Hoy
me desperté cantando “Febrero”, de Estelares. Se ve que el dj en mi cabeza está
ansioso por el cambio de mes y la acreditación de mi sueldo. Debe tener hambre.
Hoy almorcé tres “pizzetas”: pan lactal, kétchup y queso mantecoso. Para la
cena me queda algo de miel y siete galletitas un tanto humedecidas. Anoche fui caminando
a mi cuarta sesión del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos.
Llegué y estaban todos, Vicky incluida. A veces tengo la sospecha de que se
juntan media hora antes para hablar mal de mí, porque, lo haga tarde o
temprano, siempre soy el último en llegar. Como la primera vez, noté que, con
cierta timidez, Vicky me miraba las manos. Más allá de la charla grupal, no cruzamos
palabra. No supe qué decirle ni cómo abordarla, y me dio la impresión de que el
beso que le di le dolió tanto como a mí su trompada.
El
moderador decidió empezar por mí y el asunto del nombre, que, a decir verdad,
me tiene un poco harto. Le dije que había decidido agregarme “Don” como primer
nombre. En seguida, Hernán se opuso y Samuel de declaró en desacuerdo. Ambos
argumentaban que “Don” no era un nombre verdadero, que estaba evadiendo el
asunto. Les sugerí que recordaran a Don Johnson y les aseguré que, lejos de
evadir el problema, había elegido “Don” porque en algún momento de mi vida me
había propuesto ser entrenador y representante de boxeadores y lo sentía como
un homenaje al gran Don King.
—Don
Natalio Gris —dijo el moderador—, ¿por qué no? Probemos. ¿Cómo estás
conviviendo con tu problema? —me preguntó.
Cuando
quise responder, los demás comenzaron a interrumpirme. Al parecer, ellos
también estaban hartos del asunto del nombre y competían por atraer la atención
del moderador hacia sus propios problemas.
—Esto
es un chino —dijo Julio, el Pelotudo que no sabía comer con palitos chinos.
—Me
pone tan nerviosa que me dan ganas de sacarme los guantes y comerme las uñas —agregó
Vicky.
—No
encuentro las letras que describan lo que siento —dijo Samuel, el hombre sin “P”.
—Este
grupo se está convirtiendo en una basura —se quejó Pato—. Habría que meterlo en
una bolsa, cerrarla y tirarla a la calle.
—Mejor
cambiemos de canal… digo, de tema —dijo Hernán, el Pelotudo que desde el `98 no
encontraba el control remoto.
Ante
tantas presiones, el moderador no tuvo más remedio que ceder e interactuar con
los demás Pelotudos. Para mí, mucho mejor, porque mañana vuelvo al trabajo y pude
dedicar el resto de la sesión a idear estrategias orientadas a escalar
posiciones dentro de la empresa. Estoy convencido de que mi regreso significará
un nuevo comienzo. Enero fue un mes cargado de contratiempos y grandes
aprendizajes. Ahora, mientras unto miel sobre las galletitas humedecidas en la
soledad de mi departamento, sueño con un febrero maravilloso.
Una vuelta de tuerca interesante, el hecho de asistir a un grupo para personas con problemas pelotudos, te convierte en un pelotudo.
ResponderEliminarEfectivamente, Fernando. A excepción de Samuel, nos gusta hacernos llamar "Pelotudos", pero con "p" mayúscula. Saludos!
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