martes, 26 de noviembre de 2013

Día 330 - Estoy en problemas

Hoy me desperté cantando “Suspicious minds”, versión en español de Yiyo y los Chicos 10. Por segundo día consecutivo, mi primo Luján, de Luján, nos preparó el desayuno. Su mejoría es constante, aunque su personalidad presenta ciertos rasgos que antes de las rastas y las extensiones no manifestaba. Es, si es que es posible, más disciplinado, estructurado, riguroso, y un poco más torpe en sus maneras y movimientos, porque saluda extendiendo su brazo derecho y dando un grito ininteligible. Quizá tendríamos que llevarlo al médico.
Pero no tenía tiempo para ocuparme de nadie. Tenía que regresar a la casa de Justicia Social porque durante el casamiento ella había estado hablando a solas con el jefe de la mafia. Quería saber acerca de qué habían hablado, porque había recibido un llamado de Luis Miguel en el que, como socio mayoritario, me dio la orden de averiguar todo lo que pudiera acerca de este personaje.

Estacioné frente a la puerta de la casa de Justicia, bajé, toqué timbre, abrió. Tenía puesto el mismo suéter de lana marrón que había usado en el casamiento. Fue el pie que utilicé para sacar el tema. Antes me invitó a pasar, nos sentamos en la cocina y me convidó con un rico vaso de agua de la canilla.
―¡Qué lindo suéter! ―le dije― Te queda muy bien. ¿Es nuevo?
―No seas payaso ―me dijo―. Ya me lo viste puesto. Es el mismo que usé en el casamiento de Igor.
―¿De qué hablabas con el jefe de la mafia rusa? ―le pregunté. Quizá el manejo de la sutileza no es mi mayor virtud.
―¿Qué jefe? ¿Qué mafia? ¿De qué hablás? ―me preguntó alarmada.
―No, nada ―dije para disimular―. Jaja. Es una joda. El tipo con el que estabas hablando cuando volví del baño. En joda le decimos que es el jefe de la mafia rusa.
―¡Ah! Me quedo más tranquila.
―¿De qué estaban hablando? ―insistí.
―Hablábamos de vos ―me dijo.
―¿De mí?
―Sí, de vos.
―Y ¿qué decían? ―le pregunté.
―No entendí muy bien. Estábamos hablando acerca de que te estabas comportando de manera extraña con eso de la limusina, más tarde el cotillón, el traje caro que tenías puesto y él dijo algo que no terminé de entender acerca de unos treinta mil dólares, de la sospecha de una apuesta hecha a sus espaldas. No sé, es un tipo muy amable, pero un poco extraño.
¡La puta madre! El ruso sospecha que usé su dinero para apostar sin su consentimiento. Estoy en problemas.

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