Hoy me desperté cantando “Cepillo, cepillo”, de Piñón Fijo. Cada vez que decía “cepillo” me pasaba la mano por delante de la boca, como si estuviera cepillándome los dientes. Si no me equivoco, es la cuarta canción infantil que canto en lo que va del mes, pero por lo menos esta tiene la ventaja de admitir varias interpretaciones. Puede que el bueno de Piñón nos esté invitando a mí y a todos los niños del mundo a que seamos más pillos, o puede ser una ayuda memoria disparada por el dj en mi cabeza para que recuerde el sueño que tuve durante la noche.
Soñé que se me caían todos los dientes. Dudo que el sueño esté relacionado con el dolor de mandíbula que me produjo la trompada de Vicky, porque el de los dientes es un sueño recurrente. Como no estoy en condiciones de consultar con nadie, porque todos mis consejeros requieren algo de dinero, busqué en internet posibles interpretaciones. Todas las que encontré dicen que soñar con la caída de los dientes es sinónimo de problemas graves de autoestima, de estar viviendo una situación humillante, de estar haciendo el ridículo. En resumidas cuentas, toda mi vida habría sido una lenta y tortuosa caída de dientes. ¡Pero ya no! ¡Este tiene que ser el año del cambio!
Reconozco que aún es pronto para hacer balances, pero no quiero dejarme estar. En lo que va del año, no he hecho más que imaginar proyectos irrealizables. El paseador de porros, el salón de belleza para los funerales, convertirme en entrenador de una mujer que apenas conozco y que no debe tener muchas ganas de verme… Tal vez lo más maduro sea no tratar de desactivar la crisis y, por primera vez, hacer frente a los problemas, dejarla que venga y atravesarla y crecer. Quizá haya llegado el momento de comportarme como un adulto, hacerle caso a Piñón y ser un poco más pillo. Hoy es martes. Dentro de tres días tengo que volver al trabajo. Puede que haya llegado la hora de comportarme como uno más de ellos, de esquivar los pellizcones de culo y, por qué no, escalar posiciones en la empresa pellizcándoles el culo a los demás.
Por ahí hasta estoy a tiempo de estudiar una carrera corta. Qué se yo, martillero público, periodista deportivo, despachante de aduana…
¡Sí! ¡Como Julián Weich en su travesía televisiva desde “Pelito” hasta “La Banda del Golden Rocket”, como Willis de “Blanco y Negro” en el capítulo en el que compró marihuana por primera vez, como Luis Ventura después de haber consumado su primera extorsión, juro por mis ocho hermanos, por la novia que no tengo, por mi perro muerto, por mi padre itinerante y por mi madre sedentaria que no voy a dejar que este año concluya sin haberme convertido en un hombre! Ahora, por las dudas, voy a cepillarme los dientes.
Hola Natalio, alguna vez me dijeron que pensaba mucho las cosas, y que por eso no podia disfrutar de vivir el momento... quizas quizas, vos tambien tenes ese síndrome o sindrome, como sea que se escriba...
ResponderEliminarMuchas gracias, Natali. Es la primera vez que me confunden con un ser pensante.
EliminarSaludos!