lunes, 7 de enero de 2013

Día 7 - En el trabajo me tocan el culo



Hoy me desperté cantando “Cachete, pechito y ombligo”, de Pancho y la Sonora Colorada. No puede ser un buen augurio para el comienzo de la semana. Momentos como este me hacen dudar de la existencia de Dios, o al menos de su bonhomía. Para colmo tengo que ir a trabajar, porque, como era de esperarse, mi terapeuta amigo no me respondió el teléfono en todo el fin de semana y, en consecuencia, no tengo el certificado para tomarme la “licencia especial” que tanta falta me hace.


¿Por qué me resisto a la idea de ir a trabajar? Porque en mi trabajo pasan cosas muy extrañas. Cada vez que me levanto de mi silla, por ejemplo, hay tres o cuatro personas que se acercan a pellizcarme el culo. Yo no sé si les pagan para hacerlo o si lo hacen respondiendo a inquietudes personales, lo cierto es que, sin importar el motivo por el que me ponga de pie, ellos se acercan corriendo y me pellizcan el culo compulsivamente. A veces sospecho que lo hacen para que me quede sentado y produzca más. De ser así, la estrategia fracasa rotundamente, porque por lo general estoy tan preocupado por lo que vaya a ocurrir cuando vuelva a ponerme de pie que casi no consigo concentrarme en ningún momento del día. Las pocas veces en las que logro cerrar algún asunto, como soy consciente de que mi rendimiento es insatisfactorio, intento comunicar el avance a mis superiores, pero cada vez que procuro hacerlo, se acercan a mi escritorio los mismos “pellizca culos” y empiezan a emitir sonidos de todo tipo para, de alguna forma, adjudicarse los laureles de mi humilde logro. Supongo que se tratará de métodos de motivación inspirados en el funcionamiento de las grandes empresas del primer mundo y que algo similar estará sucediendo en todas las oficinas de la ciudad, pero, a decir verdad, ya estoy un poco cansado de que me toquen el culo.

Como si esto fuera poco, la empresa nos cubre tres comidas: desayuno, almuerzo y merienda. Al principio lo consideraba un beneficio inigualable, pero últimamente han crecido los rumores que dicen que el verdadero motivo de tanta generosidad se encuentra en el hecho de que adulteran la comida para que todos los contenidos grasos se asienten en la zona de las nalgas —y, efectivamente, no sólo los rumores han crecido— Así, dicen esos rumores, los “pellizca culos” tienen más superficie de la cual agarrarse. Si la idea les parece disparatada, los invito a visitar mi lugar de trabajo y prestar atención a las curvas desproporcionadas de todos y cada uno de los empleados.

No, probablemente hoy no vaya a trabajar. Si alguna conclusión pude sacar del fin de semana, esa es que antes de que termine el año tengo que encontrar a la mujer que justifique 30 años de sinsentido. Ahora, entregarme a una mujer en mi situación actual sería como entregarle a MacGyver el manual de instrucciones de un microondas: no sabría ni para qué sirvo ni qué hacer conmigo.

No, definitivamente hoy no voy a ir a trabajar. Está decidido. Mejor me hago el enfermo, espero a que venga el médico del trabajo, ese alcahuete que ni siquiera te va a dar un pañuelo para que te suenes los mocos, porque solamente viene a corroborar que realmente estés enfermo, y te pregunta los síntomas, y si hiciste una buena investigación en internet y te mostrás un poquito convincente, la zafás. Si no, te descuentan el día. Después me voy al consultorio de mi terapeuta amigo y, si es necesario, acampo ahí en la puerta, pero no me voy sin el certificado que acredite mi insania temporaria.

Necesito una licencia larga, acomodar las ideas y buscar algún tipo de ayuda para estar en condiciones de encontrar a la mujer de mi vida... Tal vez también me convenga visitar el gimnasio, digo, para adelgazar un poco en la zona de las nalgas.

2 comentarios:

  1. Bueno todo estaría medianamente bien si las manos fueran femeninas, tal vez a la mujer de tu vida [o sinsentido] le guste pellizcar culos, uno nunca sabe xD

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    1. Muchas gracias, Mawar, por los buenos augurios. No sé si masculinas o femeninas, pero te puedo asegurar que esas manos eran crueles.
      Saludos!

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