Hoy me desperté cantando “Un´estate italiana”, versión de Gianna Nannini y Edoardo Bennato. Como no sucedía hacía
mucho tiempo, Vicky cantó conmigo. Ella era Edoardo y yo Gianna. Al concluir la
canción, nos abrazamos emocionados. Debo reconocer que me dolió tener que
mentirle luego de un momento tan sentido, pero no tenía alternativa, porque
tenía que ir a la redacción del semanario barrial “La Tos de la Recoleta” a reunirme
con Luis Miguel, el detective que contraté para que encuentre a mi padre.
Para que no quisiera
acompañarme, le dije a Vicky que iría a la Fundación a leer con mi primo Luján,
de Luján, el informe de trescientas setenta y cinco páginas que había
confeccionado Catalina. Algo de cierto había en lo que dije, porque camino a la
redacción pasé por el conventillo y le dejé el informe a Luján con la
instrucción de leerlo y prepararme un resumen de no más de tres páginas.
A las once de la mañana
ingresé a la oficina de Luis Miguel. Como siempre cuando adoptaba su rol de
detective, vestía un sobretodo marrón, un sombrero a tono y fumaba tabaco de
una pipa. Sin pedirle permiso ni saludarlo, tomé asiento y fui directo al
grano.
—¿Qué sabés de mi viejo? —le
pregunté.
—Que tiene un hijo muy
maleducado —me respondió.
—Un hijo que no te va a
pagar la segunda cuota si no le das información —agregué yo.
—Un hijo que no recibirá
información hasta que no salude como corresponde —insistió.
—Buenos días —le dije.
—Buenos días —me dijo—.
Tengo un contacto en la Interpol…
—¿Y eso qué es, la pileta de
un gimnasio? —le pregunté interrumpiéndolo.
—¡No! Es una organización de
policía internacional de la que la mayoría de los países del mundo son
miembros.
—¿Incluida Argentina?
—Sí, Argentina es miembro.
—¿Y Gabón?
—¡Qué sé yo! ¿Por qué me
preguntás por Gabón?
—Y ¿por qué no? Ahora,
decime una cosa, ¿qué tiene que ver esta Interpol con mi viejo? —le pregunté.
—Sí dejás de interrumpirme
con boludeces te vas a enterar —dijo y, tras una larga pausa, continuó—. Como
te decía, tengo un contacto en la Interpol al que le pasé los datos de tu
padre. Gracias a su gestión sabemos que tu padre estuvo en Touluse, Francia, el
catorce de junio de 1998; en Ibaraki, Japón, el dos de junio de 2002; en
Hamburgo, Alemania, el diez de junio de 2006, y en Johannesburgo, Sudáfrica, el
doce de junio de 2010.
—¿Nada más? —le pregunté.
—¡Pero, cómo! ¿No te das cuenta?
—¿De qué?
—Las fechas y los destinos —me explicó— coinciden con
el partido inicial de la selección argentina en cada una de las Copas Mundiales
de fútbol disputadas desde que tu padre se fue de su casa.
—Y ¿cómo saben que estuvo ahí? —le pregunté con
incredulidad.
—Porque estuvo preso en todas y cada una de esas
ciudades, siempre por el mismo motivo: tratar de invadir el campo de juego. ¿Te
das cuenta lo que eso significa?
—¿Qué mi viejo es un pelotudo?
—No. No necesariamente —me dijo—. Significa que ya
sabemos dónde y cuándo encontrarlo. El año que viene, cuando Argentina debute
en el Mundial de Brasil, podrás buscarlo en el estadio, y si no tuvieras la
suerte de encontrarlo, bastaría con que después del partido te acerques a la
comisaría más cercana.
—Está bien. Te entiendo. Es todo un avance y agradezco
tu esfuerzo —le dije—, pero yo necesito encontrarlo antes de que termine el
año, porque el uno de enero cumplo años y es probable que mi viejo sea la clave
para desactivar la crisis de los treinta.
Luis Miguel me pidió que tuviera paciencia, se
comprometió a seguir investigando, nos despedimos y regresé al monoambiente. Ni
bien atravesé la puerta, Vicky, que ya tenía puesto su pijama y sus pantuflas,
me preguntó dónde había estado.
—En la Fundación —le respondí—, leyendo el informe con
Luján.
—¡Mentira! —me dijo.
¡La puta madre! Se había podrido el rancho.
Ahora me intriga tremendamente saber la relación entre los mimos y los mundiales de fútbol.
ResponderEliminarA mí también, Fernando. Supongo que los árbitros deben estar metidos en todo esto, porque son de gesticular mucho y hablar poco y nada.
EliminarSaludos!