viernes, 13 de septiembre de 2013

Día 256 - El peluche de Troya

Hoy Natalio despertó cantando “Chindolele”, de Xuxa. No sé a qué se debe su empeño por hacernos creer que no controla eso de despertar cantando; que tiene una especie de dj en la cabeza que selecciona las canciones, y que, aunque lo intente, no le es posible detenerse. ¡Es tan infantil! Yo soy Luján, su primo de Luján. Él me pidió que, si no regresaba antes de la medianoche, contara en su blog lo sucedido durante el día. Como era de esperarse, todavía no regresó.
La verdad es que no sabía que mi primo tenía un blog. ¿A quién le puede interesar lo que tenga para contar día a día una persona que no hace absolutamente nada? ¿Leerá alguien alguna vez esto que estoy escribiendo o, como es habitual, estoy perdiendo mi tiempo para complacer un nuevo capricho de este niño que está a punto de cumplir los treinta?

Ayer a la mañana llevamos a cabo el plan que yo había ideado porque al muy delirante se le había ocurrido que habían secuestrado a la madre, que es un amor de mujer. Fuimos a una casa de alquiler de disfraces, buscamos un traje de oso bien peludo y lo llevamos hasta la casa en la que se supone que la tienen cautiva. Con la ayuda de Samuel, lo bajé de la furgonetita y lo dejamos en la puerta con un moño y una tarjeta que decía que se trataba de un regalo enviado desde el exterior. Después estacionamos en la cuadra siguiente y esperamos.
Dos horas más tarde el mimo llegó a la puerta de la casa cargando una bolsita en la que, según supongo, llevaría víveres para la persona que estuviera viviendo ahí. Al ver el oso en la puerta, se sorprendió, sonrió y trató de entrarlo por sus propios medios, pero le fue imposible y no le quedó más remedio que ir a pedirle ayuda al dueño del almacén de la esquina. El plan había sorteado el primer contratiempo: habían creído que era un oso de peluche y no un hombre disfrazado. Debo reconocer que Natalio hizo su parte, porque en ningún momento hizo un movimiento que les hiciera pensar lo contrario.
Con la colaboración del almacenero, el mimo entró el oso al departamento. Eso descartó de raíz la idea ridícula del secuestro o puso en evidencia al almacenero como cómplice del mimo. A los pocos minutos ambos hombres salieron y, desde afuera, el mimo cerró la puerta con llave.

Samuel y yo regresamos al monoambiente. Ya habíamos cumplido con nuestra parte del plan. Todo había quedado en manos de Natalio, que debería encargarse de, desde adentro, averiguar si su padre estaba viviendo ahí y si su madre había sido secuestrada. La verdad es que todo este asunto me parece un disparate, pero decidí ayudarlo de todos modos porque sabía que la situación nos daría a Samuel y a mí la posibilidad de pasar la noche solos y de no ser despertados por el dj que supuestamente habita la cabeza de mi primo.

2 comentarios:

  1. Estimado Luján, de Luján, primo de Don Natalio. Gusto en saludarte, yo soy uno de los lectores habituales del blog de tu primo.
    Espero que no me contestes, porque va a querer decir que Don Natalio está de regreso sano y salvo.
    Pero si me respondés, por favor decíme que Don Natalio está bien y que solamente te ha pedido que le escribas otra vez el blog.
    Un cordial saludo.

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    1. Fernando, en realidad, desde que me contó que tiene un blog, mi primo Natalio me hace escribir los mensajes y los capítulos a mí. Me hace transcribir, en realidad, todo lo que él me dicta. En este momento me está diciendo que ponga que en este momento me está diciendo que ponga que en este momento me está diciendo que ponga que en este momento me está diciendo que ponga que...
      Saludos!

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