Hoy me desperté cantando “Legalícenla”,
de Viejas Locas. Después de levantarme, me afeité, me bañé, me vestí y fui a
comprar el diario para conocer el resultado de las elecciones. Quería sacarme
las dudas respecto a la no participación de Daniel Amoroso. El encargado del
puesto de diarios me vendió, además, una nueva edición del semanario barrial “La
Tos de la Recoleta”. Mientras desayunaba en casa, ojeé el diario y comprobé
que, efectivamente, la Agrupación de Daniel Amoroso no había participado de los
comicios. Por un lado, la noticia me produjo orgullo, porque esa ausencia había
sido consecuencia de nuestra acción desbaratadora, pero, por otra parte, me
sentí un poco decepcionado, porque el mío había sido un voto tirado a la basura.
Al menos pude desestimar la sospecha de que el acercamiento de Bicicleta a los
Pelotudos fuera parte de un plan destinado a continuar lavándoles la cabeza en
complicidad con el Amoroso de Daniel.
Disipada la duda, sólo me
restaba resolver el enigma de cómo había hecho mi primo Luján, de Luján, para
lograr que Nando accediera a bajar no una escalera, sino tres. Vicky prefirió
quedarse en el monoambiente, haciendo fiaca, y yo arranqué solo en la
furgonetita rumbo al conventillo. Al llegar, estacioné frente a la puerta y
subí hasta la Fundación Propel. Ahí estaba Nando, juntando envoltorios de
alfajores, caramelos y chocolates dispersos sobre la parte baja de la cucheta
matrimonial en la que dormía.
—Parece que alguien tuvo
antojo de comer algo dulce —dije en tono amistoso.
—Algo así —me respondió.
—¿Sabés qué? Ver tantos
papeles hizo que me dieran ganas de comer golosinas ¿Me acompañás al kiosco? —le
pregunté con la intención de averiguar si lo de ayer había sido un hecho aislado
o si se había curado definitivamente.
—No. No te puedo acompañar.
Yo no bajo escaleras —me dijo.
—¿Y ayer? —le pregunté.
—¡Yo no bajo escaleras! —repitió
de manera tajante.
Algo desconcertado, fui a
buscarlo a Luján. Luego de bajar a la cocina y pasar por la habitación que
compartían La Mole y Bicicleta, subí a la terraza. Ahí estaba Luján, desarmando
la carpa en la que habíamos dormido por tres noches. No quise perder tiempo y,
sin siquiera saludarlo, le hice la pregunta:
—¿Qué hiciste para que Nando
bajara las escaleras?
—No sé, Natalio, si conviene
que te cuente —me dijo.
—¿Cómo que no sabés si es
conveniente contarme? ¡Contame o le digo a todo el mundo que en realidad no
somos primos y que nos conocemos porque trabajabas en el Burger King y te
compré como parte de un combo!
—¡Eso ya lo saben todos! —gritó
desde dentro de la carpa. —Yo se los conté —agregó cuando volvió a salir luego
de haber quitado el eje que la mantenía en pie.
—Bueno, pero contame igual —le
dije en tono de suplica y tomé un extremo de la cubierta superior para ayudarlo
a plegarla.
—Está bien. Te voy a decir,
pero esto es algo que no lo tiene que saber nadie.
—¡Sí, dale, no le cuento a
nadie! ¡Largá de una vez!
—Le hice fumar la marihuana
colombiana que damos a los turistas en las excursiones.
—¿El Cafennabis Colombiano? —le
pregunté asombrado.
—Sí, ese, y diez minutos
después de haberlo probado se había olvidado de su Problema Pelotudo. Subió y
bajó las escaleras como setenta y ocho veces hasta que se le pasó el efecto.
—¡Increíble! Lo que no
entiendo es por qué querés mantener esto en secreto. ¿No te das cuenta? El
cannabis cumple una función curativa en la rehabilitación de los Pelotudos. ¡Tendríamos
que hacer que toda la ciudad lo sepa!
—Hay un problema. Héctor “Bicicleta” Perales, como
miembro ilustre de la Iglesia Universal del Reino de Dios, se opone
fervorosamente al consumo de cualquier estupefaciente. Creeme cuando te digo
que mientras la Fundación tenga su sede acá en el conventillo lo mejor va a ser
que no revelemos el descubrimiento.
Luján tenía razón, no podía negarlo, pero tampoco podía disimular mi bronca. Es siempre la misma historia. ¡Ciencia y religión enfrentadas en una guerra interminable y, mientras tanto, que la humanidad se joda!
Voto cantado!! jaja genial! compartido amigo! =)
ResponderEliminarMuchas gracias, Soledad.
EliminarSaludos!
Claro, estupefacientes no pero anabólicos sí. Este Bicicleta siempre tirando agua para su molino.
ResponderEliminarYa lo dice el refrán (¿o es un dicho o un proverbio?): vergüenza no es robar, sino que te descubran.
EliminarSaludos!
tengo un amigo que tiene un problema bastante pelotudo pero un poco molesto que es que despues de varias copas de whisky su habla se vuelve inentendible, oh casualidad tambien encontro la cura en el cannabis (aunque podria evitarlo obviando el alcohol)
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