Hoy
me desperté cantando “Firework”, de Katy Perry. No domino el ingés. Tuve la
materia en la secundaria y solamente aprendí a decir “cat” y “table”, pero
nunca recuerdo cuál de los dos significa “mesa” y cuál significa “gato”. Ahora,
cuando me despierto cantando —es otra de las características de este maleficio—
pronuncio como si fuera un hablante nativo del idioma que sea. Es como si mi
cuerpo funcionara como el transmisor de una radio del infierno.
Lo
primero que hice una vez que terminó el tema fue afeitarme. Tenía una barba de
dos o tres meses y cuando, ya afeitado, me miré en el espejo no me reconocí.
Salvando las distancias, me sentí como el Doctor House cuando hizo de padre de
Stuart Little. ¡Qué cara de salame sin la barba! En un acto desesperado, traté
de volver a pegarme los pelos, pero ya era tarde. Los pelos desparramados por
todo el baño son un motivo más para contratar a alguien que venga a limpiar el
departamento.
Mientras
desayunaba estuve pensando que quizá el sábado fuera un buen día para insistir
con el gimnasio. Tal vez, por ser fin de semana, bajaran un poco las exigencias
y me fuera más fácil inscribirme. Otra vez empecé por el que queda más cerca de
mi casa. Tenía la ilusión de que el musculoso con cara de muchos amigos se
tomara descanso y pasé caminando muy lentamente por la vereda de enfrente,
chusmeando el interior para saber si estaba. Como no lo vi, crucé la calle
preparándome para entrar, pero justo cuando estaba por atravesar la puerta, la
mole a la que había ofendido con un impulsivo choque de manos se levantó de una
máquina en la que estaría levantando el equivalente a mi peso multiplicado por
cinco. Antes de que me viera, me hice el boludo y me fui caminando con la
cabeza gacha y silbando bajito. Después fui a la sucursal de la cadena de gimnasios
en la que me habían pedido infinidad de papeles para aceptarme. Como en el caso
anterior, tenía la ilusión de no encontrarme con el desgarbado de la caja 17
que me había atendido la primera vez. Por suerte, no estaba. En lugar de los
veinte empleados que trabajan durante la semana, había uno solo que, como para
dar a entender lo que significaba para él el estar trabajando un sábado por la
mañana, ocupaba la caja 13. Me acerqué y, con tono seguro, le dije que me había
olvidado mi carnet de socio en la gaveta de mi Audi; que me diera un provisorio
para poder entrenar.
—Permítame
su documento —me dijo el muy choto.
—Es
que me olvidé la billetera, con todas las tarjetas e identificaciones —respondí
de inmediato.
—Muy
bien, en ese caso aproxime la cara al punto rojo que va a ver sobre mi computadora
y trate de permanecer quieto durante unos segundos.
Le
hice caso sin entender muy bien qué era lo que se proponía.
—Señor
Gris —me dijo—, no puedo permitirle el acceso a las instalaciones. Usted se
encuentra preinscripto bajo el legajo BM-7562 y aún adeuda la documentación que
le hemos solicitado, el pago de la matrícula, el año de anticipo y los tres
meses de penalización. Usted no sólo no tiene un Audi, sino que además adeuda
30 pesos en la panadería ubicada a dos cuadras de su departamento. Le recuerdo
que la política de nuestra red nos impide aprobar cualquier inscripción hasta
tanto el interesado (en este caso, usted) de una resolución a sus conflictos
personales. Por último, y esto se lo digo a título personal pero con la
convicción de estar representando la opinión de la empresa, sepa que no lo
favorece el haberse afeitado. Le quedaba mejor la barba. Así tiene un poco, y
por favor no se ofenda, de cara de salame.
Pero
¿eso era legal? ¿Me habían hecho un escaneo de rostro?, ¿me habían investigado?,
¿me habían registrado en su sistema sin que yo firmara nada?, ¿realmente debo
30 pesos en la panadería del barrio?
¡Bah!
Los gimnasios de mi barrio son una porquería. Me tomé un colectivo y me fui lo
más lejos que pude. Para demostrarme que algunas veces se pone de mi lado, el
destino quiso hacerme un guiño. La última parada del colectivo que me había
tomado coincidía con la puerta de un lugar hecho a la medida de mis
necesidades. No lo podía creer. Frente a mí había un local amplio y reluciente repleto
de mancuernas, pesas, bicicletas fijas, cintas para caminar… Y lo mejor de
todo era que, a excepción del empleado, adentro no había nadie. Si no tenían clientes,
no me iban a poner tantas trabas con el tema de la inscripción. De todas
formas, para no correr el riesgo de perder la oportunidad me dije que, como
nunca en mi vida, tenía que mostrarme seguro y confiado. Atravesé la puerta,
caminé hasta el centro del local y, como si fuera Mel Gibson en la arenga final
de “Corazón Valiente”, alcé los brazos al cielo y grité:
—¡Mi
nombre es Natalio Gris, primer nacimiento sobre suelo argentino del año ´84, soy
hijo de padres divorciados, ex novio de una acompañante terapéutica, el quinto
de nueve hermanos y el único de ellos que no tiene nombre doble, miembro
flamante del Grupo de Ayuda para Gente con Problemas Pelotudos, y juro por la
loca de los guantes y por aquel Gran Danés con el que compartí un viaje en
cigüeña a través del Atlántico, que no me voy a ir de este puto gimnasio hasta no estar inscripto en
el registro de socios!
El
empleado se acercó a mí con un dejo de conmoción en el rostro. Creí que mi
discurso lo había convencido.
—Pajarito
—me dijo y me acarició la cabeza con cierta ternura—, esto no es un gimnasio,
corazón. Es un negocio en el que vendemos las máquinas para los gimnasios, pero
no podés entrenarte acá. ¿Me entendés, amiguito?
Parece
que ahora somos dos los que sospechamos que tengo un retraso madurativo. Fue
tal la vergüenza que sentí que, para justificarme, terminé comprando una
escaladora. La pagué en doce cuotas. Me la mandan el lunes. A la vuelta pasé
por el local de mi peluquero amigo y saqué turno para mañana a las 11. Mañana…
mañana será otro día.
me rio sola leyendo!!! sos un genio!
ResponderEliminarMuchas gracias, Sole. Para mí es un placer el que puedas disfrutar de mis desventuras. Saludos!
ResponderEliminarCoincido con Sole, Igual Natalio, quiero destacar que a pesar de tus conflictos, tens una enorme capacidad de resolucion de inconvenientes y mucha perseverancia, asumis tus defectos de una manera muy peculiar y eso te hace una persona relevantemnte atractiva!
ResponderEliminarMuchas gracias, Natali. Sos como el INDEC para la inflación de mis problemas.
EliminarSaludos!
Lo bueno es que podés recordar que cat y table corresponden a mesa y gato. El gato bajo la mesa. La mesa sobre el gato.
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando, por la mirada optimista. Saludos!
EliminarHahaha, pobre, espero que no haya salido muy cara esa escaladora a 12 meses, lo que sí, suerte que te tocó alguien amable xD
ResponderEliminarSí, Mawar, es cara, pero tranquila, que sólo restan 11 cuotas.
EliminarSaludos!