jueves, 12 de septiembre de 2013

Día 255 - Con mis propias manos

Hoy me desperté cantando “Paca paquita pum”, de Piñón Fijo. Segundo día consecutivo en el que el dj en mi cabeza elige una canción infantil. ¿Querrá decirme algo que no estoy interpretando? Ayer mi vieja y el mimo ingresaron a la casa en la que se supone que vive mi viejo, pero, un tiempo después, salió el mimo solo. Mi vieja quedó adentro. Repasando los hechos caigo en la cuenta de que yo no los vi entrar; fueron Samuel y mi primo Luján, de Luján, quienes me dijeron que los habían visto. ¿Y si me hicieron una broma como venganza por haberlos dejado ahí, vigilando toda la noche?
Muy enfadado, me acerqué a ellos y los increpé por haberme hecho ese chiste de mal gusto. Como era de esperarse, Samuel me respondió rateando:

—¿Vos te volviste loco? / ¿Realmente te creés / que vamos a joderte / con una cosa así? / Estas imaginando / engaños y traición / de gente que te quiere / de gente que durmió / anoche en la calle / a modo de favor.
¡Por Dios! Daría lo que fuera necesario a cambio de que este Pelotudo dejara de cantar como un ratero y volviera a hablar en un tono normal. Luján, que debe haber notado el fastidio en mi rostro, tradujo a un lenguaje inteligible lo que había dicho Samuel y me tranquilizó diciéndome que no serían capaces de bromear con algo que sabían muy importante para mí.
Lejos de mitigarse, mi preocupación creció desmesuradamente. ¿Por qué razón mi vieja se había quedado en esa casa? ¿Por qué habían entrado juntos y el mimo había salido solo? ¿Le habría hecho algo? ¿La tendría secuestrada? ¿Estaría pensando en pedir un rescate? De algo estoy seguro: no estoy en condiciones de pagar un rescate, y tener que juntar a mis hermanos para darles la noticia y convencerlos de participar en la colecta para reunir fondos… No, señor, tendría que rescatarla yo solito, con mis propias manos.
Ante situaciones como esta es cuando más extraño a Vicky. Contar con su valor y su fuerza me hubiera infundido ánimos de los que carezco. Para suplirla, tendría que recurrir al ingenio. No al mío, sino al ingenio de mi primo Luján. Me acerqué a él y le conté mi idea.
—Quedate tranquilo —me dijo—. Algo se me va a ocurrir.
—Confiá en Luján, amigo / el todo lo resuelve / se te fugó la gata / él hace un truco y vuelve / se te volcó la leche / consigue una toalla / si llueve en la playa / fabrica una sombrilla / con dos jeanes de marca / y un caño que encuentre.
Por suerte, mi primo no demoraría demasiado en idear el plan y regresaría para interrumpir el rateo de Samuel.

—¡Listo! —nos dijo—. ¡Ya tengo el plan!

2 comentarios:

  1. Lo bueno de todo esto es que conocen al secuestrador, así que no llaman tanto la atención como si fueran cualquier hijo de vecino. De mimo vecino.

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    1. La verdad, Fernando, es que yo ya ni sé de quién soy hijo. Ahora que decís "hijo de vecino" y "mimo vecino" siento que sabés algo que no me estás diciendo.
      Saludos!

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