virginidad. Esta noche vamos a
salir. Por cuestiones contractuales, mientras esté conmigo no puede quitarse el
uniforme de Burger King, por lo que tendré que llevarlo a alguna fiesta de
disfraces.
Christian
es el socio ideal, un verdadero artista. Si el mocoso no debuta hoy, no va a
debutar nunca.
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