jueves, 22 de agosto de 2013

Día 234 - No lo digo por despecho

Hoy me desperté cantando “Astros”, de Ciro y los Persas. Desde que habíamos regresado de nuestras primeras vacaciones juntos, Vicky y yo ni siquiera habíamos compartido un desayuno, por lo que tenía pensado dedicarle el día entero y quedarnos echados en la cama sin hacer nada. Todos nos merecemos un día de descanso. Le transmití mis intenciones y su respuesta me dejó anonadado.
—Ya arreglé con Arnoldo y Zenón para ir a entrenar un poco. Nos encontramos en un ratito en el gimnasio de Arnoldo. Justo te iba a pedir que me llevaras, porque se me hizo un poco tarde.
Agradezco a Dios el que no haya querido pasar el día conmigo. No lo digo por despecho, sino porque ni bien se bajó de la furgonetita en la puerta del gimnasio, sonó mi celular. Era mi primo Luján, de Luján, y estaba desesperado porque los Pelotudos actuaban de manera cada vez más extraña y sólo se calmaban cuando les daba cannabis, pero la duración del efecto de la droga disminuía con cada intervención y, para colmo, se le estaban agotando las reservas.

Antes de cortar la comunicación, le pedí que se calmara y manejé a toda velocidad rumbo al conventillo. Estacioné frente a la puerta, bajé de la furgonetita, entré y subí las escaleras. Llegando al segundo piso, quedé inmerso en una nube de humo que colmaba todo el ambiente. Corriendo con desesperación, Luján iba y volvía corriendo desde la puerta de la terraza hasta la ventana de la habitación y abría y cerraba, abría y cerraba, abría y cerraba para generar una corriente de aire que se llevara el humo, pero no había caso.
—¡Ey, Luján, Tanquilo! —le dije—. Haceme un resumen de la situación.
—¡Están cada vez peor! ¡Hace cinco minutos era como si se hubieran transferido los Problemas Pelotudos! ¡Nando no decía palabras con “p”, Samuel se negaba a bajar de la cama, Pascual cantaba, Enrique se había apoderado del papel y no quería devolverlo para que pudiéramos armar un porro y Baldomero no dejaba de hacer comentarios sarcásticos!
—Bueno, pero ahora parecen calmos —le dije.
—Sí, porque armé flor de churro. Pero te advierto que se están fumando lo último que nos quedaba. ¡No hay más y el efecto les dura cada vez menos! ¡Diez minutos después de que terminen eso, se van a enloquecer, y yo no quiero estar acá cuando eso pase! ¡Hay que comprar marihuana, ahora mismo, y hacer que se vaya este humo antes de que Héctor vuelva, porque si no nos van a echar a la mierda, a nosotros, a los Pelotudos, a sus mujeres, a TODOS!
—Hagamos una cosa —le dije—, saquémoslos a la calle y llevémoslos a un lugar en el que pasen desapercibidos, un recital de reggae o algo por el estilo. Mientras tanto, que el Mimo se ocupe de evacuar este humo. Una vez que consigamos un lugar en el cual dejarlos, nos vamos a comprar Cafenabbis Colombiano. ¿Vos tenés algo de plata?
—Siete pesos con setenta y cinco —me dijo.

—Yo tengo cuatro pesos. ¡La puta madre! No nos alcanza ni para comprar una tuca. Me parece, primo, que tendremos que recurrir a la familia.

2 comentarios:

  1. La otra, Don Natalio, es soltarlos por San Telmo. Yo trabajo acá cerca y podría vigilarlos. Seguro que nadie se da cuenta. El otro día, había gente que ¡fumaba tabaco!

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    1. ¿Trabajás, Fernando? Podría pasarte mi CV para ver si me conseguís algo.
      Saludos!

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