Hoy me desperté cantando “Como la cigarra”, versión de Mercedes Sosa. Todavía me sentía afectado por el cansancio que me había producido mi primer viaje al exterior, pero tenía la obligación de levantarme, porque me había ausentado de la Fundación durante tres días completos y debía ir a chequear que todo estuviera en orden y a asistir a Luján, quien, aunque posee un sinnúmero de virtudes, es demasiado joven como para hacerse cargo de un grupo de Pelotudos durante un periodo tan prolongado. Pensé en despertarla a Vicky para que me acompañara, pero supuse que ella también estaría cansada tras nuestras vacaciones y dejé que siguiera durmiendo.
Cerca de las diez de la mañana, estacioné la furgonetita en la puerta del conventillo, entré y subí las escaleras hasta la planta más alta. De inmediato pude comprobar que mi ausencia no había pasado desapercibida, porque Pascual caminó hacia mí y me dijo:
—Don Natalio, permítame decirle que no sólo lo considero un estúpido, sino que además pienso que usted es un ser humano vil y despreciable.
La misma frase, dicha por cualquier otro ser humano, habría sido recibida como una ofensa imperdonable, pero viniendo de Pascual, que tenía el Problema Pelotudo de sólo poder expresarse mediante la ironía, debía interpretarla como el mejor de los halagos. Al borde de la emoción, lo abracé con fuerza. Con el mentón apoyado en su hombro y una lágrima tibia cayendo por una de mis mejillas, levanté la vista y lo vi a Baldomero, que estaba parado unos metros detrás de Pascual y se entretenía quitándole las capas superficiales a un Bon o Bon. Valiéndose de sus uñas le quitó, primero, la delgada capa de chocolate; luego le arrancó la capa crocante y, tras haberlo despojado de todas las cubiertas, se comió con placer el relleno de la golosina. Su comportamiento no me hubiera llamado la atención —porque es algo que todos hemos hecho— si no fuera porque su Problema Pelotudo consiste, justamente, en siempre preferir la capa superficial de las cosas. ¿Se había curado? La confusión hizo que me apartara de Pascual. Enrique, que se había acercado a nosotros, me dio la bienvenida:
—Don Natalio, para mí sos todo un referente. Sinceramente, no sé que habría sido de mí si no te hubieras cruzado en mi camino —dijo y estalló en una carcajada desmesurada de la que Pascual se contagió.
Reían como unos desquiciados sin que yo entendiera por qué lo hacían. Si Enrique me había dicho eso era porque lo sentía. En caso contrario, si se hubiera tratado de una mentira, la naturaleza de su Problema Pelotudo habría hecho que se expresara cantando. Baldomero, que se había manchado las manos con el chocolate del Bon o Bon, pidió que alguien se dignara a alcanzarle una servilleta. Nando salió de la habitación, le dijo que él iría y bajó las escaleras rumbo a la cocina. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Podía ser que todos ellos hubieran superado sus Problemas Pelotudos o en realidad no me había despertado y estaba viviendo un sueño? Desesperado, puse el grito en el cielo:
—¿Qué está pasando acá? —pregunté.
Samuel, que bajaba de la terraza cargando un fuentón vacío, me dijo:
—¿Por qué lo preguntás, presunto primo de Luján? ¿Parece que nos pasara algo? Por un momento pensamos que no regresarías, ¡pero acá estás!
Luján bajó detrás de él y vino a saludarme.
—¿Qué está pasando? —le pregunté antes de saludarlo.
—Nada —respondió él—. Estábamos colgando la ropa.
—No me refiero a eso —le dije—. ¿Qué pasó para que Samuel esté pronunciando palabras con “p”, Pascual no esté siendo irónico, Baldomero preste atención al contenido de las cosas, Nando baje escaleras y Enrique sea capaz de mentir sin hacerlo cantando? ¿Se curaron todos?
—No. Es momentáneo… Los Pelotudos estuvieron descontrolados todo el fin de semana. Ayer a la mañana la llamé a Catalina para que viniera preparada, pero, si bien era lunes, me dijo que no le correspondía venir porque era feriado. Traté de controlarlos, pero estaban imposibles, así que les di un poco de marihuana.
El tono de sus palabras había ido bajando a medida que avanzaba en su relato, porque en el conventillo las paredes oían y no quería que Héctor “Bicicleta” Perales supiera que estábamos administrando cannabis a nuestros asistidos. Más allá de cualquier prejuicio, la efectividad del Cafennabis Colombiano para casos de Pelotudez Aguda es un hecho innegable que no deberíamos pasar por alto si pretendemos lograr la reinserción de nuestros Pelotudos.
¿Y puede considerarse un problema pelotudo fumar marihuana para no tener los síntomas del problema pelotudo original?
ResponderEliminarPuede ser, sobre todo si la marihuana, en lugar de ser una transición, se convirtiera en un hábito.
EliminarSaludos!