sábado, 16 de febrero de 2013

Día 47 - Esta noche es la noche


Hoy me desperté cantando “No me ames”, versión a dúo de Jennifer Lopez y Marc Anthony. Yo cantaba las partes de Jennifer. “Mi primo Luján”, el Esclavito Contento, Empleado del Mes Enero 2013, que ingresó al dormitorio cargando la bandeja con el desayuno, cantaba las partes de Marc. Desde aquel día en el que nos habíamos conocido, no había vuelto a saber de Christian con “h” muda, quien iba a ser mi socio en el emprendimiento del salón de belleza en los velorios. Lo llamé al celular y me dijo que estaba trabajando, que fuera a visitarlo al tercer subsuelo de la morgue judicial. Acepté la invitación y le pedí que avisara en la puerta que iba a ir junto a otra persona para evitar inconvenientes con el guardia de turno. Antes de salir, le pregunté a Luján si el contrato que nos vinculaba ponía algún reparo a posibles cambios de aspecto.
—No —me respondió— ¿por qué?
—No importa. Ya te vas a enterar —le dije—. Vení, acompañame, que vamos a visitar a mi socio.

Llegamos a la morgue, saludamos al guardia y bajamos los tres pisos en ascensor. Christian nos estaba esperando en la salita lúgubre en la que lo había conocido, sentado entre las dos camillas ocupadas por dos cuerpos cubiertos por sendas sábanas blancas. Le presenté a mi primo Luján, de Luján, y le dije que, considerando que él iba a ser el peluquero de la empresa, me gustaría tener una muestra de sus habilidades.
—Con todo gusto —me dijo—. Ayudame a desocupar una de las camillas.
Con sumo cuidado, posamos uno de los cuerpos en el piso, asegurándonos de que la sábana lo cubriera por completo.
—Bueno, recostate acá —me indicó Christian.
—¡No! —le dije— Necesito ver el proceso completo, no sólo el resultado. Además, me pelé hace poco. Tengo el pelo muy corto. Mejor cortale a mi primo Luján.
Tardamos varios minutos en convencer a Luján de que se recostara en la camilla sobre la cual unos minutos antes había un cuerpo inerme.
—¿Por qué, mejor, no me siento en la silla? —nos preguntó— Siempre me corto el pelo sentado.
—No —le explicó Christian—. Estoy acostumbrado a tratar con cuerpos recostados. Si te sentás, te voy a hacer un desastre.
Sin mucha convicción, Luján ocupó la camilla y Christian se puso a trabajar. Tardó menos de veinte minutos en convertir a mi primo en una persona completamente nueva. No sólo le había hecho un corte de cabello increíble, sino que además le había maquillado la cara, ocultando todos y cada uno de los granos que ponían en evidencia su virginidad. Estaba un poco pálido, sí, tal vez por la impresión que le causaba el lugar en el que nos encontrábamos o quizá porque, acostumbrado a convivir con cadáveres, Christian había omitido los colores.
Concluida la faena, el Esclavito Contento se puso de pie. Parecía un personaje de Tim Burton o un boy scout salido de una película de zombis. Al verlo, sentí que había llegado el momento de que perdiera su virginidad. Esta noche vamos a salir. Por cuestiones contractuales, mientras esté conmigo no puede quitarse el uniforme de Burger King, por lo que tendré que llevarlo a alguna fiesta de disfraces.
Christian es el socio ideal, un verdadero artista. Si el mocoso no debuta hoy, no va a debutar nunca.

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