viernes, 15 de febrero de 2013

Día 46 - El papa móvil

Hoy me desperté cantando “Love song”, versión a dueto de Prince y Madonna. A esta altura debería decir “nos despertamos cantando”, porque, como todas las mañanas desde que apareció en mi vida, “mi primo Luján”, el Esclavito Contento, Empleado del Mes Enero 2013, se presentó en mi habitación con la bandeja del desayuno y se puso a cantar conmigo. Como era de esperarse, para alimentar en mí el temor de haber sido sodomizado por un púber disfrazado del chef de los boy scout, el dj en mi cabeza decidió que yo interpretara las partes de Madonna y mi primo Luján, las partes de Prince.
Al mediodía partimos rumbo a la estación de GNC en la que tendría lugar la segunda asamblea con los cuatro taxistas que habían conformado mi grupo de asesores y ahora son mis socios en el proyecto de “El Pasea Porros”. Llegamos y ahí estaban los cuatro, sentados a la mesa de siempre, manteniendo una charla distendida en la que cada uno postulaba al que consideraba el mejor candidato para suceder a Benedicto XVI en el papado. Aprovechando la temática eclesiástica, el taxista culinario compartió con el resto una receta para preparar hostias gracias a la cual, de acuerdo a sus palabras, “varios ateos se replantearían unas cuantas cosas”.
Le pedí a mi primo Luján que esperara en una mesa apartada.
—Esto es cosa de grandes —le dije, y caminé hasta donde me esperaban mis socios.
Tras saludar a cada uno mediante un apretón de manos, tomé asiento y el taxista freudiano, que además de taxista era escribano, inauguró la asamblea guardando la formalidad que ese tipo de situaciones amerita. En esta ocasión trataríamos solamente dos puntos, ambos de suma importancia para el desarrollo adecuado del proyecto. Punto primero: exposición y selección de los distintos varietales de cannabis a incluir en las excursiones. Punto segundo: presentación de los tres potenciales negocios para la compra de la furgonetita Volkswagen y votación de los socios para seleccionar el más conveniente.
Yo era el máximo responsable de la exposición del primer punto, porque si bien es cierto que el taxista culinario había participado de la aventura, su condición de chofer de la expedición lo había privado del placer de inhalar el humo de los distintos varietales. El taxista freudiano me cedió la palabra y me sentí como si hubiera vuelto al secundario y el único profesor exigente en trescientos kilómetros a la redonda estuviera tomándome examen. No sabía qué decir. El efecto combinado de las cinco clases de marihuana me había tumbado de tal manera que no recordaba nada de lo que había ocurrido entre la primera pipada (pitada en pipa) que había dado y mi despertar cerca del mediodía del día siguiente. Cuando ya no sabía cómo disimular los nervios y mi silencio se tornaba insostenible, sentí que alguien me llamaba desde atrás tocándome el hombro con la mano. Era mi primo Luján.
—Esperá un segundito —le dije—. Ahora estoy hablando cosas importantes con los señores.
—Te olvidaste esto —me dijo, sacando del interior de la chaqueta de su uniforme una carpeta plástica.
¡Vaya sorpresa! Mi primo Luján, que había participado activamente de la fumata, había preparado cinco copias de un informe detallado en el que describía las distintas propiedades, el sabor y el efecto de cada varietal. Al igual que aquel día en el que salí del baño y descubrí que había conseguido ensamblar las piezas de la escaladora, sentí deseos de partirle la boca de un beso, pero debía guardar la compostura y hacer de cuenta que había sido yo quien había escrito el informe.
—Muchas gracias, Luján —le dije—. Podés regresar a tu mesa.
—De ningún modo —interrumpió, exaltado, el taxista freudiano—. Ya intervino en la asamblea; debe, por reglamento, permanecer hasta el final de la misma.
Luego de leer el informe, que me valió la felicitación de mis cuatro socios, pasamos al segundo punto: la elección de la Furgonetita Volkswagen que intentaríamos comprar. Tras un extenso debate, los cinco socios habíamos llegado a un feliz acuerdo. Sólo restaba presentarle una oferta al dueño de la furgonetita que habíamos decidido comprar. Pero mi primo Luján, de Luján, no pudo mantener la boca cerrada y les sugirió a los cuatro taxistas, que ya venían embalados con el tema papal, que podríamos armar un transporte inspirado en el papa móvil. Les gustó tanto la idea, que suspendieron indefinidamente el tema de la furgonetita y establecieron, como primer asunto a tratar en la próxima asamblea, el proyecto del papa móvil. ¡La puta que los parió! ¡Me cago en el puto día en el que tuve la desgracia de conocer al sodomita de mi primo Luján (de Luján)!

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