martes, 1 de octubre de 2013

Día 274 - Favor con favor se paga

Hoy me desperté cantando “Ahora te puedes marchar”, de Luis Miguel. Desayuné, me bañé, me vestí y fui a las oficinas del semanario barrial “La Tos de la Recoleta”, a reunirme con Luis Miguel, el detective gracias al que había recuperado a mi viejo, para que me ayudara a encontrar a mi primo Luján, de Luján, y a Samuel. Estacioné a media cuadra y caminé hasta ahí. La puerta estaba cerrada y adentro no había nadie, por lo que no me quedó más remedio que sentarme en el marco de una ventana a esperar a que llegara.
Pasé las siguientes tres horas pensando en Vicky, en el tiempo que pasamos distanciados, en nuestro reencuentro, en mi viejo; imaginando cómo sería el momento en el que mis ocho hermanos se enteraran de su regreso. De golpe caí en la cuenta de que, por primera vez en muchísimos años, tendríamos la oportunidad de pasar las fiestas en familia. No había llegado a discernir si se trataba de una buena o una mala noticia cuando volví a la realidad y lo vi a Luis Miguel que, desalineado, despeinado y con aspecto de haber bebido mucho y haber dormido poco, intentaba inútilmente insertar la llave en la cerradura. Me acerqué y lo alerté acerca del error que estaba cometiendo:
—Esa es la llave del auto —le dije.

—¡Ah! ¡Con razón! —dijo y buscó la llave correcta en sus bolsillos— ¿Qué te trae por acá, Don Natalio?
—Necesito que me ayudes a encontrar a mi primo —le dije.
—¿A Luján?
—Sí. ¿Pasamos?
—Imposible.
—¿Por qué? ¿Ya no trabajás como detective?
—No, eso sí. Imposible que pasemos, porque no tengo la llave. Acompañame hasta mi casa así la busco y de paso me contás un poco en el camino.
—¿Vamos en tu auto o en el mío? —le pregunté.
—En el tuyo —me dijo—. Yo vine caminando. No tengo auto.
—¿Y esa llave?
—Ni idea. Fue una noche muy larga.
Ya en la furgonetita, camino a su casa, me preguntó por las circunstancias en las que Luján había desaparecido, pero antes de que pudiera completar la primera oración me interrumpió para pedirme que me detuviera porque habíamos llegado. Habíamos recorrido menos de dos cuadras. Estacioné, él bajó de la furgonetita, entró y regresó en seguida.
—La había dejado arriba de la heladera —me dijo agitando la llave de su oficina—. Decime, ¿cómo es que desapareció Luján?
—Se fueron con Samuel de mochileros a Luján.
—¿A Luján? ¿Quién va de mochilero a su lugar de origen? ¿Y Samuel también desapareció?
—Sí, ninguno de los dos volvió.
—¿Hace cuánto fue esto? —me preguntó.
—Diez o doce días.
—Perfecto. Déjamelo a mí. Yo los voy a encontrar.
—Mirá —le dije, algo apenado—, en este momento no puedo pagarte.
—No te hagas problema. Por tratarse de Luján, puedo hacer una excepción. Ya se me va a ocurrir la forma de cobrarte el favor —dijo.

Estacioné frente a “La Tos”, bajó, abrió la puerta y entró a la oficina.

2 comentarios:

  1. Este detective, si no fuera que tuvo resultados positivos, sería un tipo para desconfiar seguro.

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    1. Es un tipo excéntrico, no lo niego, pero obtiene resultados.
      Saludos!

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